La naturaleza entre el conflicto árabe-palestino israelí es religiosa

Artículo de noviembre de 2011

GABRIEL BEN TASGAL

En su libro “Faith and Power”, el orientalista británico Bernard Lewis sostiene que la religión musulmana siempre cumplió un papel fundamental en los procesos políticos de la zona. Sin embargo, políticos y periodistas poco informados pecan al diagnosticar y al simplificar la naturaleza del conflicto desde una óptica “territorial” cuando se trata de un enfrentamiento netamente “religioso”. Al catalogar el conflicto usando un prisma materialista, consiguen, indefectiblemente, un constante fracaso analítico.

Probablemente, estos periodistas o políticos sufran la influencia del “materialismo histórico” a la hora de explicar el oriente medio. Para ellos, los conflictos se explican por una disputa por territorios, riquezas o bienes. Los reconocerán por su forma de hablar. En su discurso hablarán y culparán largo y tendido a la “ocupación” israelí. Todo se explica por la ocupación. Realizando un fracasado paralelismo con el imperialismo europeo en África, suponen que el pueblo judío ocupó ilegalmente una tierra que no le pertenecía siendo que la solución al conflicto se concretará cuando se lleve a cabo una descolonización. Ningún dato empírico les convencerá de lo contrario, “el conflicto es por la ocupación israelí”, no repicarán. El problema principal con su tesis es que simplemente no logra explicar absolutamente nada de lo que ha sucedido en el oriente medio en el último siglo.

Si el conflicto es territorial ?Por qué razón el Hamás disparó 8.000 misiles contra Israel tras la retirada unilateral de Gaza del 2005, si Israel ya no ocupaba Gaza?, ?Por qué razón el Hezbollah ataca insistentemente a Israel si el gobierno de Ehud Barak ordenó la retirada del ejército israelí del sur del Líbano en mayo del 2000 a la línea reconocida internacionalmente por la O.N.U.? ¿Por qué razón la O.L.P. se crea en 1964 mientras que los territorios fueron “ocupados” en 1967? ¿Por qué razón los árabes masacraron judíos en los desmanes de 1920, 1921, 1929, 1936-1939 si no existía ninguna “ocupación”?

Por sobre todo, valdría la pena preguntarnos y de paso cuestionarles ¿por qué razón el conflicto continúa si ya se conocen los parámetros de la solución “territorial” del mismo? Si se conocen los lineamientos territoriales, y sin embargo el conflicto continúa y no parece remitir, entonces es evidente que el conflicto no es fundamentalmente territorial.

A mediados del 2008, el por entonces primer ministro israelí Ehud Olmert le entregaba a Mahmud Abbas un mapa en donde se trazaban con claridad los límites del estado palestino a crearse. En una conferencia frente al fórum pacifista “Iniciativa de Ginebra” (19 setiembre 2010), el mismo Olmert afirmaba que había acordado con Abbas, incluso, la partición de Jerusalén. “Olmert dijo que había llegado a un acuerdo con los palestinos en la mayoría de los temas, incluyendo la partición de Jerusalén y las calles que quedarían bajo el control de cada estado. Los mapas exactos de toda la propuesta había sido entregada; explicaba Olmert; el 13 de setiembre del 2008” . Abbas, al igual que Yasser Arafat en Camp David (2000), rechazó la oferta de Olmert al no contestarle. Al igual que Arafat, Abbas no estaba dispuesto a declarar la finalización del conflicto aceptando el mapa de un estado palestino negociado.

Olmert propuso que Israel se anexase los bloques de asentamientos judíos en donde habitan el 80% de los colonos judíos (en el mapa aparece en color azul). A cambio, Israel transferiría territorios propios en una proporción cercana al 1×1 (en el mapa en color rojo). Desde Gaza a Judea (Cisjordania), los palestinos pasarían por una carretera “segura”, territorio soberano israelí pero por el que solamente podrían circular automóviles palestinos. Jerusalén sería dividida de acuerdo a los lineamientos de Bill Clinton.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu aseguró en su discurso de la Universidad de Bar Ilan que “Jerusalén nunca será dividida”. Dejemos a criterio del lector si frente a un acuerdo total y final con los palestinos, un entendimiento que cumpla con las otras exigencias de Netanyahu, en especial las relacionadas con la seguridad del país, tal acuerdo termine fracasando por la división o unidad de Jerusalén.

