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viernes 22 de noviembre de 2024

Los niños de una guerra sin fin, una visita a Sderot

MAY SAMRA PARA ENLACE JUDÍO


Escribí este artículo en septiembre 2006, pero es tan actual como si hubiese sido elaborado hoy. Lo único que cambió son las armas de Hamás que, gracias a las revueltas en Egipto, se han vuelto más sofisticadas y mortales.

La paloma de Bar

Septiembre 2006

Israel es el escenario de la Biblia: aquí caminas la historia judía. En este valle se celebró la pelea entre David y Goliat, allí está la fortaleza de Masada. Pero no sólo se recuerda la historia en esta región atormentada ; también se hace. Se hace a diario, a al ritmo de las batallas, con héroes más o menos gloriosos. Hoy, la población, aún temblorosa por la guerra recién terminada, se pregunta qué le reserva el destino implacable que acecha a los judíos en cada generación. Quien no tuvo que escaparse o vivir en los refugios se ofreció a recibir familias del Norte , notando en los ojos de los visitantes incertidumbres del refugiado que sus padres creyeron dejar atrás. La guerra se detuvo tras un mes, dejando cicatrices indelebles en el ego colectivo, una nación expuesta a la vista de sus propias debilidades, perdida una de sus últimas ilusiones : la teoría de tierra por paz. Una ilusión más que se esfuma como tantas otras, llevando con ella esperanzas nacidas con Oslo, como la retirada de Líbano, como la desconexión de Gaza.

De pronto, los ojos de Israel se voltean hacia Sderot. Vecina de Gaza (800 metros separan las últimas casas de Sderot de las primeras de Bet Hanun), blanco de los ataques palestinos tras la salida de los colonos israelíes que formaban, de alguna manera, un escudo protector ( “Sentimos que la frontera está en medio de nuestra casa”), Sderot vuelve a conquistar las primeras planas de los diarios, pues los guerrilleros de Hamas está cobrando vidas. Una mujer asesinada y un joven a quien se le tuvo que amputar las piernas, además de otros heridos, replantean la efectividad de las operaciones en Gaza.

Llegué a Sderot el día en que esta ciudad iniciaba el blindaje de sus escuelas. Su población, mayoritariamente sefaradí y económicamente desfavorecida, crecida por familias de nuevos inmigrantes del Cáucaso y de Etiopía, se queja de la indiferencia del gobierno israelí, sintiéndose abandonada ante la terrible y vociferante masa de seguidores del Hamas, (partido religioso-terrorista), enloquecidos por el odio transmitido por sus líderes espirituales.

El futuro de Sderot se ve sombrío e incierto. Reportes de inteligencia han advertido que, al dejar la franja de Gaza en manos de los palestinos, estos han logrado introducir a cantidades masivas de armas y de explosivos, incluyendo misiles y hasta Katyushas . Los egipcios que debieron haber cuidado este aspecto del “corredor Philadelphi” ( así se le llama al corredor entre Gaza y Egipto) no han sabido detener las armas, no se sabe si por corrupción o identificación con los palestinos. Esta zona está por transformarse rápidamente en un polvorín. .

Bajo el sol abrasador, la ciudad está semi desierta (la gente prefiere no andar en las calles porque los misiles no avisan). Primera etapa: la dirección educativa de la ciudad, donde nos recibe Miriam Sasi, anteriormente profesora de kinder, mujer dinámica quien se ocupa de diferentes aspectos de la educación en esta ciudad: “Estamos viviendo una situación anormal. Los Kassams caen a diario, sin para y sin aviso. Este hecho influye en nuestra vida diaria pero aún más, en la educación de nuestros hijos. El promedio de reprobados hace un año en el bachillerato era del 57 %. Hemos logrado mejorarlo. A la vez, el 87% tiene éxito en las pruebas de aptitud tecnológica.” El resultado es motivador, pero aún falta por hacer para que se emparejen las diferencias entre esta ciudad y el resto de Israel.

La labor de la cadena educativa religiosa “Amit” tuvo que ver con las mejoras en los promedios. El problema consiste en que crecen colegios religiosos sin control y con una seguridad precaria.

¿Cómo es vivir a diario con una lluvia de proyectiles asesinos? “Despertamos a media noche con un Kassam. Primero están los altavoces con la clave “Shajar Adom” (rojo amanecer) que avisa que está por caer un Kassam en cinco segundos. Toda la familia, en pijama, camisón o desnudos emprende una carrera loca, a oscuras, empujándose unos a otros hacia el cuarto blindado de la casa. Los niños están llorando, los padres temerosos. Un ruido ensordecedor. Las respuestas del ejército israelí. Y comienzan las llamadas, de un vecino a otro, para conocer la extensión del daño, para asegurarse que todos están bien.” En el día, la misma rutina se repite, cambiándose los escenarios, con los niños en la calle volando hacia la primera casa accesible, presos de un pánico incontrolable…

