HENRIQUE CYMERMAN/LA VANGUARDIA.COM
Cómo es posible que Israel tenga más compañías en el índice Nasdaq que los países de toda Europa, Corea, Japón, Singapur, China e India juntas? Jutzpah parece ser la clave para entender ese país. Es un término yidis (el idioma histórico de los judíos de Europa oriental), que, al igual que otros conceptos de esa lengua, fue adoptado por el hebreo y el inglés. Su significado es algo similar a descaro, osadía, cara dura, en el buen sentido de la palabra. Una inquietud o insatisfacción básicas, necesarias para reunir en un pequeño país rodeado de enemigos la mayor concentración de innovación e iniciativa empresarial del mundo.
En las universidades, los bares de las playas, las sinagogas, las bases militares, se puede escuchar a jóvenes hablando sobre su idea para una start up y una aplicatsia (o sea, una empresa de nueva creación y una aplicación) o sobre el nuevo sistema para resolver algún problema. “Cuando un israelí tiene una idea, empieza a ponerla en práctica esa semana”, afirman analistas de Tel Aviv que estudian el ADN del high tech hebreo y que señalan que cada año surgen 300 start up. Mientras se leen estas líneas, alguien en Tel Aviv o el Silicon Valley de Ramat Hajaial está creando una empresa de software o un joystick destinado originalmente a un tanque Merkava o para videojuegos, y que está siendo aplicado a los quirófanos. Hace muchos años que las naranjas de Jaffa ya no son el principal producto de exportación del país. Hoy, es más conocido por desarrollos en el campo de internet (los chats de ICQ), telefonía móvil (los SMS), juegos o animación digital.
En 4Innovation, una firma española de analistas de innovación que trabaja en Israel, se subraya que este país cuenta con 63 start up tecnológicas en el Nasdaq, la bolsa norteamericana de firmas tecnológicas; invierte un 5% de su PIB en I+D y tiene 249 patentes por millón de habitantes. Japón tiene seis empresas tecnológicas que cotizan en Nasdaq, Irlanda y Reino Unido, cinco cada una; Alemania, dos, y España, ninguna. El Global Innovation Index define a Israel –un país con una población similar a la de Catalunya– como el segundo Estado del mundo por la calidad de sus científicos y su producción tecnológica. España ocupa el puesto 31.
Quizás Israel, en sí mismo, sea una start up. El Estado judío, que ha cumplido 64 años, vive en una situación de guerra desde antes de su creación. En el 2000 estalló la segunda intifada palestina; en el 2006 reventó la segunda guerra de Líbano contra el grupo radical Hizbulah; a finales del 2008 e inicios del 2009, las fuerzas israelíes invadieron Gaza para poner fin al lanzamiento de misiles y cohetes. Los conflictos son muy destacados por los medios de comunicación mundiales; de hecho, Israel y Palestina son el lugar del planeta con más periodistas por metro cuadrado –sólo en el barrio de Ramat Sharet de Jerusalén hay más corresponsales extranjeros que en toda África–. Pero la estrategia del milagro económico israelí no ha sido suficientemente reflejada. Los muertos eclipsaron la cultura de innovación y la creatividad de la generación más joven de Israel. La olla de presión en la que vive Israel, rodeada de vecinos que le boicotean y le cierran las puertas, ha hecho que se viese obligado a saltar por encima de esas fronteras y globalizarse. Y el software es uno de los productos que viajan mas fácilmente. La biotecnología y los instrumentos médicos son campos que están creciendo cada vez más.
Israel tiene la tasa más alta del mundo de start up (casi 4.000), una por cada 1.844 ciudadanos. Son iniciativas empresariales de alto crecimiento y que utilizan talento especializado. Abraham Karni, un veterano emprendedor, cuenta: “En mis empresas acostumbro a seleccionar a personas que ya fracasaron en el pasado; por ello, pueden usar su experiencia de forma constructiva”. El hecho es que es más fácil crear y cerrar empresas que en otros países.
Cuando el joven Shai Agassi anunció enla Conferenciade Davos que empezaría a construir la primera red de coches totalmente eléctricos de Israel, para reducir la dependencia del petróleo, el presidente del país, Shimon Peres, reveló a este periodista que expertos presentes le comentaron que algo así era imposible y que la única solución eran los coches híbridos. Peres, gran defensor de los avances tecnológicos y de la nanotecnología, contestó a Agassi: “Buen discurso. Pero que es exactamente lo que vas a hacer?”.
