Artículo de septiembre de 2011
MARIO NUDELSTEJER TOIBER
Las adicciones son un tema tan antiguo como la propia humanidad y conforme pasan los siglos se van descubriendo nuevos procesos para tratarlas, y sin embargo éstas van en aumento. Pero lamentablemente no se acrecientan en proporción con el incremento de la población sino geométricamente.
En este sentido, hay adicción a las bebidas embriagantes, desde que el hombre descubrió la fermentación de uvas. Al trabajo es otra de las adicciones más antiguas; y, entre las que se sitúan en el siglo 15, está el tabaquismo, desde que de América llegó a Europa el consumo de las hojas secadas y transformadas en cilindros, capaces de mantener encendido un rescoldo humeante.Otras adicciones son menos dañinas físicamente, pero igual llegan a causar trastornos psicológicos de cuidado, como la adicción al sexo, a la pornografía.
La mitomanía es otra adicción que lleva al sujeto a proferir mentiras constantemente, sobre sí o sobre los demás, que deriva en ocasiones en complejos de persecución.La cleptomanía (adicción al robo), ludopatía (adicción al juego), codependencia (adicción a los problemas de los demás), hasta la tecnofilia (adicción a las novedades tecnológicas), son algunas de las adicciones menos atendidas. Y en nuestros tiempos modernos, la ciberadicción una novedad conforme crece la popularidad del uso del Internet.
Todos estos apegos a substancias o a acciones subjetivas, mantienen un proceso que el propio afectado difícilmente reconocerá, a menos que se encuentre en algún momento de su vida inmerso en una vorágine que no entienda y le infunda pánico. Solo así saldrá a reconocer que está enfermo por apego a su adicción particular. Y esto me lleva a recordar que en muchas sociedades, es tan mal vista la adicción, que por lo regular la familia y también la sociedad esconden la dolencia de alguno de sus miembros por vergüenza o simplemente por pudor.
Existe incluso adicción a las sectas, porque ofrecen estímulos fuera de lo común en condiciones diferentes a las regularmente ofrecidas prácticas religiosas. Y en sociedades abiertas el atractivo muchas veces se disipa, se disuelve, cuando el adicto se siente secuestrado.Otra es la adicción al juego; esta práctica adictiva es promovida fundamentalmente por los sitios de apuestas como casinos, los hipódromos, el juego de frontón y hasta en los juegos deportivos como el fútbol o el béisbol, y en muchos casos las mismas loterías lo incitan.
Un tío ya fallecido era de tal manera adicto al juego, que entre otras cosas hubiera podido ser dueño del Hipódromo de las Américas, aquel que aún se ubica a un costado de la Secretaría de la Defensa en la ciudad de México. Y no es raro que en el mismo terreno de este gran sitio, desde que se aprobaron en el país las maquinas de juego, se ha instalado un gran casino, que por momentos y especialmente los fines de semana se encuentra lleno. Ya incluso han abierto una terraza para fumadores, con infinidad de aparatos de juego, para mantener cautivo al cliente en el lugar, y lo sigan “despelucando” sin necesidad de salir del local a practicar su otra adicción, el tabaco.
Pues bien, el tío Beñek (en polaco, Bernardo en español), era socio con mi abuelo en un taller donde confeccionaban abrigos; eran sastres y de ahí el apellido, que significa aguja que pica.Por cierto que en algún momento de mi vida, buscando productos cárnicos kasher enlatados, la llamada que hice a Nueva York fue también triangulada con alguien del ramo en Israel, y aquél en Oriente Medio inquirió qué significaba el apellido, y nuestro interlocutor estadounidense le respondió que: “probablemente la familia es de acupunturistas”.
Y volviendo al tío Beñek, éste fue perdiendo todo su capital y casi deja en la calle la fábrica de makinoff, como se definía a esos gruesos y largos abrigos europeos, por su adicción al juego, que le ocupaba los martes, jueves y domingos en las carreras de caballos, los fines de semana con los amigos en el Póker durante parte de la noche y, no solo eso, sino que era gran aficionado a la lotería. Lástima que cada vez que jugaba, como lo decía él mismo: “el premio mayor salía en letras”.
De pasada, alguna vez escuché la conversación entre dos damas de edad (ya no se puede mencionar entre o frente a ellas la Tercera Edad, sería una ofensa), que una le insinuaba a la otra que le prestara dinero para comer. Y la respuesta de la inferida fue: “No, porque te lo vas a gastar en el juego”. Finalmente la solicitante afirmó: “No te preocupes, que ¡para eso, sí tengo!”
Hace alrededor de 30 años, se presentaron algunos jóvenes en una sesión del Ejecutivo del Comité Central, preocupados por lo que entonces ocurría en la comunidad. Decían haber fundado el Grupo “Retorno”, un núcleo de personas preocupadas por las adicciones y lo que ellas acarrean en cuanto a postración familiar y no solo del afectado. Requerían del apoyo de la institución para iniciar la amplia labor que vislumbraban.Los dirigentes de la institución no podían creerlo, suponían que eso era inexistente, no podía ser que en el ámbito social comunitario se dieran tales excesos. El propio Presidente de la organización miró incrédulo a todos los ahí presentes, y mirando fijamente a los ojos a quien lideraba el grupo de reciente formación, le espetó enfáticamente que “eso no existe en la comunidad, es una falacia y vuestra preocupación es vana, no llegará a nada”.
Sin amilanarse, esos jóvenes solicitaron la anuencia para llevar a cabo una encuesta y el análisis de ésta, algunas investigaciones y sondeos, de los que prometieron llevar resultados concretos para convencerse y convencer a los dirigentes comunitarios de la gravedad o inexistencia de las prácticas adictas de las personas.Los resultados no tardaron mucho en trascender, y por supuesto en escandalizar a muchos. Los ámbitos más inverosímiles eran foco de difusión de adicciones; en esa época ya se daban los casos de escándalos que trascendían por excesos en lo que hoy se denomina antros, por parte de jóvenes de la comunidad, y hasta altercados donde peligraba la integridad física por el consumo excesivo de alcohol, ya no digamos de drogas
Hoy, “Retorno” se ha vuelto”Umbral”, que realiza una encomiable labor, y sabemos del crecimiento en proporción geométrica de las adicciones. De igual forma, sabemos de la existencia de un grupo para la atención de la violencia intrafamiliar, pero poco se da a conocer la estadística. Y es en estos tiempos de crisis cuando por la presión de las circunstancias hay quienes se desquician y vuelcan frustraciones en las adicciones o dan cause efectivo a su ira descargándola en la familia.
En todo caso, como en toda sociedad, es imprescindible que el liderazgo sea conciente de lo que acontece en todos los órdenes de la vida comunitaria y se busquen los conductos que resuelvan y no solo se palien los problemas sociales.
Pero, como dijo aquel indito: “Hágase señor tu voluntad… pero en los bueyes de mi compadre”. Nadie está cien por ciento exento de caer en los problemas de adicción que finalmente minan la salud de toda sociedad.
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