El preso más importante de Turquía

ABC.ES

«Estoy listo para aceptar la paz y un acuerdo democrático en cualquier momento. Si es mañana, que así sea. Pero también estoy preparado para afrontar una guerra de aniquilación en la que probablemente seré el primero en morir». Abdullah Öcalan escribió esas palabras en la cárcel hace apenas dos años, más o menos en la misma época en la que miembros de la organización armada que lidera, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (o PKK, por sus siglas en turco), negociaban en Noruega con representantes del gobierno y los servicios de inteligencia de Turquía.

Esas conversaciones, que pretendían resolver un sangriento conflicto que se ha cobrado unas 45.000 vidas desde los años 80, no prosperaron. Pero la existencia de nuevas negociaciones ha vuelto a atraer la atención sobre Öcalan, quien, hoy por hoy, es el preso más importante de Turquía.

Desde que fundara el PKK en 1978, Öcalan ha encarnado como nadie la causa kurda en Turquía, y es visto por la mayoría de los nacionalistas kurdos como su líder absoluto. Poco importa que él mismo nunca haya combatido –se exilió en Siria tras el golpe de 1980, cuatro años antes de que el PKK iniciase las acciones armadas–, o las despiadadas purgas realizadas en el seno de la propia organización, en las que Öcalan ordenó sistemáticamente durante dos décadas la ejecución de todos los disidentes o potenciales rivales por el liderazgo. «Biji serok Apo!» («¡Viva nuestro jefe Apo!», en kurdo) sigue siendo un eslógan omnipresente en toda manifestación kurda, y que puede llevar a la cárcel a quien lo entone, por apología del terrorismo.

Encarcelado en solitario

Y eso que Öcalan lleva encarcelado más de una década, desde que fuera capturado en Kenia en una espectacular operación conjunta de la CIA, la inteligencia turca y, aparentemente, también el Mossad israelí. El PKK tiene nuevos comandantes operativos, como Murat Karayilan o Bahoz Erdal, pero «Apo» sigue siendo quien dicta las líneas estratégicas que debe seguir el grupo. Öcalan está encerrado en la isla-prisión de Imrali, en el mar de Mármara estambulí, donde es el único preso, pero sus abogados han ejercido tradicionalmente de correa de transmisión de sus órdenes.

Las autoridades turcas han puesto siempre todo tipo de trabas a estas visitas. «El mar está agitado y el barco no puede llegar a la isla» era uno de los argumentos clásicos. Por eso, en toda protesta kurda que se precie, «las condiciones de encarcelamiento de Öcalan» son siempre uno de los principales motivos de protesta, como si otros miles de presos kurdos en prisiones de todo el país no estuviesen sometidos a numerosos abusos y violaciones de derechos humanos, según Amnistía Internacional y Human Rights Watch.

En 2011, el gobierno turco apretó aún más la tuerca al decretar el aislamiento total del preso, con la excepción de las visitas de parientes directos. Comenzaron a surgir dudas y rumores sobre el deterioro de la salud mental de Öcalan, y fisuras en su liderazgo (muchos analistas creen que la facción de Bahoz Erdal podría estar operando por su cuenta).

Líder todavía influyente
Pero el pasado octubre, 1.700 presos iniciaron una huelga de hambre en la que pedían, entre otras cosas, la liberación de Öcalan. El gobierno turco no cedió ni un ápice. Finalmente, al entrar en la décima semana de ayuno –en la que con certeza empezarían a producirse las primeras muertes–, el propio Öcalan pidió a los militantes que la abandonasen. La huelga cesó inmediatamente, demostrando la influencia que el fundador del PKK todavía conserva sobre los militantes.

Tal vez por ello –y porque el repunte de la violencia en el sureste, que ha provocado cerca de 2.000 muertos este año, han puesto al gobierno y al ejército turco en una situación espinosa–, en diciembre se hizo público que las autoridades turcas están negociando de nuevo con la organización, y esta vez el interlocutor es el propio Öcalan.

En el proceso abunda el escepticismo, así como los intereses en que el conflicto continúe. Casi nadie duda de que el asesinato de tres militantes del PKK en París el pasado 9 de enero –una de ellas Sakine Cansiz, fundadora de la organización , participante en las conversaciones de Oslo y vieja amiga de Öcalan– está relacionado directamente con ello, tanto si ha sido un ajuste de cuentas interno, como aseguró el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogán, o un intento por parte del aparato de seguridad turco de abortar las negociaciones, como insisten los nacionalistas kurdos.

«Podemos abandonar totalmente el separatismo y la violencia si los kurdos dejan de ser excluidos de un proceso en el que han participado junto a los turcos a lo largo de la historia: la formación de un estado y una nación a la que han contribuido tanto kurdos como turcos», escribe Öcalan en el segundo volumen de sus «Escritos desde prisión». El tiempo dirá si ambas partes están dispuestas a ceder lo suficiente para lograr la paz. Por ahora, Öcalan ha conseguido una «mejora en las condiciones de su encarcelamiento»: una televisión con pantalla LCD, instalada por órdenes del propio Erdogán, como muestra de buena voluntad.

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