El backstage de Cúpula de Hierro

JULIÁN SCHVINDLERMAN / MUNDO ISRAELITA

El 7 de abril del 2011 por primera vez un cohete palestino fue explotado en pleno vuelo por el sistema antimisiles Cúpula de Hierro. Desde entonces ha detenido la caída de grandes cantidades de cohetes lanzados desde Gaza contra Israel. Durante la última confrontación con Hamas, alcanzó un éxito operativo del 84%, habiendo derribado a 421 cohetes que se dirigían a centros poblados en el país. A lo largo de una semana de una intensa lluvia de cohetes, sólo seis israelíes perdieron la vida (aunque una vida perdida es siempre demasiado).

Hoy Cúpula de Hierro es universalmente celebrado como la máxima defensa militar tierra-aire, pero el proyecto estuvo en más de una oportunidad a punto de ser descartado. Como muchas de las grandes ideas de la historia, debió sortear múltiples obstáculos antes de alcanzar la consagración. En su caso, eso significó saltear a la burocracia estatal israelí, prevalecer ante la competencia de la industria, eludir al lobby militar norteamericano y trascender el escepticismo de políticos locales. La visión de un hombre y la ardua labor de un equipo de ingenieros fueron cruciales para que la iniciativa despegara.

Charles Levinson y Adam Entous han detallado la génesis, derrotero y apogeo de Cúpula de Hierro en un reciente artículo en el Wall Street Journal. Según han informado, en el año 2004 el brigadier-general Daniel Gold, doctorado en matemáticas, fue nombrado director del Departamento de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Defensa de Israel. Él estaría a cargo de desarrollar nuevos sistemas armamentísticos. Desde hacía ya tres años que Hamas disparaba cohetes desde Gaza y el Dr. Gold quería encontrar el modo de detener ello. Pensó en un sistema antimisil. Inicialmente, casi nadie en el ejército le dio demasiado crédito a la idea. Los cohetes de Hamas son pequeños, vuelan de manera errática y caen en el terreno en cuestión de segundos. No obstante, Gold convocó a la empresa israelí Sistemas de Defensa Avanzados Rafael y pusieron manos a la obra.

Lo que pretendían lograr era poco menos que una proeza científico-militar. Debían diseñar un sistema que escaneara continuamente a la franja de Gaza, detectara el instante en que un cohete era disparado, determinase su trayectoria y si volase hacia un centro poblado lanzara un misil que lo interceptase exitosamente en el aire. Todo eso debía poder hacerlo dentro de los quince segundos. También debía costar aproximadamente una décima parte de lo que regularmente cuesta un sofisticado sistema antimisiles, pues miles de cohetes estaban siendo disparados desde Gaza. Más todavía, el proyecto debía estar operativo en cinco años, la mitad del tiempo usual para el desarrollo de este tipo de defensas.

Era la pesadilla perfecta para un diseñador industrial y sin embargo Cúpula de Hierro comenzó a ser desarrollado. Gold y sus colegas debieron esquivar varias comisiones de investigación generadas por oficiales consternados por la poca consideración que mostraron los ingenieros hacia los canales burocráticos normales. Gold redujo la burocracia al mínimo indispensable evitando así aquellos trámites interminables que terminan disuadiendo al común de los mortales. Debió lidiar con el Pentágono, cuyos expertos militares habían desdeñado el plan y habían presionado al gobierno israelí a que optara por una batería antiaérea de cuño americano.

Después de la guerra del Líbano -en la cual Hezbollah lanzó más de 4.200 misiles contra el norte de Israel durante 33 días y mató a 44 israelíes- el gobierno prestó mayor atención a la idea del Dr. Gold. Aún así, cuando la iniciativa fue presentada al entonces premier Ehud Olmert, casi todos sus asesores militares repudiaron Cúpula de Hierro. Desoyendo al propio gobierno, a fines del 2006 Gold instruyó a Rafael que comenzara a desarrollar a gran escala el proyecto. “La directiva no estaba bajo su autoridad” señalaría un reporte de la auditoría israelí posteriormente.

A inicios del 2007, el Dr. Gold y su equipo recibieron el apoyo crucial del entonces Ministro de Defensa Amir Peretz. Lo que éste carecía en experiencia militar (fue sindicalista gran parte de su vida) lo tenía de sobra en vivencia emocional: había nacido en Sderot, el pueblo israelí más expuesto al fuego de Hamas. Peretz asignó fondos al proyecto violando unas cuantas reglas pues Cúpula de Hierro no tenía entonces aprobación oficial. Para fin de año, el gobierno estaba a bordo y contribuyendo generosamente a la financiación.

Fue entonces cuando el resto de la industria despertó. Enterados de la voluntad oficial de financiar un proyecto militar millonario, los competidores presionaron para que sus propios planes fuesen considerados. A su vez, los auditores del estado pusieron mayor empeño en sus monitoreos y emitieron un informe que castigaba al Dr. Gold por liderar un proyecto enorme sin contar con la aprobación necesaria. “El brigadier-general Gold decidió desarrollar Cúpula de Hierro, determinó el esquema de avance y ordenó predesarrollo y desarrollo total antes de que las autoridades relevantes hubieran aprobado el proyecto” dijeron, indignados.

El programa continuó y en el 2009 fue testeado por primera vez. El resultado fue exitoso. Ese año coincidió con el ingreso de Barack Obama a la Casa Blanca. El flamante presidente envió una delegación de expertos militares a evaluar Cúpula de Hierro, quienes confirmaron que era exitoso y superior al sistema Phalanx norteamericano. Desde el 2010, Washington colaboró con $275 millones de dólares. Obama advirtió correctamente que Cúpula de Hierro daría espacio político a los líderes israelíes al minimizar las víctimas de los ataques de Hamas. En su visión de las cosas, ello haría sentir más segura a Israel y en consecuencia más dispuesta a efectuar concesiones territoriales. Cualquiera haya sido la motivación, esa resultó ser una decisión correcta.

Así fue como el improbable entendimiento entre un matemático obstinadamente visionario y un sindicalista convertido en ministro de defensa, sumado a la creatividad y trabajo duro de un equipo de ingenieros, dio por resultado un muy sofisticado y efectivo sistema antimisiles que resguarda en la actualidad a millones de israelíes. Cúpula de Hierro demostró eficacia para derribar cohetes enemigos y, no menos importante, reveló tener una habilidad especial para frenar los embistes de burócratas y políticos. Confirmó a su vez que la jutzpá israelí tiene sus virtudes.

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