LA OPINION DE ZAMORA.ES
El legado sefardí que esconde la provincia de Zamora es sobresaliente, especialmente en diferentes pueblos afincados a ambos lados de la raya fronteriza con Portugal, donde se refugiaron los judíos tras la expulsión decretada por los Reyes Católicos. Pero también en la propia capital y en prácticamente todas las comarcas, pues existieron sinagogas u oratorios en todas las villas y localidades importantes de Sanabria, Benavente, Tierra de Campos, La Guareña, Toro y Campos-Pan.
Pueblos como Villardeciervos contaban con barrio denominado judío, y no faltaban en sus paredes los escudos «raspados» para tratar de encubrir así el rasgo judío, ni la casa llamada de La Inquisición.
Es un legado tan interesante que el catedrático y profesor de la Universidad de Viterbo (EE UU) Jesús Jambrina, nacido en Cuba, pero con raíces en Gema del Vino, sostiene que «Zamora en su conjunto ganaría mucho si se reconociera y recuperara este pasado histórico y se aprovechara, además, con fines turísticos».
«Zamora no es solo el románico», expresa un tanto contrariado por semejante olvido el profesor, a quien le llama la atención que «en el Museo Etnográfico no haya absolutamente nada de la presencia sefardí en Zamora, habiendo sido Zamora una de las aljamas más importantes, habiendo sido documentada una academia tálmica, una sinagoga, un cementerio y, al menos, dos juderías importantes; y habiendo albergado los pueblos de la raya hispanolusa, y otros pueblos, una interesante población de criptojudíos».
Para realzar el valor de este pasado sefardí, pone de manifiesto que el minúsculo pueblo luso de Carçao «tiene previsto abrir en marzo un Museo Judaico», que ya ha despertado el interés social.
El investigador y estudioso del pasado sefardí, que presentó el pasado domingo, en Fermoselle, el documental elaborado sobre la presencia judía en Zamora y provincia, apuesta «por la integración de la cultura hebrea a la cultura hispanoamericana», al igual que se ha hecho con otros pueblos desplazados, suplantados, expulsados e indígenas.
Asegura que España, llamada por los judíos Sefarad, «es el único sitio donde ha habido un siglo de oro hebreo, en término literario, cultural y filosófico»; un periodo que duró varios siglos, algunos de dura represión contra el judaizado por mano de la Inquisición que aplicó sin escrúpulos el Santo Oficio.
Reitera Jambrina la importancia de recuperar este legado «como parte de la tradición, e integrarlo al resto de los conocimientos que tenemos de la cultura, como sucede con otras culturas indígenas, integradas al flujo de la nación». La cultura sefardí, remarca, «es parte de la cultura española y merece un reconocimiento, al igual que ha recibido la parte griega,romana, visigoda y árabe». Para el estudioso «incorporando e integrando lo hebreo a la cultura hispana se enriquecerá la experiencia cultural de los ciudadanos».
Nacido y formado en Cuba, a donde llegaron sus abuelos en la segunda década del siglo XX, Jesús Jambrina viajó a Estados Unidos, en el año 2000, para doctorarse en Literatura hispanoamericana. La pasión por el tema sefardí cuajó en él «por el interés académico, cultural e histórico», pues, según expresa, «no soy una persona religiosa. También caló este tema «por la conexión familiar con Zamora, y por mi profesión». Cuando vino a Zamora le llamó la atención «la escasez de elementos sobre el tema» y esto le impulsó «a indagar un poco más sobre la presencia safardí».
Aunque reconoce que, hasta ahora, «no se ha encontrado un edificio para clasificarlo como judío», hace hincapié en que «la historia es conocida como para tener en consideración el legado judío». Alude concretamente «a la sinagoga que fue transferida a la iglesia de San Sebastián, que ya no existe, al no existir tampoco el templo, y donde ni siquiera se han realizado excavaciones».
Repara Jesús Jambrina también en el hallazgo del denominado «sello, de Toro», y a otras referencias de la Historia Ilustrada que incluye «un pendiente de la zona donde supuestamente estaba el cementerio judío». Igualmente hace especial referencia a los descubrimientos «de los colegas» José Manuel Laureiro y Anun Barriuso, en Fermoselle y Tras os Montes, donde apuntan la existencia de restos que revelan un pasado judío.
Tales aspectos que fueron comentados por los referidos estudiosos en el acto organizado en la Casa del Parque Arribes del Duero, y que desbordó la sala de fermosellanos, convencidos de que los judíos vivieron arraigados y practicando su fe en la villa de Arribes del Duero.
