RODICA RADIAN GORDON/EXCELSIOR
Gracias al proceso de madurez democrática, en las últimas dos décadas la sociedad israelí ha sentido la necesidad de crear códigos de conducta en ciertas áreas de su sistema de gobierno y administración estatales. Esta necesidad proviene desde el seno de los aparatos estatales mismos, como lo son el ejército y las fuerzas de seguridad en general, el sistema educativo y las cortes de justicia, entre otros, internalizando así la necesidad de construir un consenso en torno a la conducta apropiada de los profesionales en dichos sistemas como rasgo distintivo de una sociedad democrática.
Es interesante notar que el ejército, siendo un órgano que lidera varios procesos dentro de la sociedad israelí, también fue el primero en adoptar este tipo de códigos (desde 1994), en colaboración con el profesor Assa Kasher. Reconocido filósofo y merecedor del Premio Israel en Filosofía (2000), Kasher ha estado involucrado desde entonces en el desarrollo de otros códigos éticos, en áreas sensibles como lo son la lucha contra el terrorismo o el derecho de pacientes con enfermedades terminales de interrumpir su tratamiento médico.
En el caso del ejército, los dilemas y desafíos con los que se enfrenta han cambiado, transitando desde el clásico campo de batalla a conflictos asimétricos con fuerzas de guerrillas y con terroristas que se encuentran en áreas pobladas. Como consecuencia de una frecuente fricción entre soldados y civiles, surgió la necesidad de establecer un código ético militar que precise el debido uso de armas solamente para objetivos militares justificados y en casos de defensa propia, no para cometer crímenes de guerra o contra la humanidad. Basado en los pilares del Estado democrático por un lado y, por el otro, en la tradición de la moral judía así como la moral universal, el espíritu de las fuerzas armadas busca guiar a los soldados en situaciones delicadas. Los fundamentos o fuentes en las que está basado este “espíritu” son:
-La tradición y el legado de combate del ejército israelí, reflejando valores como la pureza de las armas (“el soldado deberá hacer uso del arma en su poder solamente para cumplir su misión sin abuso de exceso de fuerza… hará todo lo posible para salvaguardar la vida, el cuerpo, honor y propiedades de personas no combatientes o prisioneros de guerra”).
-La tradición de Israel como Estado democrático (“el soldado deberá actuar como representante de su patria comprometido con la causa… el soldado dará siempre órdenes legales… el soldado obedecerá las órdenes de sus superiores a menos que éstas sean, obviamente, ilegales”).
-La tradición moral del pueblo judío así como la tradición moral universal (“el soldado actuará… acorde a la importancia superior de la vida humana… y defenderá su sentido de humanidad aun en situaciones de combate; el ejército y los soldados están obligados a vigilar y respetar el honor del ser humano sin distinción de raza, credo, nacionalidad, género, estado o rol”).
En 2004 una delegación de oficiales y profesionales junto con el profesor Kasher formuló el código ético de combate al terrorismo que desarrolla y destaca de manera más clara estos dilemas.
Los problemas éticos, así como las cuestiones morales y la necesidad de actuar dentro de la ley son parte de la cotidianidad de Israel, una democracia en autodefensa que se enfrenta con la necesidad de redefinir la legitimidad de sus acciones en situaciones asimétricas.
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