El mapa de Olmert-Abbas nos revela una muy posible solución territorial del conflicto. Anexión de los bloques de asentamientos judíos, compensación y entregas de territorios israelíes para los palestinos, carretera que uniría a ambos territorios palestinos y una partición de Jerusalén bajo los lineamientos de Bill Clinton. Para resaltar la relevancia de esta propuesta, basta señalar que el actual asesor de Netanyahu para temas de límites del estado palestino a formarse, Dany Tirza, también trabajó junto a Ehud Olmert y a Tzipi Livni, siendo que el ex primer ministro israelí ofreció 93.2% de Cisjordania para el Estado Palestino mientras que Livni ofreció un 92.7% .

A muchos de nosotros nos gustaría creer que el conflicto es territorial. Aguas, tierras, gas, son bienes divisibles. Nos gustaría confiar que dicha distribución nos acercaría la paz. Vale la pena recordar que la naturaleza de un conflicto la impone el agresor y no el agredido. Los israelíes, que son los agredidos, pueden considerar que el conflicto es territorial pero ellos no son los agresores, por lo que no imponen la naturaleza del conflicto.

La naturaleza del conflicto árabe-palestino israelí es “religiosa” ya que así lo impone el islam radical. Es hora de decirlo clara y contundentemente. Se trata de dos pueblos, uno milenario como es el pueblo judío y uno reciente como es el pueblo palestino, quienes afirman poseer derechos sobre los mismos territorios. Los judíos, en cuya religión prevalece la vida por sobre la tierra, afirman poseer derechos sobre todo el territorio de Israel, incluyendo lo que hoy conocemos como Cisjordania.

Los textos bíblicos relatan la vida del pueblo judío en cada centímetro de estas tierras. Los patriarcas de Israel están enterrados en los terrenos comprados por el patriarca Abraham en Hebrón. La tumba de la matriarca Rajel se encuentra entre Jerusalén y Belén. La ciudad de Jericó fue conquistada por José y sus trompetistas tras el éxodo de Egipto.

Los judíos consideran a Judea y Samaria como parte incuestionable de su territorio nacional. Los palestinos también consideran que toda la tierra de Israel les pertenece. Más aún, los palestinos y sus secuaces han desarrollado una intensa política de “cleptohistoria”, el robo sistemático y planificado de la historia del pueblo judío a fin de inventar que los palestinos poseen derechos anteriores al de los judíos. “Los palestinos son descendientes de los filisteos y los cananeos”, “Jesús era palestino”, “los judíos son descendientes de los jázaros” y otras barbaridades que suelen ser repetidas y expuestas, incluso, por ciertos profesores universitarios en Hispanoamérica.

Un conflicto como el árabe-palestino israelí requiere que ambas partes reconozcan los derechos del otro, que asuman que ambos poseen también derechos y, por lo tanto, estén dispuestos a compartir dicho derecho. Cuando un analista comienza a preguntarse: ¿quién reconoce los derechos de quién en el oriente medio? Entonces comienza a comprender la naturaleza del conflicto. Cuando el conflicto pasa a verse como un enfrentamiento por un mutuo reconocimiento, el analista cae indefectiblemente en los fundamentos religiosos que sustentan y guían a líderes musulmanes, incluso si estos son catalogados por occidente como “moderados”.

Mahmud Abbas conoce perfectamente la solución territorial del conflicto. Abbas no puede, ni posiblemente quiera, reconocer a Israel como el hogar nacional del pueblo judío. Mahmud Abbas, Nabil Shaat su asesor o Jaled Mashaal del Hamás, todos coinciden en afirmar que “nunca reconocerán la judeidad del estado de Israel”. Si Abbas reconoce la judeidad de Israel perderá el poder a manos del Hamás y será recordado en la historia como un “traidor” a la causa palestina. Yasser Arafat prefería ser recordado como “Saladino” y se escabulló de sus obligaciones a la hora de firmar un acuerdo final con Israel en Camp David (2000). Abbas no desea negociar entonces intenta conseguir un estado unilateral bajo el paraguas que le otorga la mayoría automática árabe-islámica-no alineada en la Asamblea General de la O.N.U.

¿Por qué Abbas o el Hamás no pueden reconocer a Israel como estado judío? Por razones religiosas, simplemente.

