27 enero: día internacional del Holocausto / La narrativa del Holocausto

El Libro negro es una recopilación de los testimonios de la aniquilación de los judíos hecha por los periodistas soviéticos Ilyá Ehrenburg y Vasili Grossman, reporteros en el Ejército Rojo. Se gestó como uno de los proyectos internacionales más famosos del Comité Judío Antifascista. El Comité pidió a la Comisión Estatal Extraordinaria investigar las atrocidades de los nazis.

El Libro negro es una recopilación de los testimonios de la aniquilación de los judíos. Foto de Itar Tass
El libro tenía que hablar, sobre todo, del destino de los judíos de la Unión Soviética. No se trataba simplemente de recopilar documentos sino de realizar una serie de reportajes y recoger testimonios individuales. El texto no es de una gran elaboración literaria, sino que da una imagen completa de lo que supusieron las atrocidades nazis en vez de centrarse en hechos aislados. El libro no se publicó íntegramente en Rusia hasta 1993. Rusia Hoy ha entrevistado a Jorge Ferrer, traductor de El libro negro al español.
¿Quién te propuso traducir esta obra?

La propuesta provino de Galaxia Gutenberg, y yo la acogí con enorme entusiasmo. Ellos han comprado los derechos de prácticamente toda la obra de Vasily Grossman, de la que publicaron primero Vida y Destino. Y en los últimos años yo había traducido dos libros de Ehrenburg (“Historia del automóvil” y “La fábrica de sueños”, un gran libro sobre cine, por cierto), para la editorial Melusina de Barcelona. Por lo tanto, eran autores muy cercanos para mí. Además, también he trabajado sobre el tema del Holocausto. Todo eso se reunía en un proyecto mayúsculo al que, la verdad, dediqué mucho tiempo.

¿De dónde crees que proviene el interés de las editoriales españolas por la literatura rusa, y por Grossman en particular?

Ha sido muy difícil para los editores. En los últimos diez años han intentado impulsar la literatura rusa en España, en algunos casos corriendo grandes riesgos. En términos generales creo que han tenido éxito. A los que trabajamos con la cultura rusa, si hace cinco o diez años alguien nos hubiera contado cómo sería el panorama actual, pocos nos lo habríamos creído. Creo que estamos en un momento verdaderamente luminoso del interés que existe en España por Rusia y, de alguna manera, también de Rusia por España. Es algo en lo que mucha gente ha trabajado y que ha costado mucho esfuerzo. Pero al mismo tiempo, resulta muy difícil saber qué autores rusos podrían resultar cercanos al público español.

Muchos escritores que son grandes ventas en Rusia no han vendido prácticamente nada en España. Mientras que otros, como Sorokin o Pelevin, más sofisticados, de corte más posmoderno han tenido unas ventas moderadas. El caso de Grossman, por el que apostó Galaxia Gutenberg, fue espectacuar. Es cierto que es una novela magnífica pero nadie pensaba que fuera a tener ese éxito. Este hecho ayudó a que salieran otros libros suyos, como Todo fluye o, tal vez, el El libro negro. Hay que entender que estamos hablando de libros de más de mil páginas, lo que supone un alto coste para una editorial.

Cuando Ehrenburg mostró la sinopsis a las autoridades, le dijeron: “Si el libro es bueno, entonces sale adelante”. Pero, ¿cómo puede salir bien este libro escrito por alemanes?

Eso es lo que él mismo decía, que el libro lo escribieron los alemanes. No es una novela que no sabes cómo acabará. Todos sabemos cómo acabó. El libro recoge todos los testimonios del horror de una manera muy particular. En cuanto los alemanes empiezan a retirarse, allí están Ehrenburg, Grossman y en torno a veinte o treinta escritores y periodistas del Comité Judío Antifascista.

Toda esta gente empieza a recoger testimonios antes de que haya una narrativa del Holocausto. Cuando uno lee a Primo Levi, a Jean Amery o a Imre Kertész hay como una narrativa del horror ya pactada entre todos. Es igualmente visceral, más o menos homogénea. Mientras que, cuando te enfrentas a El Libro Negro, lo que estás viendo son testimonios del horror sin esa narrativa, sin esa gramática. Ese es uno de los momentos más espectaculares.
Al mismo tiempo, eso le daba un determinado aire de espontaneidad y los testimonios ponían en evidencia un algo que hace al libro exactamente lo contrario a “bueno”, en el sentido que le dijeron a Ehrenburg. El libro muestra que, en muchos casos, los alemanes no tuvieron que mancharse las manos ya que lituanos, letones, ucranianos, moldavos, en definitiva, que en toda esa Unión Soviética ocupada, los propios soviéticos eran quienes ejecutaban a los judíos y a otros muchos. De modo que el libro golpea directamente en el corazón de una idea fundamental de la narrativa soviética, la de que en la Gran Guerra Patria todo el pueblo se unió contra el fascismo. Viene a decir que eso no fue cierto. Una de las características de esta edición es que publica el texto íntegro y se señala en cursiva lo que la censura eliminó.