Unos años más tarde, hay miles de coches eléctricos en las carreteras israelíes y decenas de miles de puestos de carga, y el modelo de la compañía Better Place ha cautivado a 27 regiones mundiales. La familia de Agassi, de origen iraquí, es parte del millón de judíos que huyeron de los pogromos en los países árabes. En sus primeros dos años de independencia, la población israelí se duplicó, y en los siete años siguientes creció en un tercio más. Dos de cada tres israelíes eran olim jadashim, nuevos inmigrantes. Este hecho quizás ha contribuido a crear una mentalidad más abierta y creativa. Como declara el empresario, los inmigrantes quieren “un nuevo principio” y siempre están dispuestos a arriesgar más.
Investigadores norteamericanos y europeos han acudido a Tel Aviv, Haifa y Jerusalén para estudiar “el secreto del high tech made in Israel”, como los estadounidenses Dan Senor y Saul Singer, que escribieron Start up Nation. El milagro económico de Israel. Proporcionalmente a su población, es la nación con más ingenieros y más artículos científicos publicados. Ciudadanos israelíes han obtenido diez premios Nobel –sólo la Universidad Hebrea de Jerusalén suma seis–. En el 2008, las inversiones per cápita de capital de riesgo (venture) en Israel fueron 2,5 veces superiores a las de EE.UU., 30 veces las de Europa, 80 más que en China y 350 más respecto a India.
Los gigantes vieron hace años el potencial del país; compañías como IBM, la primera en instalarse en Israel, y que transformó su centro local en una consultoría y su mayor laboratorio de I+D fuera de EE.UU. Microsoft, Intel o Converse la siguieron. Hoy, aparte de 180 empresas públicas especializadas en high tech que cotizan en bolsa, el país cuenta con más de 70 grandes compañías como Deutsche Telecom, Google o Motorola, con filiales en Tel Aviv, Herzliya y Jerusalén especializadas en I+D. Una de estas compañías tenía un problema tecnológico que no logró resolver en sus principales sedes internacionales. Alguien le sugirió que lo intentase en la israelí. Cuando el director norteamericano de Intel llegó a Tel Aviv, no se lo podía creer al ver un grupo de jóvenes de 25 años en vaqueros, zapatillas y con la piel blanca porque, según dicen, no tienen tiempo de ver la luz del sol… Les presentó el problema, y ellos se gritaron en hebreo durante 45 minutos. “¿Todo bien?”, preguntó, preocupado. “Sí –respondieron en inglés– es que ya lo hemos resuelto”.
Eduardo Bigio, ingeniero peruano y presidente del comité del tercer mundo del Congreso Judío Mundial, emigró a Israel con su esposa en el 2001. Escribe artículos y organiza actos enla Universidadde Tel Aviv. Según él, el secreto está en el pensamiento abstracto judío, que incita a una actitud de reflexión y de debate en todos los textos religiosos. “En Israel se destacó desde finales del siglo XIX la importancia de las universidades y de los estudios superiores”, dice.
La experiencia de los jóvenes, que a los 18 años se ven obligados a cumplir un servicio militar obligatorio (de tres años los hombres y dos las mujeres), es clave. Los mejores alumnos de los últimos cursos de instituto son seleccionados para las unidades de élite. Es una selección general que forja dirigentes desde jóvenes, al frente de equipos y familiarizados con las tecnologías más avanzadas. Son muchos los oficiales y los soldados que cambian el uniforme del ejército por la ropa de civil.
Bigio explica que “en el ejército israelí, las jerarquías existen, pero los soldados pueden refutar al oficial”. “Trabajan duro –añade–, pero son educados en un clima de cuestionamiento de la autoridad, en la interpelación y el uso de la argumentación. Aprenden a trabajar en equipo, y cuando salen al mercado de trabajo, eso es clave”.
La aparente falta de disciplina y de protocolo de los israelíes sorprende a menudo a los empresarios extranjeros. Un director de NBC Universal comentó: “Nunca vi tanto caos y tanta innovación en un solo lugar, tan pequeño”. Yosi Vardi, uno de los pioneros del high tech, le contestó: “En Israel todos se conocen”. “Las cosas difíciles las hacemos inmediatamente. Las imposibles tardan un poco más…”, decía el fundador del Estado y uno de los grandes líderes de la historia judía, David ben Gurion.
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