JULIA NEUMANN PARA EL EXCELSIOR /
Def. Traspasar algo de forma gratuita.
Me gustaría que un escritor me confiriera ese listado de bellos nombres que durante años ha coleccionado, como Jasper, el personaje principal de Mr Gwyn, de Alessandro Baricco, a una hermosa joven eslovena. Me habría encantado que mi madre se concentrara un poco más en transmitirme, a través de su ADN, el tono indecoroso que tenían sus ojos. Se me antoja la idea de que Steve Jobs antes de morir hubiera podido legarle a alguien el poder de su intuición, y que por azares del destino fuese yo la afortunada; que Pablo Picasso no hubiera olvidado poner mi nombre en su testamento como beneficiaria del Guernica; que Rimbaud, Whitman y Rilke me hubieran dedicado una poesía; que Yoko Ono me extendiera un sobre con los derechos de autor de esa canción que tanto disfruto de John Lennon; que Octavio Paz hubiese renunciado al Premio Nobel y me mencionara como la verdadera merecedora; que Meryl Streep me diera uno de sus tantos oscares; que en la pared del cuarto de mi hijo mayor tuviera colgada una medalla olímpica que me otorgara Michael Phelps, y sobre la cama del más pequeño diera vueltas un gran móvil firmado por un artista llamado Alexander Calder, enviado como regalo el mismo día de su bautizo, desde el museo de Arte Moderno de Nueva York. En verdad me hubiera emocionado si la Madre Teresa de Calcuta me hubiese heredado su capacidad de amar; que Einstein negociara endosarme un porcentaje de su intelecto y que Stephen Hawking colaborara agraciándome con su alma de científico. Sería fantástico que algún buen árbol me dotara de paciencia; que Maria Callas me regalara su voz; Salomón, su sabiduría; Sofia Loren, su belleza; Mahatma Gandhi, su perseverancia; que cualquier niño me transfiriera esa capacidad de sorprenderse y, sin querer sonar descabellado, que me cediera su cuarto Virginia Woolf. ¿Sería mucho exigir? No lo sé, cada quien solicita lo que cree merecer, mas no es sobre pedir, sino sobre dar de lo que quiero hablar. Se puede donar sangre, dinero, óvulos, órganos e ideas. Existen organismos a los que conocemos bajo el nombre de fundaciones, que se dedican a sumar esfuerzos y a dirigirlos hacia ayuda social, alimento y educación. Algunas promueven la cultura, la ciencia o la conciencia ecológica, otras protegen a esos huérfanos o desnutridos que día a día vemos abandonados a su suerte.
Ayer me disponía a comprar mi café, cuando escuché al cajero preguntarle a una persona si quería donar uno o dos pesos para un comedor de niños. Respondió un no tan frío y duro que lo sentí retumbar en mis oídos. Esta persona emperifollada de manera pretenciosa pagaba con una tarjeta de crédito, traía una gran caja envuelta para regalo que entregaría después con un abrazo lleno de espíritu navideño y, sobre el hombro izquierdo, le colgaba una bolsa de las que gritan su marca y por lo tanto su excedido precio a la distancia. ¿No puede donar un peso a un proyecto que pretende darle de comer a niños mexicanos? ¿Qué pasará por su cabeza? Es probable que elucubre toda una historia sobre la manera en que deducen impuestos estas cadenas exitosas, poderosas e imperialistas. ¿Mas por qué no habríamos de ayudar también nosotros a que se ayuden ayudando? ¿No se trata de que el que tenga más ayude al que tenga menos, sin que eso signifique, bajo este régimen no comunista, que el deseo caritativo implica descapitalizarse?
Quizá la mujer repasó en su mente cada peso que reparte en las esquinas y, haciendo cuentas, le parecía que uno mas la haría excederse del capital que cada día tenía destinado para dicha empresa. Tal vez teniendo en mente su retiro próximo un gran temor la invadía por no contar con los ahorros suficientes. Tal vez, aunque es probable que ni siquiera se lo cuestionara, y que su no ayudo venga de un lugar más escalofriante, un rincón en su cerebro donde hace su nido esa indiferencia, que si la dejas va carcomiendo esos rasgos como la empatía y la compasión. Me lastima vivir en un mundo donde las personas reclaman más de lo que están dispuestas a entregar. Yo fantaseo con pedirle a la vida todo lo que tiene, más agradezco lo que me ha dado, por eso me percibo como una mujer con suerte y me siento en la obligación de responder un sí, cuando puedo hacerlo. Hoy entiendo que muchos son los factores involucrados y cada quien su propia causa, que el dar o no es parte de ejercer nuestra libertad y que nadie debiera adjetivarnos por ninguna decisión, sólo que, pienso, es importante cuestionarnos y poner en la balanza eso que le pides a la vida y lo que le das. Te deseo que el universo confabule para que todos tus sueños, los que sean posibles, se te concedan en estas fechas de tanto regalo envuelto en un halo de amor, de esperanza y plenitud.
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