Sí, los trabajos se hacen al mismo tiempo, coordinados por el Comité Judío Americano, presidido por Einstein y el Comité Judío Antifascista. Los americanos estaban recogiendo los testimonios de las zonas liberadas de Europa occidental (Grecia, Italia…) a medida que iba entrando el ejército norteamericano, mientras que a Grossman y a los soviéticos les correspondería la otra parte del continente europeo. Pero la edición definitiva del libro no contiene el prólogo de Einstein.

En la URSS esta obra recibió el reproche que era común a este tipo de textos, se decía: “lo que hacéis es singularizar el horror nazi contra los judíos, cuando en realidad se dio contra todo el pueblo soviético. No queremos un libro solo sobre judíos, sino uno que trate sobre todos, y en el que también aparezcan los judíos”. Pero lo que hacía el Comité Judío Antifascista era recoger precisamente los testimonios de los judíos. Entonces, entre una cosa y otra, eso fue lo que hizo que el libro fracasara. Tanto Grossman como Ehrenburg, especialmente el segundo, intentaron publicar el libro hasta el final de sus vidas. En un epistolario aparecen cartas de Ehrenburg del año 1965 dirigidas a un directivo de la agencia de prensa Novosti, en las que está gestionando la publicación de El libro negro. Nunca dejó de intentar que saliera a la luz, pero fue imposible.

Además, también participó como testigo en los juicios de Nuremberg.

Sí, uno de los propósitos iniciales era que esos testimonios fueran a parar a manos del fiscal soviético en el juicio contra los nazis. En efecto, algunos fueron a parar a sus manos. En el libro no hay nada de ficción pero debido a la heterogeneidad de testimonios, desde una anciana medio analfabeta a un diplomático, pasando por un cerrajero, era necesario homogeneizar el estilo. Pero incluso en esto es muy transparente, ya que al final de cada testimonio se pone quién ha sido el redactor. Ehremburg hizo unos treinta, Grossman entre diez y quince, y también hubo otros escritores.

El destino del libro también estuvo marcado por la masacre de Stalin contra los líderes de la Comisión Judía Antifascista.

Es absolutamente horroroso que las personas que se dedicaban a recoger testimonios sobre el horror cayeran en manos de otro horror, en este caso el estalinista. Esa es la historia de los totalitarismos. Es una tragedia absoluta. La práctica totalidad de los miembros del Comité fueron fusilados en 1952, acusados de colaborar con EE UU, por la historia con Einstein de la que hemos hablado. Todos fueron fusilados excepto Ehrenburg.

¿Qué puede encontrar un lector español en el libro? ¿Qué relación puede establecer con él?
En España ha tenido muy buena acogida. Los grandes medios le han prestado atención: el ABC le dedicó cinco páginas, la traductora Marta Rebón ha escrito sobre él en El País, El Mundo también lo recogió. La primera edición se agotó en ocho días.

El lector español encontrará lo mismo que un lector europeo en un libro como este. Hallará testimonios del Holocausto como no ha leído jamás, de una fuerza extraordinaria. Gente que habla del horror como nadie lo hace porque nadie lo había hecho antes: hay niños, ancianos, obreros, intelectuales, es una muestra que recoge todos los estratos de la sociedad. Toda esa gente cuenta lo que acaba de ver y está absolutamente sorprendida de que algo así pudiera ocurrir.

Además, dado que hubo muchos españoles en los campos de concentración, en particular en Mauthausen, el tema de este libro interesará también a los lectores españoles que conocen ese episodio de la historia. El lector tendrá que decidir si se da una conjunción entre la pluma de un escritor al que han aprendido a venerar, como Grossman, y los testimonios del horror como nunca antes habían leído, por su carácter prístino y visceral. Creo que se trata de una mezcla feliz para los lectores, aun cuando infeliz sea el tema del que trata.

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