La chica fácil de la clase

EL MUNDO.ES

Al director israelí Jonathan Gurfinkel (36 años) le encantaría aprender español. De momento, sabe un número. Seis. No es para menos tras ganar en San Sebastián la sexta edición del Premio TVE-Otra Mirada por su película ‘Seis actos’ (‘Shesh Peamim’).

Una mirada directa, franca, triste, perdedora y asustada a través de los ojos de Gili, adolescente que explora sus límites y cede su cuerpo e inocencia ante la presión social. En algunos casos, es obligada.

La película se basa en un hecho real y próximo al director. “Un caso similar ocurrió en mi instituto y además conocí varias chicas que pasaron por lo mismo”, explica Gurfinkel compartiendo cerveza con la guionista Rona Segal (31 años) en el norte de Tel Aviv.

La historia de Gili es universal. Una joven, con complejos del pasado y temores en un nuevo y millonario hábitat social, busca ser aceptada liándose con ‘El Rey de la Clase’. No sólo con el chico más popular (el más egoísta e interesado) del Instituto sino con quien éste le pida. Incluso intenta, sin éxito, que Gili bautice sexualmente a su hermano pequeño de 13 años. “Conozco a esta chica que se follará a quien sea”, dice el protagonista extendiendo la etiqueta de la nueva compañera.

“Queríamos contar una historia de forma minimalista y sin ninguna pretensión de juzgar a los personajes. Muchas veces en este tipo de películas hay muy malos y muy buenos. Se muestra blanco y negro pero yo quería que se viera también el color gris. El material tratado es explosivo y creo que hemos conseguido despertar la reflexión del espectador creando debate”, comenta Gurfinkel a EL MUNDO.ES.

El cineasta y Segal se deshacen en elogios hacia San Sebastián y siguen sin creerse el éxito español de una obra que aún no ha sido proyectada en Israel. Aunque los seis capítulos de la obra con sus respectivos actos sexuales transcurren en un barrio burgués de Herzliya (norte de Tel Aviv), podrían desarrollarse en cualquier otro lugar del mundo. Jóvenes con hormonas aceleradas, fiestas, porros, alcohol, padres que no saben o no quieren saber lo que hacen sus hijos, cuartos de adolescentes convertidos en fortalezas aisladas… La obra refleja, una vez más, que en un ambiente amable y aparentemente idílico, pueden salir acosadores sexuales sin que ellos mismos sepan que lo son.

La universalidad de la cinta fue también su gran hándicap a la hora de recaudar fondos en el extranjero. “Muchas veces prefieren financiar películas de Israel que muestran sólo el lado diferencial, por ejemplo el conflicto con los palestinos o la comunidad ultraortodoxa”, recuerda el director.

“Pienso que el elogio más importante en San Sebastián no fue el premio sino en la charla posterior en la que nos hicieron las mismas preguntas que en Israel. Muchos nos confesaron su identificación ya sea como padres o hijos”.

El jurado dictaminó que “la película, bajo una apariencia amable, realiza un retrato preciso y fidedigno de un comportamiento universal, humillante y destructivo, muy extendido como método para conseguir la aceptación personal y social. Un comportamiento contra el que todos, mujeres y hombres, deberíamos luchar”.

En el Festival Internacional de Cine de Haifa, celebrado recientemente, la obra de Gurfinkel obtuvo tres premios, entre ellos el de Nuevos Directores. “Tras proyectarse la película, la reacción del publico era de decepción y sorpresa por lo que pasa a los jóvenes. De repente los padres piensan que su hijo o hija pueden hacer lo mismo. De repente, entran en un mundo que no conocían muy bien”, añade.

Quién usa a quién

¿Hasta qué punto una joven acepta ser humillada para sentirse parte del grupo aunque sabe que nunca lo será? “Ellos no me usan sino que yo les uso a ellos”, dice Gili en un momento de la película a sus nuevas compañeras del Instituto, sorprendidas y enfadadas al escuchar sus seis aventuras sexuales.

“Nosotros explicamos lo que se esconde detrás del titular de un diario que suele destacar la parte más violenta del caso ya sea de una violación o acoso sexual. Entender qué y por qué pasa”, comenta Gurfinkel.

Segal interviene: “El espectador se da cuenta que no son monstruos sino que pueden ser tu hijo el hijo de tu vecino. Es una crítica a la sociedad donde coges todo lo que te dan. Donde hay cada vez menos valores. Donde todo vale para que te sientas aceptada e integrada. Los jóvenes lo hacen porque les enseñan”.

Y porque pueden. Sea en Herzliya, París, Valencia o Londres, es motivo más que suficiente. Universal como el sexo y la juventud.

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