MANUEL DE LA FUENTE/ABC.ES
Mientras a lomos de Bucéfalo, Alejandro Magno había conquistado a fuerza de espada y aristotélicas razones medio mundo, al otro lado del planeta las raíces de un pueblo, al que hoy muchos tienen por una raza mitológica, comenzaban a fructificar. Que cada cual arrime el ascua de su sardina a la fecha que prefiera, pero centuria arriba, centuria abajo, la cultura maya nacía, y durante casi dos milenios iba a dejar una honda huella en la Tierra.
Por su desarrollo urbanístico y la complejidad de sus ciudades (grandes urbes muchas de ellas), por su cerámica, sus templos y pirámides (que las lluvias del tiempo no han conseguido derribar), por sus complejas creencias religiosas, por haber inventado el «fútbol» (aquel juego de la pelota en el que los goles por la escuadra a menudo eran decapitaciones), por la gran extensión de su territorio (miles de kilómetros cuadrados), por la gran tecnología que desarrollaron (con útiles casi paleolíticos), por sus conocimientos matemáticos, por su dominio de la astronomía y la cronología (que ahora los pone en boca de todos por su «profecía» del fn del mndo que llegará el día 21)… Y porque desaparecieron de la faz de la Tierra inexplicablemente, sin dejar apenas ni un osario, ni mucho menos un cementerio, aunque ya en la época colonial nos dejaran aquel Popol Vuh, quizá escrito por algunos de los descendientes de los supervivientes, tal vez tan solo una aproximación a aquel extraño éxodo hacia la nada escrito por algunos bienintencionados historiadores.
Miguel Rivera Dorado, Doctor en Antropología Americana y especialista en la civilización maya sitúa en el mapa de nuestro entendimiento a aquel pueblo de leyenda:«La civilización maya es una de las más importantes de la Antigüedad, y la más brillante de la historia americana. Apenas manejaban una tecnología propia de la Edad de Piedra, pero consiguieron alcanzar unas realizaciones y logros extraordinarios. No solo en su espectacular arquitectura y en su desarrollado urbanismo, sino también en sus grandes conocimiento astronómicos, matemáticos, geométricos, y también al desarrollar una escritura complejísima que se tradujo en muchas bibliotecas y libros».
¿Alienígeneas filantrópicos?
Muchos han visto en este gigantesco desarrollo una «mano divina», o el asesoramiento de seres extraterrestres, de alienígenas filantrópicos. El profesor Rivera tiene explicaciones más sencillas. «Como se dice en antropología, esto se debe a un éxito adaptativo. Vivían en un medio muy hostil, en plena selva, con lluvias torrenciales, y frente al reto de extinguirse tuvieron que adaptarse, como ya hicieran los egipcios, que sobrevivieron al desierto. Una fuerte presión medioambiental suele traer consigo el desarrollo de una civilización poderosa. No creo que se trate de extraterrestres, ni de dioses, se trataba tan solo de sobrevivir».
Pero desaparecieron de este valle de lágrimas. El profesor Rivera es autor de libros básicos sobre la cuestión como «Bolnak el maya» (Alianza) y una gran versión, introducción y notas de Popol Vuh (Ed. Trotta), no obstante tampoco ha dado con la clave de este salto hacia el vacío, quizá la anticipación de alguna de las propias profecías mayas, quién sabe: «Todavía no hay ninguna hipótesis suficientemente buena que explique cómo entre el 800 y 1000 de nuestra era se produjo la desaparición de la civilización maya en el sur de Yucatán, es un misterio. Claro, pudo haber sequías y hambrunas, pero eso no llega para alcanzar la importancia del fenómeno, que afectó a decenas de enormes ciudades y cien mil kilómetros cuadrado».
Quizá alguno de ustedes esté abasteciendo su despensa, o buscándose un refugio, o rezando lo que sepa ante el próximo 21 de diciembre. Pero, tranquilos, el profesor Miguel Rivera Dorado toca madera por nosotros y por todo el planeta: «No, no es el fin del mundo. El día 21 acaba un ciclo de 5.125 años, el segmento cronológico mayor que los mayas usaban para medir el tiempo. Sería el final del decimotercer baktún (casi ciento cincuenta años), y lo que es esta fecha es el final de un ciclo, no es final del mundo, sino el final de los tiempos, pero tampoco sabemos realmente por escrito lo que pensaban los mayas de la fecha, quizá pensaban en una gigantesca transformación, pero no hay quien lo pruebe».
Este viejo planeta azul sigue siendo una isla del tesoro, repleto de joyas aún desconocidas, de secretos, enigmas, preguntas que nos llevan al abismo. No tenemos la menor idea de hacia dónde vamos, apenas si sabemos quiénes somos y ni siquiera tenemos absolutamente claro de dónde venimos. Es cierto que las ciencias adelantan que es una barbaridad, pero el mundo en que vivimos todavía está lleno de arcanos por desvelar, de jeroglíficos telúricos que nadie ha sabido descifrar. Historias y leyendas se contraponen, ciencia y ficción juegan a veces en el mismo equipo, y la especie más o menos humana que somos mira por el retrovisor en busca de respuestas.
Además, ¿creen ustedes que los mayas nos iban a dejar sin el sorteo de Navidad?
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