JAVIER SOLANA/EL PAÍS
El asesinato de Ahmed al Yabari, comandante militar de Hamás, ha vuelto a desatar un grado de violencia entre Israel y Gaza desconocido desde la tregua de la operación Plomo Fundido (2008), que se cobró las vidas de 1.400 palestinos y de 13 israelíes y además dejó enormes destrozos.
Es difícil de saber cómo este nuevo drama va a desarrollarse, pero sin duda contribuirá a una clara recomposición de las estructuras de poder en el seno de Hamás que afectará, también, a sus relaciones con los países vecinos, incluyendo a Israel y a la propia Autoridad Palestina.
El liderazgo de Hamás se ejercía desde su cuartel general situado en Siria, y desde allí se gestionaban las relaciones con los regímenes de Irán y Siria, sus mayores apoyos en la zona antes de la primavera árabe. Los líderes del interior se mantenían en un segundo plano en Gaza para defenderse de posibles ataques de Israel.
En los últimos meses se ha producido un profundo cambio de papeles. Los líderes de Hamás del interior, en vista de los enormes cambios en la región, han decidido tomar las riendas de la organización y demostrar su primacía en la batalla en contra de la ocupación por Israel. Varios factores han contribuido a acelerar este cambio.
Al colapsar las relaciones con Damasco —cuando Hamás mantuvo su postura contra Bachar el Asad— el grupo dirigente con Jaled Meshal a la cabeza tuvo que abandonar Siria y se encuentra aun ahora desperdigado por distintos países árabes sin poder reconstruir su base. Por otra parte, esta posición frente al Gobierno de Siria no ha hecho más que dificultar sus relaciones con Irán.
Las luchas de poder se han acentuado al declarar Jaled Meshal, líder máximo actual, el deseo de abandonar su puesto. Dos candidatos han aparecido en escena: Musa Abu Marzuk, basado en El Cairo, e Ismail Haniya, el líder actual de Gaza. Una victoria del segundo consolidaría a los partidarios del proceso de trasvase del poder a Gaza.
La decisión de la OLP de someter a votación ante la Asamblea General de la ONU su voluntad de reconocimiento, proporciona a Hamás otro posible elemento para revigorizarse. Israel ha hecho saber que se opondrá por todos los medios a dicho reconocimiento, llegando a retener los impuestos que recauda en nombre de la Autoridad Palestina, a denunciar los Acuerdos de Oslo e incluso tratando de derrocar a Mahmud Abbas. Esta postura de Israel, de llevarse a la práctica en todo o en parte, tiene un claro beneficiario: Hamás y su facción de Gaza, en primera línea frente al ocupante.
Los líderes de Gaza tienen en su haber la reciente visita del emir de Catar, primer dirigente árabe de ese nivel que visita la Franja aportando legitimidad y recursos económicos, probablemente seguido por Erdogan. También el hecho de que en varios de los países árabes que tuvieron primavera los Hermanos Musulmanes —de quienes Hamás se siente seguidor— gobiernen, supone una ayuda inestimable.
En el deseo de los dirigentes de Hamás en Gaza de ser punta de lanza en la batalla contra la ocupación radica, en parte, los lanzamientos de las bombas a Israel de las últimas semanas y la respuesta fulminante del Ejército israelí causando la muerte de uno de sus líderes más importantes, Ahmed al Yabari, y enormes destrozos. Son conscientes de que Netanyahu no puede aparecer débil en su respuesta frente a Hamás, en especial después de haber convocado elecciones para enero; no obstante, están dispuestos a sufrir las consecuencias.
Pero a la postre, Israel no podrá conseguir lo que quiere. No lo consiguió con la operación Plomo Fundido —recordemos que su objetivo era poner fin al poder de Hamás en la franja de Gaza y obtener una mayor seguridad. No solucionó los problemas de seguridad en Israel y hoy se reencuentra con un Hamás más fuerte en el interior de Gaza.
Como Hussein Ibish escribe en Foreign Policy, “Israel puede una vez más ganar una batalla, pero seguirá perdiendo la guerra y a sus mejores amigos en el mundo”.
Esperemos que el sentido común retorne mediante un rápido alto el fuego. Varios países están mediando en estos momentos. Ojalá tengan éxito en su propósito, pues como ha dicho Efraim Halevy, inteligente exjefe del Mosad, “a ambos nos conviene que Hamás mantenga el poder, por muy extraño que parezca”.
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