20 MINUTOS.ES
Era el edificio con el que Adolf Hitler pretendía demostrar que su psicótica visión del mundo también podía aplicarse al arte, donde la raza aria pura también superaba a las demás. Ahora es un museo ocasional de diseño bastante dudoso —parece una discoteca de temática vikinga— y alberga, lo cual no deja de tener gracia, un club famoso por sus fiestas tecno y espectáculos de striptease.
La Haus der Deutschen Kunst (Casa del Arte Alemán), como fue llamado originalmente el museo, fue inagurada el 18 de julio de 1937. El edificio, ubicado al borde del mayor parque de Munich, el Englischer Garten (Jardín Inglés), había empezado a ser construido tres años antes. Fue la última gran obra del arquitecto Paul Troost (1878-1934), el primer hombre de confianza de Hitler para materializar los decorados grandiosos, bizantinos y horteras que tenía en mente. Troost fue sustituido como maestro arquitecto nazi por Albert Speer, que sólo sería sentenciado a 20 años de cárcel (pidió perdón) a pesar de haber sido ministro de Armamento y Guerra del Reich durante la II Guerra Mundial.
El gran desfile del nazismo
El museo albergó en el año inaugural la exposición Große Deutsche Kunstausstellung (Gran exposición de arte alemán), escasamente imaginativo lema para mostrar las supuesta superioridad de los artistas nacionales de genealogía limpia y temática heroica frente al arte degenerado de los “judios y bolcheviques”. Dos años más tarde, en octubre de 1939, la exposición se completó con el desfile Tag der Deutschen Kunst (Día del arte alemán), que celebraba los “dos mil años de cultura alemana”.
Un mes después de la invasión nazi de Polonia, primer paso del plan de Hitler y sus secuaces de montar un gran imperio germánico en Europa, el desfile fue uno de los actos con escenografía más excesiva del Reich, con miles de extras disfrazados, borlas, cortinajes dorados, una inmensa bandera con el aguila imperial presidiendo la marcha, toda la ciudad entregada a la celebración y presencia estelar de la orgullosa jerarquía nacionalsocialista: Hitler, Hermann Göring, Joseph Goebbels, Heinrich Himmler, Albert Speer, Robert Ley y Reinhard Heydrich.
Fue residencia de oficiales aliados y casino
Con tamaño pasado, la antigua Haus der Deutschen Kunst llega a sus 75 años. Tras la estrepitosa y sangrienta derrota de Hitler y sus cómplices, el edificio fue residencia de oficiales aliados, casino de juego, almacén y, desde 1946, se llama Haus Der Kunst (Casa del Cultura). No es un museo estable —la construcción es demasiado nazi y todavía son visibles cruces gamadas en algunos adornos arquitectónicos—, pero alberga muestras especiales.
Para celebrar el cuarto de siglo, la Casa de la Cultura ha decidido hurgar en su vergonzante pasado. Lo hace con la exposición Geschichten im Konflikt: Das Haus der Kunst und der ideologische Gebrauch von Kunst 1937-1955 (Historias en conflicto: la Casa de la Cultura y el uso ideológico de las artes, 1937-1977). Como se puede apreciar, el término nazismo o cualquiera de sus palabras derivadas no asoman en ningún momento. Tampoco aparecen en el material publicitario, de prensa o en el catálogo de la muestra.
La exposición —en cartel hasta el 13 de enero de 2013— mezcla tanto obras inspiradas en la ideología supremacista alemana sobre el arte al servicio del totalitarismo como piezas del arte degenerado prohibido (y, en ocasiones, destruido o robado para albergar los salones privados de los altos dirigentes nazis).
Comparan la arquitectura nazi con el ‘Guernica’
En este singular examen de conciencia, los organizadores no tienen reparos en citar el “paralelismo” como arte usado en favor de una ideología entre la maqueta de la Haus der Deutschen Kunst llevada por los nazis al pabellón alemán, diseñado por Speer, de la Exposición Internacional de París de 1937 y el Guernica de Picasso, presente en el pabellón español de la misma feria.
Los organizadores intentan compensar la indeleble mancha nazi del museo recordando que, entre 1949 y 1955, albergó exposiciones dedicadas a, entre otros, los expresionistas del grupo Der Blaue Reiter, pintores de la Bauhaus, Max Beckmann, Paul Klee y, precisamente, Picasso, que expuso el Guernica en el templo del arte ario en 1955.
En Geschichten im Konflikt sólo hay una obra nueva y encargada especialmente para la ocasión: una “dramaturgia” de redes similares a las usadas como camuflaje militar, pero de colores vivos, que tapa parte del museo. El montaje, quizá una metáfora sobre la apremiante necesidad de ocultar alguna mala conciencia, es del artista conceptual suizo Christian Philipp Müller, que quiso trabajar con la idea del camuflaje nazi que permitió al museo de Hitler evitar los feroces bombardeos aliados.
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