Entre los lugares señalados como sinagoga judía se menciona la actual casa de Valentín Ramos, recientemente modernizada. Ramos descubrió al realizar la obra, en lo que es la bodega, una piedra que, según afirman, «servía como curso de agua que era utilizada cuando daban a luz las mujeres». Pero existe la sospecha de que la villa guarda en sus entrañas subterráneas otras muchas sorpresas de aquella época de conversos «escondidos».
Jambrina incide en que «es necesario diferenciar la época anterior al decreto de expulsión de los judíos, a la posterior al año 1492, cuando la raya hispano-portuguesa se convierte en un territorio donde se esconden muchos cristianos nuevos, forzados a la conversión, pero que siguen fieles al judaísmo».
El área de Sayago, Alcañices y Sanabria, toda la zona fronteriza con Portugal es una zona alejada y los arribes del Duero, por sus características orográficas, permiten esconderse y viajar de un lugar a otro. «Es un área de mucha presencia criptojudía».
La importancia de la población judía en los pueblos de uno y otro lado de Arribes del Duero lo pone de relieve el hecho de que la pequeña localidad lusa de Carçao va crear un Museo Judaíco. Será abierto en marzo. Este pequeño pueblo destaca «como un sitio donde se refugiaron zamoranos» según revela «la documentación existente sobre el procesamiento a personas de Zamora por el tribunal de Coimbra, que los juzgó por su comportamiento judaizante».
La investigación genealógica, señala Jesús Jambrina, «ha dado nombres concretos de familias enteras que eran criptojudías hasta el siglo XIX». Tales procesos judiciales terminaron con los reos en la hoguera, con la expropiación de sus bienes o con la excomulgación, y con penas más o menos gravosas o letales, según la gravedad del delito.
Explica el profesor que, en el caso de Carçao, «había casos de que algunos que, para no ser procesados, debían reconocer que la familia practicaba sus creencias en secreto y que se reunía en determinadas casas».
Hoy día están saliendo a flote, poco a poco, «piedras, esculturas con diseños y mensajes referentes a la relación entre judaísmo y el cristianismo», piedras talladas por familias sefarditas que representaban de este modo simbólico su creencia.
En Carçao llama la atención «una piedra impresionante, donde se tallan los nombres de varias familias que fueron procesadas por inquisición, y se tallan, precisamente, para que no se olvide» semejante hecho. La conservación de estas piezas ha sido posible porque Carçao «es un pueblo muy pobre, alejado, donde la modernización no ha llegado». El responsable político ha considerado válido crear este Museo como recordatorio de la historia y apertura es ya un aliciente turístico y cultura para el pueblo.
El profesor Jambrina reitera la repercusión que conlleva la integración del judaísmo en la riqueza cultural y en la historia local. «Estuvieron más de mil años y han dejado una herencia cultural filosófica, literaria muy importante». En su criterio, «Zamora y provincia es afortunada en tener esa herencia dentro de su historia. En el caso de Fermoselle, Sanabria y otros pueblos, pienso que deberían reconocer, señalizar y poner de relieve la historia. Aquí nació, aquí vivió, aquí enseñó, aquí visitó…».
La raya, añade, «adquiere importancia porque fueron los lugares por donde salieron muchos, o nunca se fueron, o porque regresaron a dicho área por las condiciones de la frontera, que les permitirá moverse si tenían que escapar». La raya creció en importancia en un momento de tensión y celosa persecución de judíos por los agentes del Santo Oficio. «No era lo mismo a principios del siglo XV, cuando Zamora es más importante y la judería nueva está viva y creciendo, porque hay muchos que vienen a refugiarse. Pero a partir de 1482 la situación cambia. A partir de entonces hay que tener en cuenta el otro lado de la raya. Pueblos como Sendim, Mogadouro y otras localidades. Es una zona de intercambios familiares. Por los estudios genealógicos podemos ver que las familias, algunas endogámicas, se mueven entre las zonas y ese flujo llega también a la ciudad de Zamora, porque muchos se refugian aquí».
También se dio una emigración de conversos al otro lado de los mares, a América. El caso más famoso señalado por Jesús Jambrina es el de la familia Carbajal, «con raíces en Benavente». «Luis de Carbajal, fundador del Nuevo León, en Méjico, se llevó a parte de su familia y a muchos criptojudíos. Fueron unas noventa familias, y cuando la Inquisición los descubrió en Méjico los procesó y los mató» explica el profesor. La fermosellana, Genie Milgrom, y practicante del judaísmo, también residente en Estados Unidos, ha realizado una profunda labor genealógica que se remite hasta los ancestros de hace quinientos años y que revela una trayectoria sefardí que hoy está repartida por diferentes países.
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