URIEL EDERY/CENTRO KEHILÁ
Todo aquél que leyó parashat Miketz, la cual fue leída la última semana, queda boquiabierto al notar que esta finaliza sin relatar el desenlace del encuentro entre Yosef y sus hermanos. Es en nuestra parashá, Vaigash, que el suspenso acaba y esta parte de la historia llega a su fin.
La Torá nos relata el sentimental discurso expuesto por Yehudá y la reacción de Yosef al confesar entre lágrimas “¡Yo soy Yosef!”. Los hermanos vuelven a unirse, los sueños se vuelven realidad, lo único que falta es el esperado encuentro entre Yosef y su sufrido padre Yaakov.
Luego de abandonar la tierra de Egipto en busca de su padre, la Torá nos relata: “Ascendieron ellos desde Egipto y vinieron a la tierra de Canaan a Yaacov – padre de ellos. Le anunciaron a él diciendo: Todavía vive Yosef y él gobierna en toda la tierra de Egipto. Mas se detuvo su corazón… pues él no les creyó a ellos. Pero ellos le hablaron todas las palabras de Yosef – que les había hablado – y vio las carrozas que había enviado Yosef para portarle a él. Entonces se reanimó el espíritu de Yaacov, padre de ellos.”
El que conoce la historia de Yosef y sus hermanos de forma completa, puede entender por qué Yaakov no les cree. Ya que el que mintió una vez, también puede hacerlo una segunda. Sin embargo es necesario recordar que Yaakov no era consciente de que lo que le habían dicho los hermanos sobre la muerte de Yosef no era cierto. Es por esto que surge la pregunta: ¿Qué es lo que lleva a Yaakov a no creerle a sus hijos?
Para poder responder esta interrogante es necesario realizar una breve introducción. Nos enseña la Torá que Egipto no es simplemente un imperio, un simple país africano. Egipto representa la terrenalidad canalizada de forma incorrecta. Egipto es un centro de impureza y de costumbres reprobados por la Torá. Tal es así que la Torá nos ordena: “Como las prácticas de la tierra de Egipto – donde habéis habitado – no habréis de hacer”.
Esta es la clave para poder entender la interrogante planteada anteriormente. Explica el Rebbe de Slonim que, en realidad, ante la afirmación de los hermanos que Yosef está vivo, Yaakov no duda, ya que verdaderamente no hay razón para hacerlo. En lo que no cree es que “él gobierna en toda la tierra de Egipto” .
Si bien es muy sorprenderte, el hecho que Yosef esté vivo es posible. En cambio, teniendo en cuenta todo lo que Egipto representa, Yaakov no cree que Yosef gobierna en toda la tierra de Egipto. Es decir, no cree en que pudo dominar y sobreponerse ante todas las cosas negativas que este imperio representa.
Las dudas de Yaakov se disipan cuando ve las carrozas enviadas por su hijo. Explica Rashí que la razón por la cual Yosef le envía a su padre carrozas, es en representación del tema eglá arufá – “la becerra desnucada”, que ellos estaban estudiando juntos previo a la triste historia entre Yosef y sus hermanos. (En hebreo “carroza” se dice “agalá”, escribiéndose de la misma forma que “eglá”, becerra). Eso prueba a Yaakov que a apesar de Yosef ser el gobernador de Egipto, él sigue con los mismos valores que recibió en la casa paterna.
Humildemente creo que se desprende de esto una gran enseñanza para nuestra vida. La vida moderna nos obliga a entrar en contacto con contenidos que si tuviéramos la posibilidad de elegir, no los elegiríamos. En la cotidianeidad nos enfrentamos ante situaciones adversas, incluso el simple contacto con el mundo terrenal puede llevarnos al descarrilamiento.
Yosef y Yaakov nos enseñan que existe un camino que permite canalizar el mundo terrenal y poder tomar provecho de él para llevar a cabo nuestra esencia como individuos creados a Imagen y Apariencia Divina. Es el estudio de la Torá y la aplicación del mismo en el día a día el camino que tiene el judío para poder canalizar el mundo terrenal.
De Yosef podemos aprender que incluso en situaciones adversas, al encontrarnos en lugares que no son ideales para llevar a cabo nuestra espiritualidad, es posible salir adelante y avanzar, el camino es apegarnos al estudio de la Torá y su aplicación.
Shabbat shalom umeboraj
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