MICHAEL OREN /BOSTON GLOBE
En Estados Unidos todos los eventos –domésticos e internacionales- son vistos actualmente a través del prisma de las elecciones presidenciales que se avecinan. En Israel, sin embargo, nuestro prisma no es político sino existencial. Los irracionales líderes de Irán prometen diariamente borrarnos del mapa mientras a la par producen a gran velocidad la capacidad nuclear necesaria para hacerlo. ¿Pueden ser frenados? nos preguntamos, y si la respuesta es afirmativa, ¿quién lo hará? ¿Hay tiempo todavía?
Ha sido discutido con gran intensidad en la prensa Israelí el tema de la amenaza nuclear iraní. Algunos afirman que Irán aún está lejos de producir un arma nuclear y que Israel no debe actuar solo. Otros advierten que el tiempo se está acabando y que Israel está obligado a defenderse a sí mismo. Sin embargo, más allá de sus diferencias de opinión, los expertos de seguridad israelíes concuerdan en que las sanciones impuestas por la comunidad internacional, a pesar de haber dañado la economía iraní, no han sido exitosas en desacelerar su programa nuclear. Concuerdan en que la diplomacia, a pesar de la creciente flexibilidad en la posición de negociación de la comunidad internacional, no ha generado ni una sola concesión iraní. Los comentaristas israelíes concuerdan en que un Irán nuclear presenta no una, sino muchas amenazas existenciales al Estado judío.
La amenaza más obvia es que Irán monte una cabeza nuclear en alguno de sus muchos misiles de largo alcance y la dispare hacia Tel Aviv. Los israelíes no creen que el régimen que utilizó niños iraníes para limpiar campos de minas antipersonales, que defiende a los terroristas suicidas y que planeó un ataque terrorista en Washington pueda ser disuadido de sus planes nucleares a cambio de un pacto de protección nuclear que le ofrezca alguna potencia nuclear. Cuando incluso los líderes iraníes “moderados” declaran que pueden destruir Israel con una sola bomba, los israelíes tienen que tomarse a los radicales con seriedad. Y cuando el Presidente Obama le dice a las Naciones Unidas que “un Irán con capacidad atómica es un desafío que no es posible contener”, los israelíes no podrían estar más de acuerdo.
Irán es el principal estado promovedor del terrorismo, y si consigue una bomba nuclear también lo harán los terroristas. Pueden entregar esa bomba en un contenedor en un barco o en un camión a cualquier país que decidan sin dejar ninguna huella iraní. Protegidos por un Irán nuclear, los terroristas de Líbano y Gaza podrían devastar comunidades israelíes enteras, con decenas de miles de misiles provistos por Irán.
Los especialistas israelíes en seguridad están seguros de que una vez que Irán pueda armar una bomba, otros regímenes del Medio Oriente comenzarán a buscar capacidades similares. Y si la situación en la zona continúa empeorando, los arsenales nucleares podrían caer en manos de fanáticos. Los mismos extremistas que atacaron recientemente embajadas estadounidenses con granadas y rifles automáticos podrían hacerlo con armas atómicas.
Todo el mundo puede debatir sobre la amenaza de un Irán nuclear, pero sólo los democráticamente elegidos líderes israelíes tienen la responsabilidad de decidir cuál es la mejor forma de proteger a sus ciudadanos. Sólo los líderes israelíes pueden estimar la capacidad militar israelí, las defensas anti misiles y civiles, y estimar la efectividad y el costo de una acción preventiva. Al mismo tiempo, deben sopesar el riesgo de destinarle más tiempo a las sanciones y a la diplomacia mientras los iraníes enriquecen más uranio y transfieren su programa nuclear a bunkers fortificados que están fuera de nuestro alcance. Y algo aún más complejo que deben hacer es calcular el tiempo que queda antes de que Irán pueda plantear esas múltiples amenazas existenciales. “La pregunta más importante no es cuándo obtendrá Irán la bomba”, le dijo recientemente el Primer Ministro Benjamín Netanyahu a la ONU, “la pregunta más importante es en qué momento ya no podríamos evitar que la obtengan”.
La pregunta, explicó Netanyahu, sólo puede ser respondida marcando una línea roja en el único componente observable –y vulnerable- del programa nuclear iraní: el enriquecimiento. Al convencer a los ayatolas de que no pueden obtener uranio enriquecido ni siquiera para una bomba, el mundo indicará la credibilidad a su amenaza militar. Eso, a cambio, dará más tiempo para que las sanciones y la diplomacia funcionen. En lugar de llevar a nuestros aliados a la guerra, una línea roja hará que Irán cambie de opinión y disminuirá las posibilidades de un conflicto militar.
Es cierto, los norteamericanos están viendo al mundo a través de sus lentes electorales, pero igualmente están unidos en su determinación de evitar que Irán adquiera la capacidad para construir armas nucleares. De hecho, el Senado reiteró recientemente esta convicción, votando 90 a 1 a favor de una resolución que busca impedir que adquieran esas capacidades. También es cierto que la perspectiva que los israelíes tienen sobre el mundo es a través del oscuro lente de un Irán nuclear; pero pese a que el prisma puede refractar sus opiniones, todos concuerdan en que el tiempo es limitado. Al trazar una línea roja ahora obtendremos tiempo para explorar futuras opciones diplomáticas, intensificar sanciones y reforzar la credibilidad militar.
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