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jueves 21 de noviembre de 2024

Crónicas Intrascendentes Parte XXXII

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Mi Cumpleaños 72

Esta semana cumplo 72 años; estoy plenamente consciente de que ya formo parte de lo que eufemísticamente se denomina la tercera edad. Empero, la edad que tradicionalmente se conceptualizaba como la vejez, con cierto tono despectivo, si bien implicaba experiencia, también denotaba merma de capacidades. Mi hijo menor comentó hace unos días, que en el periodo previo a mi cumpleaños “me pongo de malas´´, en años anteriores, otros miembros de la familia habían expresado ideas similares.

Pienso que tienen razón; sin embargo, el mal humor no deriva del hecho que tendré más edad y con ello una perspectiva de vida de corto plazo incierta, sino de que la reunión familiar para esta celebración se ha vuelto rutinaria, sin motivación de los hijos para reunirnos y pasar un momento de convivencia en el que platiquemos sobre nuestras vidas. Considero que el sentido de apatía para festejar mi cumpleaños y otras reuniones familiares, se ha transmitido a mis cuatro nietos, quienes cada vez están más centrados en las tecnologías de la información: Facebook y twitter, principalmente, y en diferentes juegos electrónicos, generalmente con un contenido de violencia.

Pienso que las tecnologías virtuales despersonalizan a la gente y bloquean su expresividad. La comunicación humana vía estos medios, es fugaz, y en ciertos momentos, atenta contra la privacidad, y al final del cuentas, se convierten en transmisoras de chismes y en instrumentos que afectan la seguridad de la gente al poner al descubierto su vida y los movimientos cotidianos que realiza. No estoy en contra del uso de las mismas ya que representan un gran avance para el desarrollo de los individuos y de las empresas, siempre y cuando no sean usadas en forma compulsiva e indebida.

Ahora bien, uno mis pensamientos en relación a mi cumpleaños con lo que escribí el 17 de septiembre del 2010, cuando todavía no había definido claramente que haría con las Crónicas. En esa fecha mencionaba que “ya habían pasado once meses desde la última vez que había escrito sobre mi vida; hoy es víspera de Yom Kipur y estoy casi a un mes de cumplir 70 años, un número mágico con mucho significado, al considerar que mi padre murió a los 62 años de cáncer ,en 1969; mi hermana Julieta falleció a los 59 años ,al inicio de 1994, con cáncer en el pecho, empero ,que finalmente tuvo un paro cardiaco que le evitó entrar en la agonía de esta enfermedad por meses como aconteció con mi padre; y mi hermano Pepe que murió a la 64 años ,al final de 1995 de un síncope cardiaco, provocado por un enfisema pulmonar. Solo mi madre llegó a los ochenta años, murió en 1988, justo diez días antes de nacer mi hijo David, el menor”.

El último año mi vida ha cambiado; tengo algunos problemas de salud, no graves, sin embargo, me han hecho más complicada mi vida cotidiana y me limitan en cuanto a esfuerzos físicos. También preciso mantener una dieta y realizar periódicamente estudios de laboratorio. De alguna forma, mi vida se ha vuelto más rutinaria, aunque no me he abandonado. Diario practico natación y un poco de gimnasia; asisto a actividades culturales y varias juntas técnicas de economía, finanzas y negocios; también participo en la juntas mensuales de la Asociación de Periodistas y Escritores Judíos. Me reúno cada quince días con mis amigos de la adolescencia de la organización Ijud; periódicamente convivo en comidas con varios amigos que hice en el Banco en el que trabajé muchos años.

Con mis hijos mayores y sus familias se han limitado las reuniones; situación que lamento por que los quiero y por que tengo menos oportunidades de convivir con mis nietos, a los que en el presente considero uno de los principales estímulos en mi vida.

Sigo escribiendo semanalmente artículos para el periódico El Financiero y para varios sitios de la comunidad judía. En resumen, mi vida actual se puede evaluar como normal; no obstante, percibo que he entrado en la crisis de la edad madura, que a todo individuo le llega tarde que temprano. Sin embargo, la falta de interés de mis hijos en mi persona me tiene en vela muchas noches.

En este contexto, reflejo cierta apatía y con frecuencia puedo ser intolerante a situaciones y a la gente. En la fecha indicada mencioné que seré más asiduo en la elaboración de lo que entonces denominé memorias, y que para mí son importantes, como un factor de trascendencia hacia mi familia. El tiempo transcurre inexorablemente, no lo podemos detener, somos prisioneros del tiempo.

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