JULIÁN SCHVIDLERMAN PARA PÁGINA SIETE
Los ingenieros iraníes, proveedores militares de Hamas, y los técnicos de este movimiento integrista parecen haber logrado construir algo tecnológicamente imposible: un cohete que es sólo visible para los israelíes e invisible para el resto del mundo.
Durante este 2012, fueron lanzados desde la Franja de Gaza alrededor de ochocientos cohetes sin que la comunidad internacional emitiera protesta alguna. Ni los editores del New York Times, ni Amnesty International, ni Mario Vargas Llosa ni las Naciones Unidas parecieron haber notado que cayeron, en promedio, más de setenta y cinco cohetes al mes en suelo israelí en lo que va del año. Sencillamente parecen no haberlos visto surcar los aires y aterrizar en Israel ante una población traumatizada que cuenta con quince segundos para hallar refugio desde que suena la alarma que anuncia la caída del misil si uno se encuentra en Sderot, o con los más generosos sesenta segundos si uno está en Ashkelon.
Desde la retirada unilateral israelí de Gaza en 2005 y hasta fines del 2008, cuando el ejército israelí respondió militarmente con la operación Plomo Fundido, 6.300 cohetes habían sido disparados desde Gaza hacia Israel. Si partimos desde 2001, al poco de iniciada la intifada Al-Aqsa, habían aterrizado en Israel más de 10.000. Pero fue sólo cuando Jerusalem respondió que el mundo notó los cohetes. Y, como es usual, protestó, gritó, condenó. Así es que ahora vamos de nuevo. ¿Será solamente cuestión de tiempo? ¿O de azar? ¿Habrá que esperar a que un misil logre sortear las defensas israelíes y caiga sobre una escuela repleta de niños para que Israel responda con fuerza y haya una reacción? Esperemos que no.
Hamas no ha sido la más de las veces el generador de estos ataques. Pero ha hecho la vista gorda ante la iniciativa de otros grupos como la Jihad Islámica Palestina, Jund Ansar Allah y el estrambóticamente denominado Consejo de la Sura de los Luchadores de la Jihad en la Más Amplia Jerusalem (¡!). Estos son más radicales que Hamas, cuya carta constitutiva dice “Israel existe y seguirá existiendo hasta que el Islam lo aniquile”. Mejor no leamos las cartas de los demás.
El Movimiento de Resistencia Islámico está en una encrucijada. Es extremista y absolutista y no quiere ser visto como un colaborador del ente sionista al frenar los ataques. Después de todo, flor de reputación se hizo al arrojar maniatados y desde las azoteas de Gaza a los “colaboradores” de Fatah durante la lucha fratricida del 2007. Pero tampoco puede ofender a Egipto, Turquía y Qatar -los nuevos auspiciadores del integrismo palestino- al permitir que la situación se salga de control.
La contención de Israel, por su lado, responde al interés estratégico de no hacer algo que empeore las cosas en sus fronteras calientes. Tanques sirios ingresaron a los Altos del Golán días atrás, lo que no ocurría desde la guerra de 1973. La zona sur del Líbano está dominada por Hezbollah y el país presenció luchas armadas entre bandas sunitas y chiítas, hostiles y leales respectivamente a Damasco. La Hermandad Musulmana, usina ideológica de Hamas, gobierna Egipto. Y sobre todo ello sobrevuela el espectro del programa nuclear de Irán.
Pero si se siguen lanzando cohetes contra Israel, en algún momento Israel responderá nuevamente con una operación militar de envergadura. Entonces sí, esos cohetes perderán su atributo de invisibilidad.
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