EL PAÍS
No contestaré correos electrónicos durante el Rosh Hashana [Año Nuevo judío que suele caer a comienzos del otoño]”. Los correos electrónicos de Martha Craven Nussbaum son precisos, directos, sin concesiones a rituales sociales. Reconocida como una de las grandes filósofas actuales, profesora de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago, autora de más de dieciséis libros (la mayoría, editados en español por Paidós) sobre filosofía griega y latina, derechos de las mujeres, filosofía política, religión e igualdad entre los humanos, Martha C. Nussbaum va al grano cuando se instala ante el ordenador. El próximo día 26 recogerá en Oviedo, de manos del príncipe Felipe, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2012, un galardón que la ha dejado “increíblemente sorprendida, honrada y encantada”, porque, “aunque estoy al corriente de que mis libros se han publicado en España, y hay algunos jóvenes que han escrito sobre ellos, no era consciente de que se me apreciara tanto”, dice en esta entrevista realizada mediante cuestionario electrónico.
PREGUNTA. Su currículo es apabullante. Da clases, conferencias, participa en seminarios en todo el mundo, escribe libros. ¿Qué hace para relajarse de tanta tensión laboral?
RESPUESTA. Soy cantante aficionada. Canto una hora todos los días y doy recitales con cierta frecuencia. También me gusta correr. Y, sobre todo, me encanta estar con mis amigos, que son de lo más variado.
Martha C. Nussbaum nació en 1947 en Nueva York, hija de un abogado y una decoradora de interiores que dejó el trabajo para cuidar de sus dos hijas. Se educó en un colegio de Bryn Mawr (Pensilvania), un lugar que ella misma ha calificado de “elitista y esnob”. Su decisión de luchar contra las desigualdades surgió, cuenta, como una reacción a ese ambiente. Aunque no solo.
“Una de las cosas que me abrió los ojos a la realidad fue un viaje de intercambio estudiantil que hice, un verano, en el que estuve viviendo con una familia obrera, en Swansea, en el sur de Gales. Aprendí lo que es de verdad vivir en la pobreza. No me pareció ni romántico ni atractivo. Estaba siempre triste y aquello tenía poco que ver con mis sueños, porque la pobreza mata las aspiraciones y te quita las ganas de vivir”.
La aspiración inicial de la joven Martha era ser actriz. Y para ello ingresó en la Universidad de Nueva York, donde estudió Clásicas y Arte Dramático. Durante dos años se dedicó a la interpretación, como actriz profesional. “La experiencia me sirvió para ver mundo, conocer a un grupo más amplio de personas y explorar mis emociones. Todavía hoy me gusta mucho actuar, aunque, como le decía, cantar me gusta más”.
Nussbaum continuó sus estudios en la Universidad de Harvard donde descubrió, de pronto, su pasión por la filosofía. En esa prestigiosa institución se doctoró en la materia, a mediados de los setenta, y dio clases, ya casada (de hecho mantiene el apellido de su esposo, Alan Nussbaum, del que se divorció en 1987) y con una hija, Rachel, hoy profesora de universidad como ella. Nussbaum ha contado que Harvard era una verdadera prueba para mujeres en sus circunstancias.
P. ¿Ha mejorado la situación en las universidades estadounidenses?
R. Ha mejorado muchísimo en dos de los aspectos que yo contaba: el acoso sexual está muy vigilado, y es más raro, aunque no tanto como debería, y tanto padres como madres disponen de atención para los hijos. Además hay una voluntad mayor por parte del cuerpo académico masculino de compartir las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. El ambiente es mucho mejor en ese aspecto que el de los bufetes de abogados al que están ligados muchos de mis alumnos. En ese mundo, las jornadas largas hacen imposible conciliar la vida familiar y el trabajo, por eso se ha perpetuado un sistema de dos velocidades en el que las mujeres son las que tienen trabajos a tiempo parcial.
P. Pero las mujeres empiezan a ser promocionadas por el hecho de serlo y a beneficiarse de políticas de discriminación positiva. ¿O son, a menudo, medidas puramente cosméticas?
R. Las actuaciones de afirmación, como las llamamos en Estados Unidos, son necesarias. Las más urgentes son las que sirven para crear espacios de auténtica y completa igualdad de oportunidades. Lo que significa intervenir pronto en la educación de las jóvenes y ofrecer incentivos a los padres para que las alimenten bien y las envíen a la escuela —hay todavía un abismo en términos de mortalidad y educación entre los sexos en muchos países del mundo—. Al mismo tiempo, hay que adoptar políticas que faciliten que el potencial femenino sea respetado y cultivado, lo que incluye medidas adecuadas para el cuidado de niños y ancianos, una carga que recae sobre las mujeres en todo el mundo. En estos casos, esas actuaciones, lejos de ser mera cosmética, son cuestión de vida o muerte. Y si se diera el caso de que otras lo son, habría que denunciarlo.
Nussbaum trabajó, a partir de 1986, con el premio Nobel de Economía Amartya Sen en la iniciativa sobre capacidades, un enfoque diferente para medir el desarrollo de un país, en el centro de Naciones Unidas (UNU-WIDER) dedicado a la investigación en desarrollo económico.
