Israel y Hamas: peligrosa escalada

ESTHER SHABOT/ EXCELSIOR

La angustia y el pánico son en estos días el pan cotidiano de las poblaciones civiles de buena parte de Israel y de la Franja de Gaza. Como hace cuatro años, los demonios se han desatado bajo la forma de proyectiles mortíferos y bombardeos persistentes que hacen imposible cualquier forma de vida cotidiana normal para cientos de miles de personas atrapadas en este infernal círculo de violencia. La relativa contención de las hostilidades entre las dos partes que privó desde el fin de la anterior guerra de 2008-2009 se esfumó a partir del sábado 10 de noviembre pasado cuando una célula del Hamas atacó a un vehículo militar israelí dejando un saldo de cuatro soldados heridos. La respuesta israelí a dicho ataque generó a su vez andanadas de decenas de proyectiles contra poblados israelíes del sur, a lo que siguió la liquidación por parte de la fuerza aérea israelí del alto mando militar del Hamas, Ahmed Jabari.

De ahí en adelante crecieron las dimensiones del incendio de manera exponencial. Al tiempo que misiles de diversos calibres han alcanzado no sólo al sur israelí —como era lo común— sino incluso a zonas aledañas a Tel Aviv y Jerusalén, los bombardeos israelíes sobre puntos específicos de Gaza se multiplicaron. Con civiles muertos y heridos en ambas partes, las perspectivas de intensificación del conflicto han crecido en las últimas horas una vez que por un lado, los proyectiles lanzados desde Gaza llegan a donde nunca antes lo habían hecho, y, por el otro, Israel continúa con su campaña aérea y convoca a decenas de miles de reservistas a alistarse para lo que podría ser la preparación de una ofensiva terrestre contra el Hamas y demás organizaciones afines.

Sin embargo, existen muchas instancias que reconocen la peligrosidad de esta escalada que amenaza con un desbordamiento de consecuencias imprevisibles. Al momento de escribir este artículo hay noticias de la reunión en El Cairo de representantes de Turquía, Qatar y Egipto mismo, con líderes del Hamas y la Jihad Islámica a fin de discutir y distender la situación. En esta tarea el presidente egipcio Mohamed Mursi parece tener un papel protagónico, ya que todo indica que aún a pesar de su retórica pro Hamas y antiisraelí está consciente de los graves riesgos que para la frágil estabilidad de su país implica una intensificación del conflicto. Porque si bien existe una base ideológica común entre el Hamas y la Hermandad Musulmana, a la que Mursi pertenece, éste sabe que una guerra abierta de dimensiones mayores en el corazón de su vecindario estaría en posibilidad de fortalecer a las múltiples corrientes jihadistas que pululan en el Sinaí y que atentan contra la difícil consolidación del gobierno de Mursi. Por lo demás, para nadie es un secreto que Egipto cuenta con una ayuda económica sustancial proveniente de Estados Unidos y necesaria para paliar la precaria situación en la que viven millones de sus ciudadanos, por lo que está obligado a cuidar esa relación —y en consecuencia a mantener vigente el acuerdo de paz con Israel firmado en 1979— sin pena de caer en una profunda crisis que le sería fatal en estos momentos.

¿Podrán los diversos factores externos que intentan gestionar una tregua alcanzar ese objetivo? ¿Habrá en los liderazgos israelí y palestino la disposición de tomar decisiones que se alejen del revanchismo y enfríen las cosas para no sumirse en el pantano de una nueva y dolorosa guerra que de cualquier forma terminaría sin resolver los problemas de fondo que esporádicamente repiten estos macabros circuitos de feroz violencia? La respuesta la veremos en los próximos días. Ojalá sea fruto de una visión de más largo plazo capaz de abordar con seriedad y compromiso las raíces de la inseguridad y el sufrimiento de la población civil de ambas partes.