Luces de Janucá

Artículo de diciembre de 2011

BECKY RUBINSTEIN F EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Bárbara Rush,  ejemplar escritora y cuentacuentos  norteamericana,  nos regala, esa es la palabra, un espléndido  libro sobre  Janukiot –de lámparas  para la Fiesta de Januká, cada  una de ellas ejemplo de imaginación y esplendor. Sesenta son las asombrosas  janukiot procedentes de catorce países, de tres continentes -y se dice fácil, con una historia de nueve siglos.

Imaginamos a Bárbara –quien ha viajado por el  mundo, conmoviendo a sus escuchas con  sus historias en sinagogas, bibliotecas, teatros y festivales. De seguro, ha relatado  historias de Januká, La Fiesta de las Luminarias,  de su propia invención.

O tal vez, prestadas por insignes escritores  idish, como Isaac Bashevis Singer, quien gozaba desde tierna edad, de la única fiesta judía dirigida a los niños;  gozada por los niños y recordadas  en la  edad adulta.Y entre que son  latkes o sufganiot, es decir, los manjares propios de  la festividad- pasamos las hojas del magnífico libro de colección  en un viaje por  el tiempo, con la voz de Bárbara Rush como guía. Su plática introductoria  se remite a tiempos del Talmud, cuando la janukiá era de barro cocido,  redonda  o abombada  y con ocho orificios para  el aceite.

Durante la Edad Media , según palabras de nuestra   guía, el  arte de confeccionar  janukiot floreció  como nunca antes .En tiempo de persecución,  Cruzadas y expulsiones   el goce de una fiesta de libertad y paz –como la celebrada año tras año el día 25 del mes  de Kislev-era remanso seguro para  el judío  diaspórico.Por centurias –se nos dice- la janukiá reflejó y sigue reflejando la cultura  -opulenta o de carencias-  de sus judíos., y el ambiente en que fueron  creadas.

Una de ellas, verbigracia, nos remite al mundo del libro de Las mil y una noches: el shamash-la vela que enciende, noche tras noche, a sus velas hermanas- es nada más ni nada menos, que una lámpara como la del cuento de “Aladino y la lámpara maravillosa”. Y para rematar, cada  luminaria presume piedras preciosas y semipreciosa en sus brazos de puro argento: un verdadero agasajo para la vista  es  esta  janukya creada en Hungría  en los albores del siglo veinte.

De la Italia del siglo XIV, fabricada en bronce,  es una lámpara  inspirada – de acuerdo a una leyenda- en  el altar sustraído del  Primer Templo  y guardada por los macabeos. Dos leones , símbolos de fuerza, y protección divina,  cuidan  la intensa flama que nace de un pebetero. De Francia o de España, también del siglo XIV,  es la janukiá de bronce  de reminiscencia  española la que, en asombroso sincretismo,  refleja  los rosetones  de la arquitectura cristiana del siglo XIII,  como la de Chartres. De Venecia y del siglo XII – XVIII  –prosigue  Bárbara Rush-  proviene una  janukiá que reproduce en bronce una góndola.

Entonces,  cuenta la cuentacuentos, cantores  en   góndolas  viajeras se detenían en los hogares  iluminadas  por las lámparas festivas, quienes  inspirados, les regalaban   las más bellas canciones de su repertorio.Del siglo XVIII , continúa Rush, hallamos un ejemplo de janukia que nos conmueve más por su simbolismo que por su belleza. Se trata de un espécimen en bronce que rescata el acto heroico de Judith, joven y atractiva viuda, quien  vengó a su pueblo a  través de la muerte, más bien de la decapitación, de  Holofernes,  capitán  de las huestes babilónicas, siglos antes de la saga macabea.

El mensaje es claro –agrega nuestra  guía: “Januká es una fiesta  para la mujer”.

Del norte de África  y del mismo siglo, es la janukiá de bronce   martelinado con una estrella de David en el centro, símbolo mágico durante  la Edad Media cuando se creía en sus poderes protectores, de ahí  que apareciera en amuletos, por ejemplo, en Marruecos donde la Kábala floreció de manera  peculiar. De Ukrania, y de la misma centurias,  es la maravillosa lámpara de filigrana , mitad plata , mitad  dorada, según nos cuenta nuestra incansable guía, típica en aquellos lares. Por otra parte, posee no uno, sino dos shamashim, como  las fabricadas en Alepo en Siria: donde, por un lado, se agradecía al Cielo haber salido sin daño de  España durante la expulsión, y por el otro, haber llegado  sin daño alguno a puerto seguro.

De Irak, del siglo XVIII, es la janukiá de bronce y vidrio  verde bandera  que reproduce a los lados y en  la parte del centro, el jamsa tradicional, o sea la mano expuesta,  que representa la letra hei del alfabeto hebreo: es decir, el número cinco,  una manera de representar –acota nuestra experta guía- al nombre de Dios. La presencia de la mano extendida, garantiza protección contra el mal de ojo. Entre otras cosas, en Siria, además de la janukia, se encendían  velas en forma de jamsa. De Alemania y también del  siglo XVIII es  la janukia de plata pura en forma de animales míticos de protección, como el  pavo real, del cual emergen ocho cabezas, es decir,  los ocho brazos de esta espléndida e ingeniosa obra de arte.

De Polonia y del  siglo XVIII es la janukia en plata que representa al árbol de la vida. Los judíos de Polonia –se nos explica- lograron alcances supremos en la fabricación de artículos litúrgicos, como la menorá de nueve  candelas. Encomiable la finura de  sus brazos; detallados, las bestias  rescatadas de  los bosques  de Europa  del este.De Ucrania, ahora del siglo  XIX , es una janukia  de plata  toda de filigrana floral con un elemento que la distingue: una corona real en el centro, asociada, al poder divino. Y de Alemania, una singular pieza elaborada en  pewter y bronce compuesta por  ocho sillas de la época, con una silla en medio, a la manera de  shamash. Por supuesto que incluyen un  orificio  para sus correspondientes velas.

Esta janukiá, igual que muchas de Persia y Afganistán, se distinguen por su no alineación. Es decir, cada una  de las figuras están en su sitio y en paz.Dentro de dicha rica y maravillosa  colección las hay de cerámica  vitrea, como la fabricada en Viena en el siglo XIX,  y de Alemania, pero del siglo XX, es la janukiá de cerámica vitrea  en verde que simboliza un tronco  de árbol fragmentado en dos: una  sección  dirigida al oeste, la otra al oeste, epítome de  la Alemania dividida en oriental y occidental  por el Muro de Berlín.

Y, sin agotar el tema,  Barbara Rush, nos muestra  una interesante janukiá de 1974 fabricada con madera, tela y  plástico. Ocho son las estatuas de la libertad que  sostienen en la mano derecha una antorcha que guía a los desprotegidos, a los sin hogar, a los Estados Unidos de Norteamérica. La singular  janukia, además de reproducir  estatuas libertarias, multiplica  el azul, el rojo, el blanco y las estrellas de la bandera de los confederados.

La obra creada por Mae Shafter Rockland –que se asocia, de algún modo a la saga macabea,- puede admirarse en el Museo judío de Nueva York.  Y lo llamativo, fue donada por su  autora.Nuestra guía concluye con una pertinente aclaración: “Esta lámpara festiva, a diferencia de las anteriores,  no es anónima, esabiertamente personalizada. Sin embargo, no claudica en lo esencial: en la lucha del pueblo judío –o de cualquier pueblo del orbe- en aras de la libertad.

Rush, Bárbara, The lights of Hanukkah, ed. Stewart Tabori & Chang, New York,  2003.

 

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