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viernes 15 de noviembre de 2024

Los obispos y Wert negociaron con sigilo

MANUEL PLANELLES/EL PAÍS

Los obispos españoles están cerca de apuntarse una de sus mayores victorias educativas de los últimos 35 años. Han negociado en silencio hasta conseguir que el proyecto de ley de enseñanza que ha presentado esta semana el Gobierno de Mariano Rajoy colme una de sus históricas reivindicaciones: que los alumnos que elijan no cursar la asignatura de Religión tengan que estudiar una materia alternativa fuerte. Se llamará Valores Culturales y Sociales en primaria y Valores Éticos en secundaria. Además, también se ha cumplido otro de sus deseos: que se suprima la polémica Educación para la Ciudadanía.

Los obispos ganaron durante la Transición la batalla de la clase de Religión en todas las aulas, tanto en los centros concertados católicos como en los públicos. La Iglesia perdió entonces su dominio sobre la enseñanza en España, pero logró que el Estado firmara en 1979 los acuerdos con la Santa Sede, que tienen un capítulo dedicado a la educación. Gracias a ese pacto, los prelados consiguieron que la Religión se siguiera impartiendo en todos los colegios e institutos y obtuvieron la libertad para elegir a los docentes, cuyo sueldo sale de las arcas públicas.

Eso sí, la asignatura dejó de ser obligatoria. Y el empecinamiento de los obispos en las últimas tres décadas se ha centrado en endurecer la alternativa a la clase de Religión para evitar un efecto disuasorio. Este asunto ya provocó litigios en los noventa y una retahíla de comunicados de la Conferencia Episcopal Española entre 2005 y 2007, mientras el anterior Ejecutivo socialista elaboraba y desarrollaba a través de reales decretos la Ley Orgánica de Educación (LOE). Los obispos, incluso, se sumaron a la multitudinaria manifestación contra esta norma que se celebró en Madrid en noviembre de 2005.

Mario Bedera, ex secretario de Estado de Educación del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, participó en la elaboración de la LOE, la norma que será sustituida por la reforma del ministro José Ignacio Wert. Cree que la existencia de una materia fuerte alternativa a Religión “es una forma de ganar clientela” para la Conferencia Episcopal. O, dicho de otra forma, una manera de que la asignatura confesional no pierda alumnos. “Montar una alternativa dura es una excusa para que exista Religión”, opina Juanjo Picó, responsable de comunicación de Europa Laica.

Picó cree que tras la insistencia de la Iglesia católica en que se regule (y endurezca) la alternativa hay un intento de esquivar la progresiva “secularización” de la sociedad. Según su interpretación, es la forma de evitar la “caída vertiginosa” del número de chicos que cursan Religión. Entre el curso 2000-2001 y el 2009-2010, se registró un descenso de más de ocho puntos, según los datos del Ministerio de Educación. En primaria, se pasó en una década del 83,32% de matriculados en Religión al 74,19%. En secundaria, del 63,71% al 54,39%. Y del 47,68% al 41,14% en bachillerato. La caída es mucho mayor en la pública y a medida que los chicos crecen y ganan libertad para elegir.

Respecto a las alternativas a la materia confesional, los desarrollos de la vigente LOE establecieron tres vías en secundaria: estudiar Religión, cursar Historia de las Religiones o una “adecuada atención educativa”. En la práctica, según reconoce el socialista Bedera, la opción de Historia de las Religiones es “residual”. La inmensa mayoría de los alumnos o estudia Religión o recibe esa atención educativa, que se traduce en horas de biblioteca o en salir antes del instituto. Wert enmienda esta situación al eliminar la opción de la atención educativa y situar en su lugar la nueva materia de valores culturales, sociales y éticos, como querían los obispos. La Iglesia ha argumentado hasta ahora que elegir Religión no podía suponer discriminación.

La Conferencia Episcopal se ha apuntado el tanto desde el silencio. Frente a la pública y callejera estrategia que emplearon contra la LOE, los obispos se han movido en esta ocasión en los despachos. La Consejería de Educación de Andalucía, contraria a la solución que se ha buscado para Religión, asegura que este asunto nunca se trató en las reuniones sobre la reforma que el Gobierno ha mantenido con las comunidades. No fue hasta el pasado lunes, víspera del encuentro entre el ministro y los consejeros autonómicos, cuando apareció plasmado en el proyecto de ley. En el texto que Wert presentó a finales de septiembre no se mencionaban las alternativas a la materia confesional, algo que escamó a responsables de la Iglesia.

