RUKHL SCHAECHTER-FORWARD
Un inusual libro ha sido publicado recientemente en Alemania: un diario de viaje que revela, a través de cientos de entrevistas en casi 40 ciudades y pueblos de Alemania, una inquietante obsesión hacia los judíos, así como un franco antisemitismo, entre la población alemana en la actualidad.
El libro, “Allein Deutschen Unter” (“Sólo entre alemanes”), publicado por la editorial europea Suhrkamp, es una traducción alemana del original en inglés: “He dormido en la habitación de Hitler”. El autor, Tuvia Tenenbom, ya había publicado en los Estados Unidos en el 2011 “Yo sueño… “, con el Jewish Theater of New York, del que es fundador y director.
Desde la publicación de la versión alemana se ha convertido en un best seller en la lista de libros del Spiegel, equivalente a la lista de best-seller de The New York Times, una verdadera victoria para Tenenbom, que hasta hace poco había sido incapaz de encontrar un editor para su sincero e inquietante libro.
Durante una reciente entrevista con el Forward en su oficina de Manhattan, Tenenbom, también columnista del Die Zeit en Nueva York, explicaba cómo el editor alemán Rowohlt le encargó viajar por todo el país y hablar con los alemanes, y a continuación escribir sobre sus pensamientos y sentimientos, utilizando el mismo estilo campechano que utiliza en su columna sobre el deporte y el fitness. (Sus ensayos están escritos en un lenguaje muy popular, tal como es Tenenbom, bastante robusto y fumando un paquete de cigarrillos al día).
“Pensé que era una gran idea, y que sería muy divertido porque me gusta hablar con la gente”, comentó Tenenbom.
Pero a medida que la gente se involucraba en la conversación, descubrió dos cualidades distintas en los alemanes: en primer lugar, la de beber una cantidad excesiva de cerveza, y en segundo lugar, que muchos de ellos albergaban preocupantes puntos de vista negativos acerca de los judíos y de Israel.
Como ese propietario de un elegante hotel y restaurante en Wannsee, Alemania, quien le comentó: “Todo el mundo sabe que los judíos controlan la economía estadounidense”.
Tras un profundo desacuerdo respecto a la edición del manuscrito por la editorial Rowohlt, Tenenbom decidió publicarlo en otro lugar. “No había manera de que pudiera aceptar los cambios propuestos, porque ya no era el libro que yo había escrito”, dijo.
Las paredes de la pequeña oficina de Tenenbom reflejan sus logros multifacéticos. Están los carteles de sus producciones teatrales – “The Last Virgin” y “Last Jew in Europe” – y una oscura estantería de madera llena de libros sobre diversos temas, entre ellos, sorprendentemente, libros sagrados judíos escritos en hebreo, Resulta que el Tenenbom secular y cosmopolita proviene de un hogar haredi de Israel.
Tenenbom es un conversador cálido que charla con facilidad sobre temas diversos, a menudo con un brillo en sus ojos. Esta cualidad afable puede haber sido la razón por la que los súbditos alemanes se abrieran a él tan fácilmente. Su piel clara y sus ojos azules tampoco estorbaron. Él admite que no siempre les dijo a sus entrevistados que era judío, llamándose a sí mismo un periodista de Nueva York. “Si yo les hubiera dicho que era judío, ¿crees que me habrían dicho lo que realmente estaban pensando?”.
Una de sus visitas más polémicas fue al Club y bar Neo-Nazi 88 (8 representa H, la octava letra del alfabeto, y HH es una abreviatura de “Heil Hitler”), en Neumünster. Les comentó a la gente del local que se llamaba Tobías, y que sus padres alemanes habían emigrado a Estados Unidos cuando tenía un año de edad, Tenenbom añadió, por si acaso: “Soy un perfecto ario”. No pasó mucho tiempo antes de que Frank, el dueño del club, le ofreciera un trago en su casa y le mostrara un libro sobre “el demonio judío”.
Sin embargo, lo que más le molestó a Tenenbom fue el antisemitismo que descubrió cotidianamente, entre los alemanes supuestamente liberales y progresistas con quienes se encontraba. A menudo, estas personas no dudaron en afirmar que los judíos controlan la economía o los medios de comunicación. “A ellos les gustan los judíos que fueron asesinados durante la guerra, pero odian a los judíos de hoy”, dice Tenenbom.
Tenenbom también se muestra muy crítico con la comunidad judía en Alemania. Después de que el rabino jefe de Munich le informara de que la comunidad ortodoxa no cuenta con más de 9.000 miembros, Tenenbom se unió a los servicios en su multimillonaria sinagoga, al parecer pagados por el gobierno alemán.
“Empiezo contando lo de los nueve mil”, Tenenbom escribe en el libro. “Bueno, no realmente. El número de fieles, si excluimos a aquellos que son turistas e invitados de Israel y de los Estados Unidos, son treinta y cinco. En otras palabras, el lugar estaría prácticamente vacío si no fuera por los extranjeros”.
¿Y qué pasa con el creciente número de músicos alemanes al que cantan en yiddish y tocan música klezmer? Tenenbom les hizo una visita y se desilusionó al descubrir que, a pesar de su afición por la cultura yiddish, albergan puntos de vista hostiles a Israel. Después de que él le preguntó a una violinista si había estado alguna vez en Israel, ella le respondió enojada: “!No tengo por qué ir a Israel! !Mi música no tiene nada que ver con eso!”
Para Tenenbom, la persistencia tenaz del antisemitismo en la Alemania moderna ataca sus nervios. Como hijo de sobrevivientes del Holocausto, siempre supo que sus padres habían sufrido terriblemente, pero los horrores nazis se mantuvieron por debajo de la superficie – nunca se discutió de ello -.
“Mi padre se negó a decirme de que ciudad era, y yo ni siquiera supe que mi madre había estado en un campo de concentración, o que siete de sus hermanos fueron asesinados hasta después de su muerte”, dijo Tenenbom.
Años más tarde, sediento de más información sobre las experiencias de su familia durante la guerra, visitó a uno de los hermanos sobrevivientes de su madre en Brooklyn. Era un día cálido, y el aire acondicionado estaba roto. Tenenbom estaba sudando incómodamente mientras que su tío hasídico, vestido con su tradicional camisa de manga larga totalmente abotonada, estaba sentado tranquilamente tomando sopa caliente. “Usted debería beber refrescos de cola con hielo”, le dijo Tenenbom.
Sin levantar la vista, su tío tomó otro largo sorbo y le dijo: “Esto es lo que me salvó. Una sopa al día”.
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