SAL EMERGUI/EL MUNDO.ES
La pregunta en muchos hogares árabes de Israel no es qué papeleta elegir el 22 de enero sino si hay que a ir a las urnas. Lejos quedan los tiempos en los que su participación rondaba el 80%. Del 75% en los comicios del 99 al 53% en el 2009.
La gran mayoría de los que no votan afirman que su voto no cambiará su situación. Hay indiferencia y hastío. Sólo el 10% de los que ignoran las elecciones lo hacen por motivos ideológicos y religiosos, explica a ELMUNDO.es, Masud Ganaim, número tres de Raam-Taal, principal partido árabe en la Knésset de Jerusalén.
Conscientes de que no serán invitados a formar parte de la coalición -si lo fueran no aceptarían- las formaciones árabes afrontan la cita envueltos en el dilema. Enarbolar la bandera palestina o reivindicar la agenda civil. Defender como palestinos la causa de sus hermanos de Cisjordania y Gaza o exigir la plenitud de sus derechos como ciudadanos israelíes. Tu pueblo o tu Estado.
Según una encuesta de la Fundación Abraham (para la convivencia e igualdad entre judíos y árabes en Israel), la agenda social con temas como educación, desempleo o infraestructuras es prioritaria. Sólo el 12% cree que la causa palestina es más importante. El 70-80% vota a los representantes árabes mientras el resto a los llamados en Sajnin «partidos sionistas» (laboristas, Likud, etc..)
Estamos fastidiados por partida doble. Por un lado, el Gobierno y los principales partidos pasan de las reivindicaciones árabes y por otro los diputados árabes están más preocupados en ellos que en nuestros problemas diarios, afirma Ahmed Sukr cerca del Estadio Doha de Sajnin.
Hasta 11 diputados (10 árabes y uno judío, Dov Janin) representan hoy a los tres grandes partidos de un sector que constituye el 20,6% de la población. El resto está en otras facciones como el ex ministro Raleb Majadla (laborismo), Ayub Kara (Likud), Majali Wahbe (Kadima) y Hamad Amar (Isrel Beitenu de Avigdor Lieberman).
El más famoso es Ahmed Tibi, ex asesor del líder palestino Yasir Arafat y consejero de Abu Mazen. El líder de Raam-Taal considera que es posible combinar las dos banderas. Luchar contra la ocupación en Cisjordania en busca de la creación de un Estado palestino y al mismo tiempo exigir la igualdad entre judíos y árabes en Israel.
Amplias diferencias
A nivel de infraestructuras, por ejemplo, la diferencia entre mi ciudad Taybeh y Kojav Yair es casi de 30 años. Y las dos son del mismo país. ¿No es discriminación? No hay igualdad en casi ningún aspecto de la vida, denuncia Tibi mientras Ganaim añade: El voto que recibimos es para defender nuestros derechos como ciudadanos israelíes y asegurar que el Estado los garantice.
Preocupante es el alto índice de criminalidad en una comunidad que sufre el doble de desempleo que en el resto del país. Casi en el 60% de los casos de asesinatos en Israel están involucrados árabes. Por eso, iniciamos una campaña para recoger las armas en las aldeas árabes y pedimos a la Policía que actúe de forma urgente, comenta Ganaim. En la Policía reconocen el problema de los clanes árabes siendo conscientes que una redada en una aldea árabe puede provocar disturbios.
Janin, dirigente del partido judeoárabe Jadash (inspirado en el comunista Maki) se rebela: «La prensa hebrea nos llama partido árabe y la prensa árabe nos acusa de ‘israelizar’ su sector. Hay mucho estereotipo. No se puede meter a todos los partidos árabes en un mismo paquete ya que hay islamistas, socialistas, etc.
La revelación del 2013 puede ser el socialista Da’am, que se define como “movimiento de lucha de judíos y árabes en defensa del trabajador y en contra de los nacionalismos de los dos bandos”.
Una fuerza importante es el Movimiento Islámico, dividido en dos facciones (sur y norte). El más radical es el liderado por el jeque Raed Salaj, objeto de numerosas detenciones. En sus manifestaciones en defensa de Al Aksa»que celebra anualmente en Um El Fajem, Salaj exige el boicot a las elecciones y el fin de Israel como Estado judío.
Los diputados árabes y los más radicales de la derecha se suelen pelear a grito pelado en el Parlamento y en la calle. Siempre ante las cámaras. Terrorista»y«racista»se insultan, sabedores que cuánto más grave sea la descalificación lanzada y recibida, más votos tendrán entre los suyos. Las dos partes se aprovechan. “Cuando Ben Ari llama traidor a uno de mis colegas, me enfado porque no me lo dice a mí”, nos dice sonriendo un diputado árabe israelí.
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