P. ¿Qué significó para usted recibir esa invitación de Amartya Sen?
R. Eso es incorrecto, Sen no me llamó. Fue el director del instituto, Lal Jayawardena, el que me invitó a presentar una propuesta de proyecto para ligar desarrollo económico y filosofía. Yo dirigía ese proyecto, mientras que Sen dirigía otros en el área de pobreza y nutrición. Él había desarrollado ya esa perspectiva de las capacidades. Lo que yo hice fue ocuparme del aspecto filosófico. Fue una experiencia que me abrió los ojos sobre la importancia de los problemas de desigualdad, y me puso en contacto con gente de todo el mundo interesada en el tema.
Nussbaum detalla con detenimiento este enfoque en su último libro publicado en español: Crear capacidades. Propuestas para el desarrollo humano (Paidós). En él, hace un análisis del desarrollo social y económico, que lejos de estar basado en los habituales indicadores económicos, como el producto interior bruto o la renta per capita, tiene en cuenta los medios que pone un Estado al alcance de sus nacionales para que desarrollen las capacidades que cada ser humano encierra, y que ella resume en un decálogo. Lo que mediría el verdadero desarrollo, por tanto, sería que la gente disfrutara del derecho a la vida (“a una vida de duración normal, sin muerte prematura”, especifica la autora), a la salud física, a la integridad física (“estar protegidos de los ataques violentos, incluidas las agresiones sexuales y la violencia doméstica”), o del derecho a poder usar “los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento de una forma verdaderamente humana”. El decálogo incluye también “el poder vivir una relación próxima y respetuosa con los animales, las plantas y el mundo real”.
¿Cuándo se podrá aplicar todo esto, especialmente si lo contemplamos desde un escenario de crisis económica que está destruyendo el Estado de bienestar? “Son propuestas para el futuro”, responde Nussbaum. “Ninguna nación las ha aplicado todavía por completo. Pero si conseguimos un consenso internacional para que sean consideradas derechos humanos fundamentales, podremos lograr que lo sean en algún momento”.
Como apasionada de la filosofía y las humanidades, Nussbaum se ha quejado públicamente de la obsesión por los estudios técnicos, en todo el mundo, y de la afición de los estudiantes a escoger especialidades en función del dinero que se pueda ganar ejerciéndolas. “No tengo el menor problema con las carreras técnicas, no obstante, soy partidaria del sistema educativo en el que todos los alumnos estudian unas materias comunes. Aparte de que ya sabemos que en este mundo de economía cambiante, las humanidades les interesan mucho a los licenciados en Derecho, Medicina y Negocios, porque proporcionan la clase de visión flexible requerida en la nueva economía. Por lo tanto, licenciarse en Filosofía tampoco le impide a nadie encontrar un trabajo”.
Para Nussbaum, los estudios humanísticos son fundamentales además en la forja de un saludable sistema democrático. “Son materias que nos aportan información sobre el mundo en el que vivimos”, dice. Y de entre ellas destaca la filosofía. “Como ya lo vio Sócrates, la filosofía tiene una capacidad única para producir una vida examinada, es una fuente de razonamientos y de intercambio de argumentos. Nuestro clima político actual es histérico, dado a las invectivas más que a los argumentos. Necesitamos de la filosofía con la misma urgencia que la Atenas de Sócrates”.
P. En su libro colectivo Los límites del patriotismo, alerta de los riesgos del excesivo patriotismo. Parece que la cuestión sigue siendo fundamental para los políticos. En la campaña electoral de Estados Unidos se está viendo un recurso constante al patriotismo hasta en los demócratas. ¿Qué opina al respecto?
R. La verdad es que mi visión del patriotismo ha cambiado mucho, pero tendrá que esperar a que salga mi nuevo libro (Political emotions: Why love matters for Justice) el año que viene. Básicamente, estoy de acuerdo con Mazzini [político y activista italiano del siglo XIX que luchó por la unificación de Italia] y otros patriotas, para quienes un patriotismo bueno, inspirado en los valores positivos, es esencial para motivar a la gente en proyectos que requieren de nuestros sacrificios por el bien de los demás.
P. Se convirtió usted al judaísmo hace años. La reputación de esta religión se ha visto empañada por la actitud de los judíos ortodoxos en Israel. ¿Qué papel reserva a las mujeres?
R. No veo cómo puede verse empañada una religión por la mala conducta de sus miembros. No creo que los cristianos del mundo tengan que disculparse a diario por las opiniones sobre la mujer que mantiene el Opus Dei. El judaísmo ortodoxo tiene diferentes variedades, y algunas de ellas han mantenido durante mucho tiempo visiones criticables sobre las mujeres, por eso se produjo la reforma del judaísmo en el siglo XIX, con la vista puesta en una religión que mantuviera de verdad la ley moral y la dignidad humana. Es una religión totalmente aparte, con seminarios rabínicos distintos y una teología totalmente diferente. En estos momentos, en Estados Unidos, más de la mitad de los rabinos reformados y “conservadores” (y lo pongo entre comillas porque son también bastante liberales) son mujeres, y estas dos denominaciones no ortodoxas, muy similares, representan el 90% de los judíos americanos. Y son dos de las denominaciones más progresistas en la vida religiosa de Estados Unidos. La posición de las mujeres en el judaísmo nunca ha sido más sólida. Mi rabino y mi cantor son mujeres, yo misma celebro servicios religiosos, canto y predico. La verdad es que el problema actual es reclutar hombres con talento para el rabinato reformado”.
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