Pero, entre el proyecto de septiembre y el que se difundió el lunes, los obispos han sabido jugar sus cartas. “Estamos en fase de diálogo”, dijo el 4 de octubre el portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino. “Religión tiene que ser ofrecida en condiciones de libertad para quien la elija, pero como una asignatura equiparable a las fundamentales”, añadió el sacerdote, quien mostró “una cierta preocupación” al no haber encontrado en el proyecto de septiembre una “fórmula” que le convenciera.

El Ministerio de Educación, preguntado sobre si habían mantenido encuentros con la cúpula de los obispos, primero dijo que no, y, horas después, una portavoz aclaró a este periódico que la secretaria de Estado Montserrat Gomendio se ha reunido con responsables de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. Esto no se publicitó como los encuentros con otros sectores.

Los obispos han sido los que han tratado directamente con ella. En los temas relacionados con la educación religiosa el ministerio tiene tres interlocutores clásicos. Por un lado están la Conferencia Episcopal y la Confederación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos y Padres de Familia (Concapa), que suelen ir de la mano en sus reclamaciones. El tercer actor es la patronal católica FERE, que mantiene una actitud pragmática y centra su atención en la reivindicación de los conciertos educativos, que también se benefician con la reforma de Wert.

“Nosotros no hemos tenido conversaciones con el ministerio sobre la asignatura de Religión”, reconoce José María Alvira, responsable de la Secretaría General de FERE. Admite que de ese asunto se ocupó directamente la Conferencia Episcopal. Sin embargo, Alvira aplaude, al igual que Concapa, que se haya armado una alternativa fuerte a la clase confesional porque sirve “para que se tome en serio” la materia. Pero lo cierto es que los asociados de Fere no han tenido muchos problemas con este asunto, ya que los alumnos que se matriculan en sus centros suelen aceptar el ideario católico y pocos son los que se decantan por no cursar Religión.

No ocurre lo mismo en otros concertados de carácter no confesional. “Es pedagógicamente más lógico tener una alternativa más clara”, sostiene Rafael Caamaño, secretario general de la patronal CECE Andalucía, donde están representados centros privados católicos y no confesionales. Caamaño afirma que sus colegios e institutos han tenido “problemas” para atender a los alumnos que no querían cursar Religión.

El otro tanto que se han apuntado ahora los obispos ha sido la supresión total de la asignatura Educación para la Ciudadanía, puesta en marcha por el anterior Gobierno socialista y que fue respaldada por el Tribunal Supremo tras años de polémica y ruido. Es más, en la reforma de Wert las asignaturas que se perfilan como herederas de Ciudadanía son, precisamente, las dos alternativas a Religión, es decir, Valores Culturales y Sociales y Valores Éticos.

Alejandro Tiana, ex secretario general de Educación del anterior Gobierno socialista, cree que “concebir la Religión como una alternativa a los valores sociales, cívicos o éticos” es una opción “totalmente rechazable”. Para conocer los contenidos de las dos materias alternativas a Religión habrá que esperar todavía al desarrollo que tiene que realizar el ministerio después de aprobar la reforma. También habrá que aguardar hasta ese momento para saber cómo se evaluará la materia de Religión (y sus alternativas).

Hasta ahora, según explica Tiana, la fórmula por la que se habían decantado los distintos responsables de la Administración educativa era por la de “una asignatura evaluable, pero no computable”. Es decir, los alumnos se tenían que examinar de Religión y las calificaciones figuraban en su expediente y contaba para repetir curso (aunque el nivel de suspensos en Religión es ínfimo). La nota, en todo caso, no contaba para la media para acceder a la Universidad o para lograr una ayuda o beca. La duda es si el Gobierno mantendrá esta situación cuando se empiece a aplicar la reforma. Lo que sí ha hecho ya el ministerio es dejar fuera de la nueva reválida de secundaria a la Religión y su alternativa.

También resta por saber si la victoria del sector católico será completa y consigue que en el Bachillerato gane peso la asignatura de Religión. El ministerio ha decidido ahora situar esta materia entre las 11 asignaturas optativas de esta etapa no obligatoria. De esas 11, los alumnos deben elegir dos o tres. Dentro de la Iglesia ya han surgido voces que piden un cambio para que la Religión reciba una atención especial en esta etapa (en la que menos de la mitad de los alumnos se decantan ahora por la materia confesional).

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