JULIÁN SCHVINDLERMAN/INFOBAE.COM
Desde que Israel abandonara en el 2005 los veintiún asentamientos en Gaza y retirara por la fuerza a alrededor de nueve mil colonos, la ocupación israelí de esa franja territorial ha terminado. Aún cuando Israel controla las fronteras aéreas, marítimas y territoriales de Gaza- con el propósito de evitar el ingreso de armas- hay allí una situación de autogobierno. En el 2006 el Movimiento de Resistencia Islámico, más conocido como Hamas, ganó elecciones legislativas y al año siguiente expulsó a las fuerzas de Fatah (leales al presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas) que todavía permanecían allí y pasó a gobernar exclusivamente la franja y a sus 1.6 millones de habitantes.
Tanto antes como después de la retirada unilateral, miles de morteros, cohetes y misiles fueron disparados contra el Estado de Israel desde Gaza, culminando en una respuesta militar importante a fines del 2008 bajo el nombre Operación Plomo Fundido. En los años que se sucedieron, Hamas mayormente evitó atacar a Israel, aunque toleró que otras agrupaciones violentas -salafistas y jihadistas- lo hicieran. Hamas llevó esta situación al extremo y terminó precipitando una nueva represalia israelí, ahora bajo el nombre Pilar de Defensa.
Varias consideraciones pudieron haber influido para que Hamas buscara una nueva confrontación con Israel en este momento: a) dar respuesta al desafío de legitimidad creado por las demás agrupaciones radicales en su incesante agobio bélico contra los israelíes; b) impedir que el gobierno egipcio destruyese los túneles clandestinos que conectan el desierto del Sinaí con Gaza, pues en tiempos de contienda El Cairo no podría mostrarse del lado de Jerusalem; c) indicar a la Autoridad Palestina -la que pretende lograr el reconocimiento como Estado soberano en las Naciones Unidas a fin de mes- que Gaza es independiente del poder político de Cisjordania, d) responder a la acción israelí del mes pasado en Sudán, cuando su fuerza aérea, según Jartum ha denunciado, hizo trizas una fábrica de armas aparentemente iraníes y destinadas a Gaza, y e) simplemente ser fiel a su razón de ser: en el Pacto de Alá, su Carta Constitutiva, Hamas afirma “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el Islam lo aniquile”.
La confrontación actual ocurre en un contexto muy diferente al del 2008/9. El Medio Oriente ha sido transformado significativamente por las revueltas árabes, las que provocaron cambios de régimen en Túnez, Libia, Yemen y Egipto, han sumido a Siria en una sangrienta guerra civil y han desestabilizado al Líbano. En Jordania días atrás por primera vez las calles fueron copadas por manifestantes que pidieron destronar al rey. Con una población palestina de alrededor del 60%, los acontecimientos en Gaza tendrán un impacto apreciable en una monarquía hoy inestable. La Autoridad Palestina podría decidir acelerar su plan de declaración de independencia unilateral con apoyo de la ONU pues no querrá ser vista como socia de Israel mientras Gaza arde. La situación se hará sentir también en Qatar (cuyo emir acaba de viajar a Gaza, marcando la primera visita de un líder extranjero a la franja desde que Hamas gobierna) y en Turquía, cuyo gobierno islámico busca recuperar la influencia regional de tiempos pasados y se ha convertido en un auspiciante político de Hamas.
Pero será sobre Egipto que los ojos del mundo se posarán con mayor ansiedad, en virtud de que el país más poblado del mundo árabe es ahora gobernado por los Hermanos Musulmanes, grupo fundamentalista al que Hamas está hermanado ideológicamente. El presidente Mohammed Morsi ha enviado una delegación a Gaza y ha retirado a su embajador de Tel-Aviv, medidas que podrían ser simbólicas pour la gallerie o que podrían anunciar una orientación distinta. Finalmente, Israel sabe que su respuesta militar está siendo observada por Irán y Hezbollah, y en consecuencia deberá afirmar su capacidad disuasiva mediante una actitud implacable con Hamas.
En el Medio Oriente las cosas nunca han sido simples. Los últimos acontecimientos no son una excepción a ello.
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