Artículo de octubre de 2012
GINA ZABLUDOVSKY KUPER
Con el título de “The Myth of Male Decline”, el New York Times publicó el domingo 30 de septiembre un artículo de la profesora Stephanie Coontz que cuestiona las percepciones en torno al notorio avance de las mujeres en el mundo laboral. La autora argumenta que, si bien es cierto que en el ámbito de los derechos legales y económicos ha habido grandes avances, en realidad, todavía estamos lejos de llegar a los niveles deseados. Las diferencias entre el tipo de oportunidades accesibles aún persisten y, en algunas áreas, el proceso hacia la equidad se ha estancado.
Para demostrar estas tesis, Coontz proporciona datos de Estados Unidos que muestran cómo, a pesar de la disminución de la brecha durante los últimos años, los hombres graduados de licenciaturas llegan a ganar más que las mujeres y el ingreso promedio real todavía presenta importantes contrastes. En las industrias más importantes – -particularmente las de alta tecnología- los principales puestos siguen ocupados prioritariamente por directores del sexo masculino y, en el Congreso de Estados Unidos, las mujeres apenas alcanzan el 17% de los asientos.
Si bien es cierto que el 40% de los puestos gerenciales en ese país están ocupados por mujeres, sus percepciones económicas equivalen al 73 % del de los hombres en la misma posición y únicamente el 4% de las 500 grandes compañías enlistadas en la revista Forbes tienen a una mujer como su presidenta o directora general (CEO)
Si se toman en cuenta los datos de la recesión económica reciente, uno puede constatar que, a pesar de la crisis del 2007 fueron hombres los que perdieron el 80% de los empleos, en realidad ellos han recuperado un 46.% de los mismos, mientras los mujeres apenas lo han hecho en un 38.7%.
Las diferencias se hacen más evidentes cuando no sólo se analiza lo relacionado con “el techo de cristal” (entendido como ese manto invisible que hace que la presencia de mujeres disminuya a medida que se asciende en la pirámide organizacional) sino también lo que los sociólogos(as) llamamos “segregación horizontal” y que tiene que ver con la exclusión de las mujeres en ciertas ocupaciones.
En su análisis sobre el tema, Coontz demuestra cómo, si bien es cierto que durante las décadas de 1970 y 1980, la presencia de las mujeres en ciertas áreas consideradas masculinas como las ingenierías eléctricas se incrementó notablemente, durante los últimos años esta tendencia se interrumpió y , sólo se observan cambios importantes en otros campos específicos como los relacionados con administración de servicios de salud y medicina donde, en el mismo periodo, la presencia de mujeres se incrementó de 50% a 70% . Entre jueces y abogados(as) el porcentaje de mujeres también aumentó considerablemente pasando del 14 % al 39%-
Pese a estas excepciones, la realidad muestra que donde más se ha extendido la presencia de las mujeres es en aquellas actividades consideradas “femeninas” como la de trabajo social donde de 1980 a 2010, el porcentaje de mujeres subió de 64% a 81% . Esta tendencia también se observó entre las maestras de primaria.
Como lo han señalado distintos estudios, a medida que se feminizan las ocupaciones, el monto de los sueldos suele disminuir y en los trabajos socialmente menos apreciados, como los de empleadas domésticas y personal de limpieza en los hoteles, el índice de participación de las mujeres también se ha ido a la alza.
Así, las inequidades entre hombres y mujeres persisten aunque, desde luego, como también lo advierte la autora, habría que ver de qué hombres y de que mujeres se trata. Es muy probable que si observamos las cifras con lupa encontremos que en las zonas metropolitanas de Estados Unidos las mujeres blancas solteras y con altos niveles educativos ganen significativamente más que los hombres de origen latino con bajos niveles escolares.
Los hallazgos del estudio mencionado ponen puntos importantes en la mesa y muestran que todavía hay mucho por andar y discutir en cuanto a la equidad de género se refiere. A partir de lo aquí apuntado, en próximos artículos analizaré cómo se pueden comparar estos hallazgos con el caso mexicano.
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