SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO
¿Es buena o mala señal la aprobación de un tema legislativo tan importante como el presupuesto?
Para los diputados que no sabían si podrían tomarse las vacaciones decembrinas sin duda que lo es, ahora podrán aprovechar para estar con sus familias, lo que no es poco importante.
Para el país no parece serlo tanto, porque la sociedad no conoció ningún argumento de análisis. No es que no se confíe en los diputados, pero conviene saber qué es lo que tienen los diputados en la mente cuando discuten y aprueban éstos temas. Porque estas aprobaciones al vapor nos hacen pensar que el congreso vuelve a sus buenos días, donde los diputados se conformaban con levantar el dedo ante las leyes que enviaba el presidente. Si esto es a lo que se refiere el pacto firmado entre los líderes de los tres partidos políticos más importantes, entonces empieza a vislumbrarse que el primer intento de Peña Nieto por debilitar al congreso y reconstituir al autoritarismo presidencialista mexicano va viento en popa.
Valga recordar que la división de poderes tiene como función mezclar de una forma equilibrada los diferentes niveles de representación. Al presidente lo eligen –cuando no hay trampa electoral- la mayoría de los ciudadanos sin importar el peso específico que pueda tener un a región del país, porque al sumar los votos de todas partes se construye una visión muy general que se contrasta con otras visiones más particulares. El poder legislativo se compone de dos niveles de representación: los diputados que representan a un distrito, por lo que su voz defiende intereses locales muy específicos, mientras que los senadores promueven el intereses de sus estados, lo que le da un nivel de agregación mayor.
Tal vez por esto los constitucionalistas les dieron mayor peso a los diputados para aprobar el presupuesto. Deben asegurar que la carga fiscal se distribuya de una manera justa, cargando más hacia las zonas más ricas, y distribuyendo los beneficios del gasto también de una forma justa, intentando elevar el nivel de los más desvalidos.
Cuando estos principios se atropellan se pierde el concepto de justicia. Cuando las dos partes de la política fiscal se aprueban fast track, sin un debate de fondo que demuestre las prioridades de las fuerzas que componen la representación de la sociedad, algo no se acomodara bien.
El presupuesto público se maneja como si fuera una cosa menor. El gobierno tiene una visión corto plazista, le interesa acomodar de la mejor manera posible las variables económicas para salvar el año, el congreso tiene la obligación y responsabilidad de cuidar el mediano y largo plazo. Y aquí reside una de las carencias de los políticos mexicanos: el plazo más largo al que están dispuestos a ver es el de la próxima elección, que en ocasiones es el año siguiente y si tenemos suerte tres años después. Con ese tipo de visión no hay país que avance.
Complica el tema la decisión legislativa de dar unas cuantas semanas para revisar y aprobar el presupuesto, bueno fuera que se tomaran por ejemplo un año para hacerlo. Sería muy sano si para el fin del 2013 aprobaran el presupuesto que entrará en vigor hasta el principio del 2015, eso le daría a la sociedad un escenario prolongado y mucha incertidumbre de hacia dónde quieren llevar los políticos a la economía y la sociedad.
Pero en lugar de modificar la perspectiva de la política, los políticos refuerzan lo inmediato. El pacto firmado por los políticos es para eso y tal vez por esa razón no es un pacto nacional, involucrar al todo social implica un debate profundo y una propuesta consensada, y ellos no representan a toda la sociedad. En este caso ni siquiera representan completamente a sus partidos, tanto en el PAN como en el PRD hay voces discordantes, en parte porque no fueron consultados y en parte por su desacuerdo con la firma misma, lo que descalifica de entrada los términos del mismo. Para acercarse un poco a la generalidad de la sociedad bueno hubiera sido que incluyeran a todos los partidos, aún a los bonzai, porque a alguien representan.
Si el pacto no es generalizable sus conclusiones tampoco, pero lo que no deja de llamar la atención es que aún en contra de esas negociaciones cupulares, diputados y senadores voten en bloque sin cuestionar lo que votan. Volvemos entonces a recuperar la tesis expuesta: hoy levantan el dedo por consigna, para ahorrar tiempo, o porque están tan ocupados con sus propias cosas que poca atención le prestan a temas tan centrales como el manejo del dinero público. Finalmente de su manejo, bueno o malo, no encontraran responsables, porque se comportan como pandilla o banda de cómplices.
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