¿Los resultados? Síntomas de regresión en niños pequeños, adolescentes de diez y siete años que vuelven a buscar la cama de sus padres, pérdida del control de esfínteres… Niños que parpadean sin control, otros que comienzan a balbucear… Quienes acudieron a esta ciudad porque les ofrecía mejores condiciones de vida se han dado cuenta que el costo psicológico que han tenido que pagar es alto. La tercera parte de los niños y las tres cuartas partes de los adultos sufren de stress post traumático causado por los ataques de Hamas. “ Si esperábamos que los adultos pudieran servir de apoyo a los niños” dice Miriam, “ caemos en cuenta de que ellos tienen sus propios problemas . La situación es delicada Y eso sin hablar de los muertos y heridos …”

Este año, los niños de Sderot no entraron a clases al mismo tiempo que los demás, porque los padres se negaron a enviar a sus hijos a escuelas sin blindar. Entonces, el gobierno cedió y dedicó una parte del presupuesto para hacerlo. Aún así, hubo que refinar el proyecto. Explica Sasi: “La propuesta del gobierno consistía en una escuela de concreto blindado, sin ventanas. Una especie de búnker. Por supuesto, la rechazamos. Decidimos que cada colegio sería blindado según las necesidades propias de cada uno. Por otra parte, el gobierno se negó a blindar a los colegios religiosos que no pertenecían a la red pública. Nuevamente, protestamos. O todos los establecimientos se blindaban, o ninguno. Todas estas decisiones se tomaron en el espacio de un mes y medio.” Entre los espacios que se van a blindar en los colegios, pintados de azul cielo, están los “Jadrei Shalvá”, cuartos de descanso y de terapia, dedicados a la quietud del niño (???) donde éste se puede refugiar en caso de un ataque de pánico. Dichos cuartos están siendo alfombrados, encortinados y pintados, pero la falta de fondos han dejado pendientes el mobiliario y, en especial, el apoyo psicológico necesario. De hecho, los 25,000 residentes de Sderot, 4,300 niños entre ellos, cuentan con sólo seis psicólogos. Aquí, no hay tiempo para los problemas psicológicos normales en el crecimiento de los niños, como los de aprendizaje.

Recorro la escuela, donde me impresionan los carteles con dibujos de palomas, realizados por los niños. Una de las actividades que se les presentan es: los derechos de los niños. Uno de ellos es: tengo el derecho de vivir en paz.

Una niña de grandes ojos se me acerca. Se llama Bar, tiene diez años y medio y es sencillamente adorable. Iniciamos una conversación. A Bar le gustan los juegos decomputación, chatear, dibujar, la música de Shakira y U2. ¿Qué opina de la guerra? “Es una catástrofe. Aquí duró un mes este año y puede ser que vuelva a empezar. Tengo tíos en Haifa, Tzfat, Tiberias y todos ellos han tenido que pasar tiempo en los refugios. Sobre la casa de uno de mis tíos cayeron dos Katyushas. ¡Lo vi hablar de ello en televisión! Me enseño una Katyusha y vi lo que tenía adentro.” Los grandes ojos se ensombrecen: “La guerra es triste. Inicia porque secuestran y matan. Es horrible ver llorar, en la televisión, a los padres de gente secuestrada. Este soldado aún no llega a su casa.”

“Aquí, los Kassams de Hamas caen muy seguido. Tenemos que correr a los cuartos blindados. Es horrible. Por supuesto, tengo miedo.”

“Crees que habrá paz?”. Bar me lleva de la mano hacia el dibujo de “su” paloma y me explica: “Habrá paz cuando los pueblos del mundo se unan, cuando los delincuentes y los drogadictos dejen de serlo. Entonces llegará el Mesías.”

“¿Tienes amigos árabes?” indago. “Sí, muchos. Son niños y no son culpables de nada. Es un error matar a niños, me duele también acerca de los niños muertos en el campo enemigo.” En un futuro, Bar no quiere quedarse en Israel. Opina que los niños de los demás países son mucho más felices pues se divierten más.

Dejo a Bar para volver al mundo de los adultos. Miriam Sasi, mi acompañante, está preocupada por la imagen que daré de estos pequeños. “Tengo un lema” dice “ Lo que no mata, fortalece. Así que no quisiera que vean los niños como”pobrecitos”, como víctimas. Son niños que están luchando en circunstancias adversas . Pero superarán la situación. De eso trata Israel.”

“El día que me tocó ir a Sderot, no cayó ningún Kassam”, pienso al salir de la ciudad, parafraseando a Yehuda Amijai, poeta israelí ( “El día en que nació mi hija, no murió nadie”).Por desgracia, en el espacio de dos meses los Kassams han cobrado muchas víctimas. Del lado israelí, ni la mano extendida ni los tanques parecen servir.

Una dura lección para los niños pintores de palomas.

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