EL CONFIDENCIAL.COM
La seguridad es lo que más valoramos a la hora de volar, por lo que estamos dispuestos a pagar mucho más por viajar en aquellos vuelos que nos ofrecen más confianza. A la hora de contratar un pasaje, solemos tomar en consideración elementos como el tamaño y modelo del avión, la nacionalidad de la compañía y si se trata o no de una firma low cost, lo cual, asegura un estudio realizado por la Universidad de Ben-Gurión del Neguev (BGU), la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Instituto Israel Technion de Tecnología, no siempre es lo más adecuado.
Al analizar los criterios que valoramos a la hora de viajar de forma más segura, el estudio recoge cómo reparamos especialmente en cuestiones culturales, como el hecho de que la compañía sea o no de nuestro país o que podamos comunicarnos fácilmente con la tripulación, pero no en otras más pragmáticas, por ejemplo si viajamos o no sin escalas: dado que el 92% de los accidentes fatales ocurren durante el despegue o el aterrizaje, un vuelo directo en un avión más pequeño puede ser más seguro que otro con escalas realizado en un avión de fabricación reciente. En otras palabras, los criterios en los que nos basamos no siempre son los más acertados.
El porcentaje de la población que sufre de miedo a volar ha aumentado en un notable porcentaje en las últimas décadas y ello a pesar de que los mensajes que subrayan que el avión es el modo de transporte más seguro son respaldados por las estadísticas. Sin embargo, la idea que tenemos en nuestra mente es otra. No sólo porque un buen número de creaciones culturales, desde la novela hasta el cine, hayan utilizado los accidentes de aviación como recurso narrativo, aumentado así nuestros temores, sino porque siempre que ocurre algo en el entorno aéreo es transmitido masivamente a través de los medios de comunicación.
La repercusión que tienen los accidentes aéreos es mucho mayor que los que sufren otros medios de transporte, y más en la época post 11 S. Tampoco han ayudado a aumentar la sensación de seguridad los fuertes y exigentes controles en los aeropuertos, que recuerdan al pasajero que puede ser víctima de un atentado, aun cuando las posibilidades reales de verse envuelto en una acción terrorista es enormemente remota.
La información debería estar disponible
Todas estas circunstancias refuerzan el miedo a volar y hacen que los pasajeros estén más dispuestos a pagar una mayor cantidad por el billete si se les ofrecen elementos que les proporcionen mayor seguridad, asegura el estudio realizado por la universidad israelí. En él se ofrecían a los encuestados (de los cuales el 77% había volado al menos una vez en los últimos cinco años) varios itinerarios de vuelo alternativos de Israel a Londres y Israel a Nueva York. Escogieron aquellas ofertas que les parecían más seguras, valorándolas a partir de la nacionalidad de la línea, de si se trataba o no de una compañía de bajo coste, del modelo de avión y de si era un vuelo diurno o nocturno.
Dado que el precio y la seguridad van de la mano, el estudio estima necesario que las agencias públicas informen adecuadamente acerca de todos los asuntos relacionados con la seguridad, de modo que cuando el viajero abone una cantidad extra para comprar seguridad, lo haga basándose en criterios científicos y técnicos y no en simples razones culturales, cuya única utilidad es la de tranquilizar al viajero. Esa información debería ser pública y estar accesible para todo el que la necesite, concluye el estudio.
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