El Dr. Mordejai Keidar de la Universidad de Bar Ilan explicaba en su artículo “No quieren, no pueden” que los palestinos no aceptarían a Israel como estado judío por cinco razones:

1- Según el Islam, la religión judía ha sido anulada en este mundo al nacer el cristianismo, y el cristianismo también ha sido anulado al nacer el Islam. El Islam no vino al mundo para convivir en situación de igualdad con el resto de las religiones sino que llegó para reemplazarlas. Por lo tanto, el islamista se pregunta ¿cómo se puede decir que hay una tierra santa para los judíos cuando esta religión ha sido cancelada? En otras palabras, el judaísmo y el cristianismo son religiones falsas;

2- El judaísmo, de la forma que es vista por los musulmanes, es una religión comunitaria y no una base étnica o nacional. Para el Islam, esta es la mayor mentira del sionismo. El sionismo creó una especie de pueblo judío. ¿Cómo puede reconocerse a un estado así como el país del “pueblo judío que de todos modos no existe”?;

3- Palestina es una tierra santa islámica en dos sentidos: El primer acto para su santidad fue la conquista en los días del califa Omar El-Jatif, en los años 30′ del siglo siete. Desde este punto de vista, Palestina forma parte de los territorios que estuvieron en el pasado bajo el dominio del Islam como España, Sicilia o parte de los Balcanes, y por lo tanto estas tierras deben regresar al Islam (un término conocido como Dar el-Islam).

El segundo acto de santidad se produjo cuando el califa Omar El-Jatif declaró que Palestina, desde el mar hasta el Jordán, es Wakaf Al-Islam, parte de la santidad islámica, por lo que le pertenece a todos los musulmanes para toda la eternidad. ¿Cómo se atreven los judíos, que son una religión ilegitima y no son una etnia, exigir que los musulmanes reconozcan a la conquista de Palestina que es santa solamente para los musulmanes?;

4- El temor islámico es que luego de la conquista de Palestina en 1948, y Jerusalén en el año 1967, los judíos vuelvan a construir el templo de Jerusalén y, por lo tanto, su religión vuelva a ser relevante. Una situación así cuestionaría al Islam que, como hemos visto, vino al mundo para reemplazar al judaísmo;

5- El reconocimiento de Israel como un estado del pueblo judío simboliza que los árabes declaran haber sido derrotados en la guerra de 1948 y en todas las otras derrotas que le sucedieron. Un reconocimiento de este tipo es demasiado para el honor del pueblo árabe.

Para los islamistas, los judíos y los cristianos son dhimmi (del árabe al-dhimma). Se trata de ciudadanos de segunda (dhimmi) a los que se les soportará hasta el momento en que puedan ser convertidos a la única religión verdadera: el islam.

De acuerdo a esta definición de dhimmi, un observador externo podría cometer el error de suponer que se trata de un problema religioso entre musulmanes radicales y judíos. La respuesta es un contundente no. El islamista tiene un problema con el dhimmi que llegó a tierra santa islámica para contaminarle como en la época pre mahometana (yahilya), insertando valores extraños a la cultura musulmana.

El dhimmi no solamente es el judío, también es el cristiano. Los judíos en el oriente medio están protegidos por uno de los ejércitos más fuertes del mundo (Tzhal). En cambio, los cristianos son hostigados, perseguidos, asesinados y humillados en Egipto (coptos), Irak (cientos de atentados contra iglesias), Pakistán (ley de blasfemia), Argelia (casamientos obligatorios para jóvenes cristianas), o en el Líbano, en donde miles de maronitas prefieren escapar para no acabar viviendo bajo el yugo chiita o sunita. No hace falta viajar tan lejos, en la “cristiana” ciudad de Belén viven solamente un 10 al 15% de la población que es “cristiana” ya que el resto se ha ido a vivir a Estados Unidos, Chile, Australia o Brasil. El intendente de la ciudad es cristiano para guardar las formas pero la mayoría es musulmana y los cristianos sienten la presión religiosa por ser dhimmi. Al entrar a Nazareth, un graffiti pintado sobre una de las paredes de la iglesia de la Anunciación nos recuerda “todos los dhimmi serán musulmanes muy pronto”. Los medios de comunicación han relatado esporádicamente la huída de los cristianos de la Franja de Gaza, quienes solicitan el auxilio de las autoridades militares israelíes para entrar en territorio israelí huyendo de los islamistas que gobiernan Gaza.

