La diferencia entre Capriles y López Obrador

LEO ZUCKERMAN/EXCELSIOR

Me dan envidia los venezolanos. No porque haya sido reelegido Hugo Chávez como Presidente, sino por la actitud del candidato derrotado. Qué diferencia a lo que hemos tenido que vivir en México durante estos años. Ojalá la izquierda, en particular López Obrador, aprendiera de la utilidad de aceptar la derrota. Ayer lo decíamos en este espacio: por fortuna, la democracia es un juego repetitivo donde hoy se puede perder y mañana ganar. Por eso, a los perdedores les conviene tener una perspectiva de largo plazo con una estrategia de prestigio democrático. A eso precisamente le está apostando el candidato perdedor en Venezuela, Henrique Capriles, al reconocer que no ganó: a que algún día, ya sea en seis años en que se repitan los comicios presidenciales, o antes, si Chávez fallece víctima del cáncer que tiene, él pueda levantarse con la victoria.

“Para saber ganar, hay que saber perder”, dijo Capriles unas cuantas horas después de haber cerrado las urnas cuando era evidente que los resultados electorales no le favorecían. “La palabra del pueblo es sagrada y nunca ha pasado por mi mente hacer algo distinto a lo que el pueblo diga. Quiero agradecerle a los más de seis millones de venezolanos que hoy me dieron su confianza. Hoy probablemente sientan tristeza, pero nosotros iniciamos la construcción de un camino. Quiero decirle a todos los que me dieron su confianza que cuentan conmigo y a los otros venezolanos que no piensan como yo, también cuentan conmigo. Soy un convencido de que este país puede estar mejor y estará mejor”.

Así comenzó Capriles el nuevo camino para ganar la Presidencia en el futuro. No desconoció los resultados. No pateó a las instituciones. No regateó su apoyo al ganador, el todopoderoso presidente en funciones. No. Por el contrario, afirmó:

“Nunca voy a jugar con nuestro pueblo ni lo someteré a la zozobra. La otra opción obtuvo más votos que nosotros y así es la democracia. Logré la confianza de millones de venezolanos. Lo que el pueblo diga es santa palabra. No voy a asumir posición irresponsable. Yo dejé el alma y me siento muy orgulloso de lo que construí y respeto la voluntad del pueblo. Espero que un proyecto que lleva 14 años entienda que casi la mitad del país piensa distinto, por eso pido respeto y consideración para esa parte de los venezolanos. Mientras hay vida, hay esperanza. Que nuestro pueblo no se sienta perdedor. Esos seis millones de venezolanos no están solos; el que no logró la victoria soy yo, el pueblo no puede sentirse derrotado. El tiempo de Dios es perfecto, el país no se va a acabar el día de hoy. Yo respeto profundamente al pueblo socialista, espero respeto de quien obtuvo la victoria, de esos más de seis millones de venezolanos”.

Aplauso a Capriles. Un discurso impecable. Responsabilidad, construcción, esperanza y respeto, conceptos de un político viendo más al futuro que al pasado. Qué diferente a la actitud y discurso de López Obrador. No tengo duda de que, con estas palabras, se incrementan las probabilidades de que el joven opositor venezolano gane la presidencia de su país en un futuro no muy lejano.

¿Hubiera hecho lo mismo Chávez en caso de haber perdido? No lo sé. Lo que sé es lo que dijo el presidente de Venezuela al enterarse de su triunfo y del reconocimiento del resultado de su principal retador: “Felicitar a la dirigencia opositora porque han reconocido la verdad, han reconocido la victoria del pueblo. Para ellos nuestro reconocimiento. El candidato de la derecha y su comando de campaña acaban de anunciar al país que reconocen la victoria bolivariana, eso es un paso muy importante en la construcción de la paz en Venezuela, de la convivencia entre todos nosotros. Les extiendo la mano porque somos todos hermanos en la patria de Bolívar”.

De esta forma, el reconocimiento de Capriles abre las puertas de un posible diálogo en un país prácticamente dividido en dos: chavistas y antichavistas. De hacerse realidad, sería una estupenda noticia para Venezuela.

Ha ganado Chávez, pero Capriles, aunque perdió la elección, acumula un gran capital político que, bien manejado, puede tener grandes rendimientos al futuro. El joven político, con toda seguridad, seguirá siendo la principal figura de la oposición venezolana. Con ese poder, más la habilidad política que ha demostrado al reconocer su derrota de una manera elegante y civilizada, me lleva a pensar que algún día será el presidente de su país. Otra diferencia más de López Obrador.

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