Artículo de julio de 2012
LEON OPALIN PARA ENLACE JUDÍO
En el pasado mes de junio se publicó un editorial en el diario EL Litoral de la provincia de San Fe, Argentina, en el que se hace una reflexión acerca del impacto de la Inquisición entre los judíos, quienes en un buen número se vieron obligados a abandonar España, sin bienes, ni pertenencias. Para evitar su expulsión muchos se convirtieron a través del bautismo al cristianismo, no obstante, de manera oculta siguieron practicando su religión, y parte de ellos se unieron a los españoles que salieron a conquistar el Nuevo Mundo, en donde se mezclaron con los indígenas, formando comunidades sui generis a las que se ha denominado, criptojudíos, marranos y otros apelativos. La mezcla racial entre judíos conversos y los habitantes locales de los nuevos territorios se facilitó por que parte importante de los mismos eran jóvenes solteros y se amancebaron con las mujeres locales, proceso que derribó en una enorme descendencia que hasta la fecha ignora sus raíces judías.
En El Litoral se consigna que en los textos de Historia, en lo general, se hace referencia a los pueblos que dieron origen a España: vascos, celtas, iberos, romanos, vándalos, visigodos y árabes; empero, no se hace referencia a la significativa presencia de los sefaraditas; que eran hebreos que llegaron a la Península hace aproximadamente 2000 años, cuando las fuerzas del Imperio Romano, los expulsaron de su tierra: Tierra Santa. Los hebreos llamaron a España con el nombre de Sefarad, que significa “lugar muy lejano” e Ibri (hebreo) al río Ebro. También se señala que los hebreos que llegaron a España eran descendientes de las tribus de Judá y Levi; sólo unos pocos pertenecían a los primeros cristianos que eran hebreos circuncisos. Los sefaradíes hablaban la lengua ladina (Latina).
Cabe hacer mención que los sefaradíes habían llegado a España antes que los visigodos y árabes, la primera región que poblaron fue Galicia, igualmente se establecieron en Toledo, Córdoba, Sevilla, tres ciudades donde echaron profundas raíces, además de Burgos, Extremadura, Cataluña, Navarra, Aragón, Jaen, entre otras regiones. Entre el siglo XII y XV, una parte importante de los sefaradíes se habían entremezclado por matrimonio con cristianos; incluso el rey Fernando el Católico, de Aragón, tenía ascendencia sefaradí, hecho que quizá influyó en su desacuerdo con la expulsión de los judíos de España, en lugar de esta acción, propuso su conversión por el bautismo. En este ámbito, existen evidencias de que el mismo Cristóbal Colón tenía raíces sefaradíes; entre otros hechos que lo confirman, fue la posposición del inicio de su viaje al Nuevo Mundo, debido a que la fecha original del mismo correspondía, en el calendario hebreo, al día de la conmemoración del luto por la destrucción del Gran Templo de Jerusalem.
Los sefaradíes, al igual que los árabes, hicieron muchas aportaciones a la ciencia y las artes de España, y en general a su cultura. Previo a la Inquisición, proporcionaron recursos financieros para el desarrollo de España, y a pesar de que a los sefaradíes se les prohibía contraer matrimonio con cristianos, encumbradas familias españolas estaban emparentadas con ellos, incluso, el confesor de la reina Isabel La Católica, fue un sefaradí bautizado cristiano, Hernando de Talavera. Santa Teresa de Jesús era nieta de sefaradíes conversos y también lo era Pablo de Santamaría, Obispo de Cartagena y Burgos, y lo eran, un buen número de destacados cristianos, cuya entidad sefaradí se encubrió con el bautismo y la adopción de apellidos locales como Rodríguez o Pérez. De aquí que no cause sorpresa, que a través de recientes estudios genéticos realizados entre la población de la Península Ibérica, revelen que en un tercio de la misma fluye la sangre judía, aunque gran parte de la misma lo ignora; en este sentido, resulta irónico pensar, que una proporción indefinida de los actuales descendientes judíos en la Península, manifiesten actitudes antisemitas en diferentes grados, en buena medida, heredadas de las arengas que durante siglos realizó la Iglesia Católica, en las que acusaba a los judíos de ser culpables de todos los males existentes en la Tierra. No cabe duda, que las Iglesias Cristianas, no sólo la Católica, pusieron a los nazis en bandeja de plata, los principales ingredientes que llevaron al exterminio de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En este marco, el propio General Francisco Franco, aliado del régimen nazi, con el conocimiento de su ascendencia sefaradí, salvara de la muerte a 60,000 judíos durante la Segunda Guerra Mundial, brindándoles protección diplomática y pasaportes españoles.
En España misma, sobrevivieron durante siglos grupos de criptojudíos, disfrazados de “cristianos nuevos”; es el caso específico de los chuetas, habitantes de Palma de Mallorca, quienes “tras generaciones de represión institucional y marginación social han emprendido una tarea de recuperación de su memoria familiar y colectiva”. Se estima que hoy día entre 15,000 y 30,000 del total de 800,000 mallorquines tienen origen judío. En el Litoral se señala que ante la trascendencia judía en la Vieja España y en sus colonias, “se afirma con justicia: borrad a los sefaradíes y os quedareis sin la historia de España”
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