Una CIA militarizada toma el control de la lucha antiterrorista en EE UU

DAVID ALANDETE/EL PAÍS

Las líneas que hace años separaban a la Agencia Central de Inteligencia y al Pentágono se han ido diluyendo gradualmente a medida que las dos guerras que Estados Unidos abrió en la pasada década han ido tocando a su fin. Cerrado el frente iraquí e iniciada la retirada en Afganistán, la Casa Blanca ha aceptado dotar a la CIA de mayor autonomía para dar caza a supuestos terroristas en el extranjero, sobre todo con un notable aumento de su flota de drones o aviones controlados de forma remota. Además, considera autorizar un incremento de la red de espías de la que dispone el Pentágono, para ejercer un mayor control sobre los refugios de Al Qaeda en la península Arábiga, el este y el norte de África.

La dilución de las fronteras que durante las últimas décadas del siglo XX tan claramente separaron a la CIA y al Pentágono ha culminado durante los mandatos de George W. Bush y, sobre todo, Barack Obama. La Agencia ha tomado cada vez parte más activa en la ofensiva contra el yihadismo internacional, y ha expandido notablemente su programa de ataques con misiles lanzados desde drones, en muchas instancias con la cooperación del Ejército norteamericano. En verano de 2011, Obama nombró al exdirector de la CIA Leon Panetta jefe del Pentágono. En movimiento inverso, un condecorado general, comandante de las misiones en Irak y Afganistán y jefe del Comando Central militar, David Petraeus, fue nombrado jefe de la CIA.

Petraeus dimitió el pasado 9 de noviembre, después de admitir una relación extramatrimonial con su biógrafa. Su legado en la CIA será duradero. Antes de salir pidió a la Casa Blanca un refuerzo de la flota de drones de la Agencia, para poder efectuar ataques más allá de los objetivos habituales en Somalia, Yemen y Pakistán. La Agencia y el Pentágono tienen sus miras puestas en Malí y Libia, dado el incremento de la actividad en la zona del grupo Al Qaeda en el Magreb Islámico. Fuentes de la inteligencia norteamericana aseguran que la flota de drones de la CIA no supera en este momento los 35. Petraeus solicitó una decena más.

“Hay una tendencia general de incremento del uso de dispositivos de ataque controlados de forma remota, y un cada vez menor uso de grandes contingentes militares. La nueva forma de hacer la guerra implica un aumento del uso de comandos de operaciones especiales y fuerzas expedicionarias y de asalto anfibio, un mayor papel de la CIA Y más analistas militares”, explica el profesor Paul Rogers, especialista en seguridad internacional de la Universidad de Bradford. “Creo que no veremos en un futuro próximo un nuevo despliegue de contingentes de más de 100.000 soldados en un teatro de guerra, como sucedió en Irak y Afganistán”, añade.

La CIA, cada vez más militarizada, tiene su propia lista de nombres a los que tiene autorización de aniquilar. En septiembre de 2011 logró un notable éxito al matar en Yemen al clérigo Anuar el Aulaki, de nacionalidad norteamericana y uno de los mayores propagandistas de la red de Al Qaeda. El Ejército también tiene su lista de objetivos legítimos, que cada martes se somete a revisión por parte de unos 100 analistas de seguridad del gobierno. Estos recomiendan al presidente la eliminación o adición de nombres a esa lista, en un protocolo que en la Casa Blanca se conoce como “martes de terror”.

Los ataques contra esos objetivos se suelen ejecutar con misiles lanzados desde drones. Desde 2002, EE UU ha ejecutado hasta 494 misiones con drones en Pakistán, Yemen y Somalia. La CIA tiene un papel protagonista en Pakistán, que nominalmente es un aliado de EE UU pero cuyos servicios de inteligencia han asistido a la insurgencia talibán huida de Afganistán tras 2001. Normalmente, el presidente Obama autoriza personalmente cada ataque en Yemen y Somalia, pero sólo se le informa de un tercio de las misiones en Pakistán. El Ejército emplea también esos aviones remotos para operaciones de espionaje y ataque en Afganistán.

La CIA y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono cooperan en muchos de esos ataques. La Casa Blanca no ha admitido en público la existencia de su programa de drones, por motivos de seguridad nacional. Por ello, no hay indicios de si, en operaciones conjuntas, se siguen los protocolos de actuación de la CIA o de las fuerzas armadas. En muchas instancias, como el ataque del viernes en el que EE UU aniquiló en Pakistán a Abu Zaid al Kuwaiti, uno de los nuevos líderes de Al Qaeda, no queda claro inicialmente si el drone empleado es de la CIA o del Pentágono. A pesar de ese secretismo, la Casa Blanca suele incidir en sus filtraciones en el hecho de que el número de víctimas colaterales suele ser casi inexistente.

“Esa afirmación no tiene sentido”, asegura el abogado norteamericano Clive Stafford Smith, que dirige la organización de derechos humanos Reprieve. “No saben lo que hacen, porque la información de inteligencia en el caso de Pakistán, por ejemplo, viene de la gente a la que le pagan para recibir esos datos de inteligencia, que son los mismos que les ofrecen información falsa en un primer momento. El problema mayor es que los drones aterrorizan a regiones enteras, algunos de ellos planeando 24 horas al día sobre algunas comunidades”.

Tras dos guerras que han acabado siendo notablemente impopulares, y en las que han fallecido más de 6.500 soldados norteamericanos, el Pentágono también busca modos de abrir vías de futuro, centrado en tácticas antiterroristas. El 20 de noviembre, en un discurso en Washington, el secretario de Defensa avanzó la vía de ruta de la próxima década. “La campaña contra Al Qaeda tendrá lugar fuera de zonas declaradas de combate, empleando tácticas que dejen poco rastro, con operaciones de precisión”, dijo Panetta.

Para ello, el Pentágono busca reforzar su propia rama de espionaje, la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés). Este mismo mes, Panetta le pidió a Obama que le permita reclutar a 1.600 nuevos espías, lo que doblaría el tamaño de esa agencia. El razonamiento: la CIA ha sido tan efectiva dando caza a terroristas en el extranjero, que el poderoso Ejército norteamericano quiere ser más como la ella, y menos como unas fuerzas armadas al uso.

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