Artículo de julio de 2011
LA VOZ.COM
Cada tantos meses, la localidad de Jamel organiza un festín al aire libre donde cantan “Hitler es mi Führer” y alzan los brazos gritando “¡Heil!”
Los letreros de madera en la calle principal apuntan hacia Viena, París, y hacia Braunau am Inn, el poblado natal de Adolf Hitler. Un dirigente ultraderechista administra su empresa desde su casa, y el estandarte de la compañía es una maza aplastando una Estrella de David.
Cada tantos meses, el pueblo organiza un festín al aire libre donde cantan “Hitler es mi Führer” y alzan los brazos gritando “¡Heil!”.
Jamel es el ejemplo extremo de un fenómeno escalofriante en lo que era la Alemania oriental comunista: el surgimiento del neonazismo.
Se ha hecho evidente especialmente en algunas zonas, como en Mecklenburg-Pomerania Occidental, donde el ultraderechista Partido Nacional Democrático (PND) ocupa escaños en el parlamento.
Se sospecha que la extrema derecha es la autora de unos 40 ataques en el estado en el año pasado, entre ellos pedradas contra las ventanas de sedes políticas y la colocación de bombas en el buzón postal de un fiscal. El año pasado en Jamel, un neonazi agredió a un turista y le declaró a gritos su apoyo a Adolf Hitler, dicen testigos.
Desocupación y xenofobia.
Es el estado de Alemania con la mayor tasa de desempleo exceptuando Berlín y tiene pocas industrias, lo que ha alimentado la xenofobia que nutre al neonazismo. Sólo el dos por ciento de la población es extranjera, pero es precisamente por la falta de contacto con extraños que florece el racismo, dicen autoridades locales.
“A nivel federal, el extremismo islámico es la principal amenaza; para nosotros es la extrema derecha”, dice Reinhard Mueller, quien dirige la oficina local de la agencia de seguridad alemana.
En Jamel, seis de las 10 viviendas son propiedad de extremistas de derecha, y las autoridades consideran que 10 de los 28 adultos del pueblo son radicales. El líder local es Sven Krueger, de 36 años y dirigente del PND, quien se crió en el pueblo.
Fuentes policiales dicen que Krueger estuvo involucrado en pequeños delitos en el pasado, pero que ha mantenido una presencia más discreta en años recientes al dedicarse a la política. Recientemente, sin embargo, Krueger fue arrestado y acusado de recibir propiedad robada y de tenencia ilegal de armas.
Al registrar su vivienda, los agentes confiscaron herramientas que parecen haber sido robadas y una ametralladora con municiones.
Pocos días antes de ese arresto, dos perros guardianes merodeaban por el jardín delantero de la vivienda de Krueger, y de un recipiente de basura industrial, lleno con los desechos de su compañía de demoliciones, colgaba un afiche del PND con las palabras “cumplimos nuestras promesas”. Una mujer que fumaba un cigarrillo en los predios dijo que no sabía dónde estaba Krueger.
En otra vivienda al final del camino, un hombre con los brazos cubiertos de tatuajes, de pelo corto y camisa verde, le gritó a un fotógrafo “¡Véte de aquí, plaga asquerosa!”. En otras casas nadie contestaba a la puerta, y Krueger no respondió llamadas ni a su teléfono de oficina ni al celular.
El edificio principal de su empresa de demoliciones está a unos 10 kilómetros de distancia, y es también la sede local del PND.
Alrededor del inmueble corre una cerca de dos metros de alto coronada por alambre de púas. De una torre de vigilancia cercana penden enormes faroles brillantes, y se escucha el ladrido amenazador de los perros guardianes.
De un poste ondea la bandera alemana de la época del káiser, frecuentemente usada por los neonazis en lugar de la bandera nazi tradicional, que está prohibida por ley. A través de una reja se puede ver el estandarte de la empresa con la Estrella de David siendo aplastada por el martillo.
Legalmente, hay muy poco que se pueda hacer para expulsar a los neonazis de allí, pues se cuidan de no violar las leyes abiertamente, como la que prohibe exhibir la esvástica u otros símbolos nazis, y los himnos nazis que cantan en la noche no se le pueden achacar a una persona en particular.
Aun así, es evidente cuáles son la simpatías de la población, dicen los locales. Horst y Birgit Lohmeyer, quienes viven en Jamel desde hace siete años, sostienen que la actividad de los ultraderechistas atrae a veintenas de neonazis cada año para festivales, inclusive varios centenares que asistieron a la boda de Krueger el año pasado.
“Se la pasan sentados junto a la fogata cantando canciones nazis y gritando ‘¡heil!”’, dijo Birgit Lohmeyer.
Como protesta, los Lohmeyer organizan su propio festín: un festival anual de música en su propiedad, de unas 0,8 hectáreas (dos acres).
“Organizamos este festival para celebrar la democracia y la tolerancia, para demostrar que no todo el mundo aquí es derechista, que hay gente aquí que no cree en esa ideología”, expresó Birgit Lohmeyer.
El alcalde local expresa esperanzas de que la atención recibida ayudará a destapar al PND como un grupo pronazi. El partido ganó el 7,3% de los votos en el estado de Mecklenburg-Pomerania Occidental en las elecciones de 2006, lo que los dejó con seis de 71 escaños.
“El PND no es nada menos que el sucesor del partido nazi y tiene sus mismos objetivos”, dijo el alcalde, Uwe Wandel, en una entrevista.
“Quizás hoy no hablan de los judíos sino de los extranjeros en general, pero la ideología es la misma”, añade.
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