LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
Argentina de Contrastes
Mi viaje de estudio a Argentina en 1975, fue una gran experiencia para saber qué significaba vivir en una economía que registraba un proceso hiperinflacionario. La hiperinflación no sólo se experimentó en Argentina, sino en varios países de Latinoamérica, particularmente en Bolivia, en donde alcanzó niveles inimaginables. Fue el preámbulo de un descontento generalizado en Argentina que derivó en una insurgencia, que al igual que en Chile y Uruguay, fue reprimida cruelmente por gobiernos militaristas.
Incluso, la megalomanía de los “milicos” llevó a Argentina a enfrentar una guerra pírrica con la Gran Bretaña entre abril y junio de 1982 en la que inútilmente murieron 649 argentinos y 255 ingleses, el problema por la posesión de esas Islas Malvinas persiste 30 años después del conflicto bélico; la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, en la reciente conmemoración de los 30 años de la guerra, expresó actitudes de bravuconería.
Desde el inicio del siglo XX Argentina se encaminaba a ser un país desarrollado, en virtud de sus vastos recursos. Empero, sucesivos gobiernos ineficientes y corruptos se empeñaron en que no lo lograra. Los argentinos siempre han vivido en crisis, con una actitud masoquista al elegir y reelegir a líderes nefastos como Perón, Evita y más recientemente Menem y Cristina Fernández, quien hoy día gobierna ese rico país; para desahogar las penas los argentinos tienen a los tangos donde expresan todo lo que sufren.
Sin embargo, la situación económica que percibí en 1975 no estaba tan deteriorada como la que noté en mi segunda y tercera visitas, cuando se extendieron la pobreza y la violencia. El panorama económico de la Argentina de hoy día es desafortunadamente poco alentador; entre otras calamidades ha resurgido la inflación. En este ámbito, considero que la Argentina es una gran nación, con un amplio potencial de desarrollo. Una parte destacada de la población de Buenos Aires es refinada y culta.
En el pasado reciente, en virtud de la naturaleza de mi trabajo, viajé por el mundo y fue en Argentina, la de los porteños, en donde mejor me trataron. Me encanta su gastronomía. Cuando llegué a Buenos Aires, en 1975, me esperaban en el aeropuerto Marta y su esposo, ella fue la mejor amiga de mi primera esposa (que era de Argentina) durante su infancia y el inicio de su adolescencia, cuando junto con sus padres y su hermana radicaron en México.
En casa de Marta ya tenían una habitación destinada para que me alojara durante mi estancia en ese país; no pude aceptar la invitación, en virtud de que mi misión era de trabajo y tenía que estar disponible en la sección financiera de Buenos Aires para acudir a mis citas. Conviví con Marta y su esposo, Cachi, varias ocasiones. Mantuve el contacto con Marta durante varios años, el cual se perdió, no sé por qué razón.
Cuando regresé a Argentina no la pude ubicar por que se había cambiado de casa. Mis hijos mayores la localizaron hace unos tres años y la visitaron. Marta vino de paseo a México en febrero de este año, ya no la pudo acompañar Cachi, quien murió unos meses antes.
Con su breve estancia en México, después de transcurridos 37 años, retomamos la amistad que habíamos iniciado, y ahora, con el Internet, se ha facilitado la comunicación, he advertido que es una mujer admirable; con una elevada sensibilidad y que con gran entereza ha podido sobrellevar la pérdida de quien fue su compañero toda una vida.
También en mi primera visita a Argentina tuve la oportunidad de convivir con Iyo y su familia; él fue el primo de mi primera esposa y residía en Israel, en ese tiempo era representante de una institución del gobierno de ese país en Argentina. Con Iyo y su esposa me acerqué al tango; me llevaron al teatro a escuchar a la tanguera orquesta de Marianito Mores; también fuimos al espectáculo de tango del Viejo Almacén. Paseamos por la zona de Boca, el elegante barrio del Tigre y abordamos un barquito para pasear por el río del mismo nombre.
Con Iyo y su esposa recorrimos las calles y los cafés de Buenos Aires. Mi espíritu de viajero me llevó a la Patagonia y a las Cataratas del Iguazú. Toda mi vida me las ingenié para “robarle un poco de tiempo” al trabajo y disfrutar de una de las cosas que más me agradan: viajar, conocer gente, y disfrutar de una buena comida y una copa de vino.
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