RAFAEL BARDAJÍ/ GEES.ORG
Las autoridades iraníes acaban de revelar que ya han completado la instalación de todas las centrifugadoras para enriquecer uranio en su planta subterránea de Fordow. Ya sólo es cuestión de meses para que cuenten con la suficiente cantidad de uranio al 20% para pasar a la última fase, el enriquecimiento al 92% y poder construir así su primera bomba. Si todo les sale como hasta ahora, es más que probable que ese momento llegue hacia finales de abril o mayo del 2013, el año que viene. Si el líder supremo, Ali Jamenei, se decide por pasar a la fabricación de la cabeza atómica, podrá tenerla entre dos y cuatro meses más tarde.
Hasta ahora casi todos los análisis sobre el programa nuclear iraní han girado sobre las consecuencias de un posible ataque israelí, americano o conjunto, particularmente desde que el impacto de las sanciones no acaba por doblegar la ambición nuclear de lo ayatolas. El temor a que una intervención militar disparase el precio del crudo y acabase con los débiles brotes de una recuperación económica que no acaba de cuajar ha sido la nota dominante en el cálculo político de numerosas cancillerías. Pero el coste de la inacción tampoco es baladí.
Acaba de publicarse un concienzudo estudio del Bipartisan Policy Center de Washington cuyas conclusiones no debieran escapar a los panificadores económicos de los gobiernos occidentales, incluido el español.
El estudio afirma con rotundidad primero que un Irán nuclear crearía unas fuertes expectativas de problemas de estabilidad en la zona y en el flujo normal del suministro de petróleo en el Golfo lo que, conociendo la dinámica del mercado petrolero, incrementaría las primas de riesgo que, por fuerza, acabarían aplicándose al precio de venta. Así, de acuerdo con la experiencia conocida de crisis anteriores, la mera expectativa de un conflicto elevaría entre un 10 y un 25% el precio del crudo. Si la situación de inestabilidad se prolongara en el tiempo, durante varios meses o un año el precio llegaría a elevarse entre un 30 y un 50%. Esto es, el barril se encarecería entre 30 y 55 dólares desde sus precios actuales.
El impacto del alza del crudo, desgraciadamente, ya sabemos cuál es: mayor inflación y más desempleo, justo lo que menos necesita la economía americana y europea, por no hablar de la española en concreto. El informe del BPC estima que para los Estados Unidos significaría una caída del PNB de algo más del 1% y posiblemente algo más para el resto de economía occidentales.
Nuestro problema es que, ensimismado como estamos por los problemas de todo tipo autogenerados en España, las previsiones oficiales para el 2013 no tienen en cuenta ninguno de estos factores adversos que, tarde o temprano, llegarán a producirse si no se cambia el rumbo atómico de Irán. Y hoy por hoy, pocas esperanzas nos quedan de que Irán no se haga con la bomba. Sólo Israel la mira con horror pero como hacemos todos lo indecible para que Jerusalén no actúe, me temo que tendremos bomba iraní. Y con ella el fin de las expectativas de recuperación económica. Lo digan los prepuestos o no.
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