RODICA RADIAN GORDON/EXCELSIOR
Esta semana está marcada por el 17 aniversario del asesinato del ex primer ministro israelí Itzhak Rabin. Como en años anteriores, también hoy el trauma nacional que provocó su asesinato no se ha visto aminorado. La sociedad israelí sigue de cerca las lecciones y consecuencias de este terrible suceso, especialmente por ser una sociedad compuesta de un tejido multicultural que contiene dentro de sí una multitud de voces y opiniones encontradas.
El asesinato de Itzhak Rabin ha apuntalado valores esenciales que sustentan la base de toda democracia: la capacidad para mantener debates políticos sin perder el denominador común democrático. El continuo debate sobre los límites del discurso político legítimo, los derechos y privilegios, así como la responsabilidad ciudadana y el rol del líder, entre otros, forman parte indispensable de la vida cívica y republicana y del legado de Itzhak Rabin.
Dicho legado es particularmente relevante en este aniversario, que concuerda con las fechas en que todo el sistema político israelí se está preparando para las próximas elecciones. Las posibles fusiones entre partidos existentes (como es el caso del Likud con “Israel Nuestra Casa”) parecen crear bloques políticos más distintivos, con agendas que no necesariamente convergen entre sí. El reto es grande y nos obliga a reflexionar sobre el rostro nacional y los valores que nos unen. Sin lugar a dudas, la tolerancia y la disponibilidad de resolver toda disputa de un modo no violento crean los valores primordiales de la convivencia.
A lo largo de su vida Itzhak Rabin fue un líder sobresaliente, tanto en sus cargos militares así como en su capacidad de hombre político. Fue un gran patriota que siempre puso los intereses nacionales por sobre los particulares o partidarios, siendo sus rasgos más sobresalientes la modestia y la honestidad. El proceso de paz con los palestinos que inició en su capacidad como primer ministro fue la cima de su carrera.
Casi 20 años después, dicho proceso continúa generando un debate profundo dentro de la sociedad israelí. Tomando en cuenta los recientes acontecimientos del Oriente Medio, el significado de un proceso de paz auténtico es de gran importancia, especialmente a la luz de las posibles concesiones que exige este proceso. El debate es legítimo y necesario y aunque las opiniones sean diversas, su lugar en el terreno político es legítimo y aún necesario, siempre y cuando las reglas permanezcan bien definidas.
Todavía estamos en espera de ver un debate similar que lleve a un consenso sobre la necesidad e importancia de llegar a la paz dentro de la opinión pública palestina. Mi opinión personal es que la única manera de garantizar una paz verdadera es a través de negociaciones directas y sinceras en las cuales ambas partes puedan presentar sus diversas peticiones. Dudo que una demanda unilateral en el marco de las Naciones Unidas resulte en una solución duradera y satisfactoria para las partes.
Embajadora de Israel en México
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