Unos 80 millones de cristianos vivían en el oriente medio hace menos de 100 años. Hoy se calcula que la cifra alcanza solamente los 11 millones. Mientras los islamistas asesinan y persiguen a cristianos por ser dhimmi, hay quienes aún creen que el problema es territorial y que atañe únicamente a los judíos o al judío entre los países: Israel.

En Europa, en tanto, los cristianos demuestran pánico. La respuesta europea es tardía ya que no comprendieron la naturaleza del conflicto religioso al que se enfrentaban Europa. No debería sorprendernos entonces la multiplicación de las manifestaciones neonazis o radicales cristianas como la que motivo los atentados contra el gobierno y el campamento del Partido Laborista en Noruega en julio del 2011.

El Islam radical demuestra estar en guerra con los cristianos en el oriente medio ante la preocupante pasividad de los cristianos del mundo. El islam radical declara constantemente estar en guerra contra el estado judío: Israel. ¿Puede el islam radical alcanzar una paz con los cristianos y los judíos? La respuesta es simple: NO.

Para el islam radical no existe paz posible entre un dhimmi y un musulmán. La paz es posible solamente entre musulmanes y se conoce como “Sulja” o perdón. Entre un dhimmi y un musulmán puede establecerse una “hudna” (tregua) como la firmada por Mahoma con la tribu de Qureish en las puertas de la Meca (Tratado de “Hudaybiyah” del año 628). Mahoma firmó una tregua por diez años pero rompió la misma al tercer año justificando su engaño por ser este “beneficioso para el islam”. Una “hudna” establecida con un enemigo no islámico está limitada a 10 años siempre y cuando los musulmanes sean quienes se encuentren en posición de debilidad. Una tregua puede ser rota si los musulmanes consideran que tienen la fuerza suficiente para sobreponerse.

En 1994, Yasser Arafat decía claramente ante una multitud de musulmanes en Johannesburgo que el “había firmado una hudna con Israel (Oslo) como lo había hecho anteriormente el profeta (Mahoma)”. En enero 2004, el líder de Hamás Abdel Aziz-al Rantissi ofreció una hudna por 10 años si Israel retrocede a las líneas del 5 de junio de 1967 y si reconoce el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Con todo, “la aceptación de la hudna no debe interpretarse como un reconocimiento al estado de Israel, lo que nunca ocurrirá”.

El concepto judeo cristiano de la “paz” nada tiene que ver con la hunda islámica. De hecho, Israel no tiene una “paz” con Egipto ni tampoco con Jordania. Israel ha firmado un acuerdo de paz que no es otra cosa que una muy preciada “hudna” que viene durando mucho tiempo, mucho más que los diez años establecidos por Mahoma en Hudaybiyah. Los ciudadanos egipcios no aman a Israel, lo hemos visto en el ataque e incendio de la embajada de Israel (setiembre 2011) pero también en miles de muestras de judeofobia, demonización y negación del holocausto publicadas en los medios de comunicación de ese país. Los ciudadanos jordanos tampoco están en “paz” con los judíos de Israel.

En muchas ocasiones, una “hudna” es mejor que “nada”. Los israelíes podrían aceptar un Estado Palestino viviendo a su lado. Los israelíes podrían firmar un acuerdo con todos los países árabes vecinos entregando territorio a cambio. Sin embargo, seguiríamos hablando de una “hudna” ya que el agresor, los países musulmanes, no aceptan la firma de otra cosa que no sea una “hudna” con los dhimmis judíos. Siendo así, Israel deberá mantener una inquebrantable voluntad, potencial militar, alianzas con las potencias del mundo, un imponente poderío económico y una contundente defensa de los valores democráticos para que a los musulmanes radicales no les convenga romper la “hunda”. ¿Hasta cuándo? Hasta que el islam radical sea superado y vencido por una versión moderada de dicha religión. En otras palabras, los defensores de los valores judeo cristianos deberían estar menos confundidos y defender con mayor contundencia a los que exigen una reforma en el islam para que sean los moderados fijen agenda en el oriente medio.

El conflicto árabe-palestino israelí es de naturaleza religiosa. Eso sí, la actitud de muchos gobiernos del mundo y de las opiniones públicas en varios países, especialmente europeos, se enmarcan en una actitud hacia el estado de Israel fuertemente influenciada por resentimientos y pre conceptos de naturaleza judeofoba. Pero, esto último, es un tema a ser tratado en otro artículo.

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