EL PAÍS
El primer presidente egipcio elegido por sufragio libre y universal, Mohamed Morsi, está provocando con sus excesos y bisoñez una peligrosa fractura en la sociedad. Es de esperar que su oferta de diálogo y consenso no llegue demasiado tarde. Los laicos y los liberales, que fueron los primeros protagonistas de las revueltas que acabaron con Mubarak hace casi dos años, le reprochan una abusiva acumulación de poderes y el intento de imponer un régimen islamista en el país a través de una nueva Constitución. Morsi se ha empeñado en que esta sea votada en referéndum el próximo 15 de diciembre y proceder a unas, esas sí, necesarias elecciones legislativas.
La descarnada lucha de poder en curso en el país árabe más poblado puede hacer descarrilar la transición egipcia hacia una democracia, tránsito que, siempre se supo, estaría lleno de obstáculos. Los Hermanos Musulmanes, el movimiento del que sale Morsi y el mejor organizado en Egipto (tras los servicios secretos), se sienten fuertes. El enfrentamiento ha derivado en encontronazos violentos en las calles de El Cairo, ante el palacio presidencial, que se han cobrado al menos siete vidas. Los militares, parte del Estado profundo, decisivos en la caída final de Mubarak y que han venido pactando discretamente con Morsi, incluido un trato exquisito en la Constitución, salieron ayer a proteger dicho palacio, aunque su postura final no está clara.
Los laicos y liberales no hicieron una revolución para cambiar una dictadura por otra o por una teocracia. Deberían realmente comprobar este sábado, en la reunión para buscar un consenso que ha convocado Morsi, si el presidente está dispuesto a ceder en algo. Debería intentar detener el referéndum y que el proyecto de Constitución vuelva a la mesa de diseño, como sería deseable. Si no lo logran, han de concentrarse en las elecciones parlamentarias. Esta oposición debe aprender del error que supuso acudir en orden disperso a las anteriores legislativas y presidenciales, y presentar ahora un frente unido, en torno al ya creado Frente de Salvación Nacional.
Morsi habló anoche de “diálogo nacional”. A él en primer lugar le corresponde detener la bomba de relojería que ha contribuido a activar. Si ha demostrado dotes de mediador con Gaza, debería ser capaz de presentarse como un integrador ante su propio pueblo. O se convertirá en objetivo de una nueva revolución.
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