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Antonio G. Iturbe reconoce que el horror de Auschwitz nunca le interesó como tema para escribir un libro. Sin embargo, cuando supo de la biblioteca clandestina que milagrosamente nació en aquel campo de concentración comenzó a indagar.
Más de cuatro años después, publica La bibliotecaria de Auschwitz (Planeta), una novela basada en hechos reales con la que este periodista y escritor rinde homenaje a la valentía y la vitalidad de Dita Kraus, una niña judía contemporánea a Ana Frank que se jugó la vida haciéndose cargo de unos cuantos libros y que, aun aL día de hoy, quita importancia a su proeza.
– Antonio, ¿cómo era ese campo del que hablas en La bibliotecaria de Auschwitz?
Era un subcampo –porque era uno de los muchos campos que formaban Auschwitz– singular. Le llamaban “el campo familiar” porque realmente había familias, lo cual era una rareza. De hecho, cuando llegaban judíos a Auschwitz se realizaba una selección drástica. Los nazis eran nazis, pero eran prácticos. Así que los no aptos para trabajar (ancianos, embarazadas, niños y enfermos) ni siquiera llegaban a pisar el campo. Iban directamente a las cámaras de gas.
Esto hacía que en Auschwitz no hubiera niños. Pero este campo era la excepción. Los nazis quisieron que estos niños estuvieran en un barracón para que no molestaran a los mayores, que estaban todo el día trabajando. Y en aquel barracón –que contaba con 8.000 personas– surgió una biblioteca muy pequeña. A Dita Kraus se le encargó que la custodiara.
“Sin leer, la vida es apenas una supervivencia”
– ¿Por qué un libro sobre el campo de concentración nazi?
Pues la verdad es que yo nunca había sentido interés por Auschwitz, pero me llamó mucho la atención el tema de la biblioteca. Cuando conocí la historia me pregunté cómo era posible que en un lugar tan horroroso como aquel hubiera personas que leían. Y quise saber más. La reflexión que intento hacer en el libro es que para sobrevivir hace falta beber y comer, pero, si no tenemos la capacidad de soñar o si no nos podemos asomar a esa ventana que supone la lectura la vida es apenas una supervivencia.
– Para narrar la historia has entrado en contacto con la protagonista, aquella niña de 14 años que escondía libros en el barracón. ¿Cómo es ahora Dita Kraus?
Dita tiene ahora 83 años, y sigue siendo muy vital. Lo más fascinante de ella es que no se queja nunca de nada, a pesar de las cosas terribles que ha soportado. Te hace bromas, sigue siendo una persona muy fuerte… A mí me deja estupefacto. Nosotros, en cambio, nos deprimimos por cosas que nos pasan, pero ella le quita importancia a todo. Cuando te cuenta su historia dice que ella estaba allí, que alguien tenía que cuidar de los libros… ¡Es increíble! Ahora vive en Israel.
– ¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción encontrarán los lectores?
Los personajes son reales, pero los diálogos están reconstruidos en mi cabeza. Y las relaciones que tienen entre ellos las modifico un poco. Había personas que en la realidad no se conocieron, pero yo les junto en la foto.
“Pese a haber estado en Auschwitz, dice que su infancia fue feliz”
– ¿En qué países has estado para poder trazar el argumento?
El Polonia, para conocer Auschwitz, y en Praga –el país de Dita Kraus– para ver el gueto de Terezín, donde ella estuvo antes.
– ¿Cómo era la vida de Dita antes de internar en Auschwitz?
Dita tenía 9 años cuando las tropas nazis entraron en Praga. Poco después la deportaron junto a su familia al gueto de Terezín, a las afueras de la ciudad. Pero fíjate que ella recuerda su niñez con cariño. Dice que fue feliz. Y eso que no podía ir al parque a jugar ni a la escuela. Los judíos se tenían que ir al cementerio a jugar. Los niños tienen esa capacidad tremenda de superar la adversidad. Más tarde, ya en Auschwitz ella sufrió un golpe terrible con la muerte de su padre.
– ¿Cómo murió su padre?
Su padre murió de neumonía. Piensa que allí los inviernos eran de menos 30 grados y ellos estaban vestidos con apenas una camisola. Era una forma más de morir. La madre murió al acabar la guerra.
– ¿Cuánto tiempo estuvo Dita en el campo y cómo logró sobrevivir a ese infierno?
Pues ella ingresó allí en diciembre de 1943 y salió en julio de 1944. Dita está hecha de un metal especial. Yo creo que fue su vitalidad lo que le ayudó a sobrevivir. Aunque el azar también tuvo que ver. Otros como ella –por ejemplo, Ana Frank – fueron asesinados.
“Dita Kraus y Ana Frank coincidieron en Bergen-Belsen”
– ¿No se conocieron Ana Frank y Dita Kraus?
No, pero podían haberse conocido porque coincidieron en el tiempo. Cuando en julio del 44 se disuelve el campo familiar, a Dita la derivan a Alemania, al campo de Bergen-Belsen. Y a Anna Frank también, pero murió allí. En Bergen-Belsen era muy complicado sobrevivir más de tres o cuatro meses. Había muchas epidemias y muy malas condiciones de vida. Dita Kraus llegó más tarde y por eso se salvó.
– ¿Qué es lo que más te asombra de su historia?
Sin duda, su fuerza, su energía… Lo más bonito que recuerdo de ella fue aquel momento en que, acabada la guerra, ella se reencuentra en una cola de una oficina judía con el que después iba a ser su marido. Estando en esa cola, él se acercó y le dijo: “Eres la bibliotecaria de las piernas delgadas”. Ella sonrío, un poco coqueta. Y eso Dita lo cuenta mucho.
– En el libro aparece otro personaje real, Fredy Hirsch, que era el que distraía a los niños mientras sus padres hacían trabajos en el campo de concentración. ¿Cómo era Fredy?
Él era un judío interno al que los nazis nombraron para cuidar de ese barracón. Era un tipo muy valiente porque podía haberse conformado con cantar canciones con los niños, pero no. Les animó a formar una biblioteca.
– ¿Qué es de él?
Murió. No sobrevivió.
“Dita sobrevivió porque tenía un mundo propio importante”
– ¿Cómo influyó este profesor en la vida de Dita?
Pues le admira mucho. Fredy Hirsch era muy guapo, muy atlético, hablaba muy bien. Era como un ídolo para ella.
– También aparece en el libro el Doctor Joseph Mengele, que hacía experimentos tan terribles como inyectar tinta en los ojos de los judíos para ver si cambiaban de color. ¿Qué fue este hombre?
Mengele sobrevivió y fue de los únicos nazis importantes que se escapó. Murió ya de mayor en Latinoamérica, bañándose en la playa, parece ser que de un infarto.
– ¿Y qué hizo Dita para no volverse loca en aquel lugar?
Dita tenía amigas, le gustaba hablar, leía… tenía un mundo propio importante. Esto fue fundamental, porque no se hundía hacia dentro. Es lo que le hizo salir adelante.
– ¿Está Dita contenta con tu libro?
Sí, porque ella quiere que esta historia, lo que vivió, no se olvide. Y para eso están los libros. Pero no lo ha leído, porque no habla castellano. Ya veremos qué dice si lo lee algún día.
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