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domingo 22 de diciembre de 2024

El derecho de Israel a defenderse

ALAN DERSHOWITZ/ HAARETZ/ TRADUCCIÓN MAY SAMRA

Mientras Hamas sigue atacando a civiles israelíes en sus hogares, Israel toma como blanco a líderes terroristas y otros objetivos militares. Esta semana, Hamas asesinó a una familia de tres personas que estaba en su casa. Apuntar a la población civil, como a familias, es una calculada política de Hamas, diseñada para sembrar el terror entre la población israelí.

Tras cada ataque con misil, los partidarios de Hamas celebran el asesinato de civiles judíos. Cada cohete disparado por Hamas desde sus propias áreas civiles contra un objetivo no militar israelí es un doble crimen de guerra que debe ser condenado universalmente por todas las personas razonables. A su vez, Israel sólo ataca a terroristas y a líderes militares de Hamás, lo cual constituye un acto de legítima defensa, de conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas y los principios universalmente aceptados del derecho internacional.

No hay comparación entre los crímenes de guerra cometidos por asesinos de Hamas y la persecución legal de los terroristas por parte del ejército israelí. Sin embargo, el gobierno egipcio, ahora controlado por la Hermandad Musulmana, ha condenado a Israel sin dejar de ser relativamente silencioso sobre Hamas. Esto no nos debe sorprender, ya que Hamas es una rama de la Hermandad Musulmana.

Los medios de comunicación insisten también en describir los recientes acontecimientos en Gaza como “ciclo de violencia”, sin distinguir entre los crímenes de guerra cometidos por Hamas y las acciones legales emprendidas por Israel para proteger a sus ciudadanos contra crímenes de guerra. Sería como si los medios de comunicación describieran los esfuerzos legítimos de la policía para detener asesinatos relacionados con las drogas como un “ciclo de violencia”. Pero J Street, una organización que persiste en llamarse “a favor de Israel”, insiste en la descripción de la situación en Gaza como una “espiral de violencia”.

¿Qué haría Egipto en caso que Hamas- o la Jihad Islámica- de repente disparara proyectiles mortales en dirección de los suburbios de El Cairo? ¿Qué haría cualquier país? El presidente Obama tuvo toda la razón al defender el derecho de Israel de proteger a sus ciudadanos de ataques terroristas y en condenar a Hamas por iniciar los ataques. También es correcto pedir a Israel que haga todo lo posible para evitar víctimas civiles innecesarias, ya que Israel siempre lo ha hecho y sigue haciendo. La ejecución selectiva del comandante militar de Hamas, Ahmed al-Jabari es prueba de ello. Él y su socio murieron en un ataque aéreo que, al parecer, no causó daños colaterales.

Hay quienes argumentan, de forma absurda, que toda ejecución selectiva es ilegal, ya que constituye una “ejecución extrajudicial”. Pero todas las muertes militares son ejecuciones extrajudiciales, como las muertes causadas en el contexto civil por actos individuales de auto-defensa o por un policía disparándole a un criminal peligroso que huye. De hecho, sólo Israel entre todos los países del mundo se ha sometido a la política de ejecuciones selectivas de terroristas. El Tribunal Supremo de Israel ha establecido criterios cuidadosos y precisos para la ejecución selectiva cuando es apropiada y que las personas constituyen objetivos adecuados, en virtud del derecho internacional. Ahmed Jabari se ajusta claramente a esos criterios.

La respuesta de Israel a los cohetes de Hamas debe proporcional, pero la proporcionalidad no exige que Israel espere hasta tener civiles muertos o gravemente heridos. La respuesta de Israel debe ser proporcional a la amenaza que enfrenta su población civil. De hecho, el objetivo de sus acciones debe ser la prevención de toda muerte civil israelí.

Además, la Corte Suprema de Israel impone restricciones a sus militares israelíes y los medios de comunicación israelíes también sirven como un control importante. Cuando, en ocasiones, las acciones militares israelíes han causado un número desproporcionado de muertes de civiles, los israelíes se han indignado con sus militares y han exigido una mayor adhesión a los principios de proporcionalidad. Esto contrasta fuertemente con Gaza, donde se aplaude y celebra cada vez que un niño israelí es asesinado por un cohete de Hamas. Es inmoral, incluso, comparar Israel a Gaza o comparar el ejército israelí a los terroristas de Hamas.

Sería mejor, por supuesto, que un alto el fuego permanente pudiera arreglarse, bajo la condición de que Hamás deje de lanzar cohetes contra civiles israelíes para que Israel no tenga que ajusticiar a los terroristas de Hamas. Egipto podría desempeñar un papel más positivo, tratando de lograr un alto el fuego unilateral- en lugar de condenar a las víctimas, como hasta ahora.

Pero hasta que Hamas deje de aterrorizar a más de un millón de civiles israelíes, el ejército israelí no tendrá más remedio que utilizar su ventaja tecnológica para prevenir y disuadir el terrorismo de Hamás. Es la obligación de cada Estado soberano, en primer lugar, proteger a la población civil de los ataques terroristas. La decisión de Israel de usar la ejecución selectiva de combatientes de Hamas es preferible a otras opciones militares, como un ataque terrestre masivo, que inevitablemente causará más daños colaterales.

Pero si los ataques con cohetes de Hamas persisten, Israel puede tener pocas opciones y sólo le quedará invadir la Franja de Gaza y tomar las medidas más adecuadas para proteger a su población civil. Depende de Hamas, quien tiene enteramente la culpa de la situación actual, como lo fue cuando Israel se vio obligado a invadir de nuevo en 2008. La comunidad internacional y los medios de comunicación tienen que empezar a diferenciar entre los crímenes de guerra cometidos por los terroristas y los actos legítimos de defensa propia que ejerce un militar responsable. El no enfatizar la distinción entre ambos conceptos alienta el terrorismo y erosiona la base moral de un importante principio: el de guerra justa.

Alan M. Dershowitz, profesor de la cátedra Felix Frankfurter de Derecho de Harvard, es un abogado en ejercicio constitucional y penal- y el autor, más recientemente, de The Trials of Zion.

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