El violinista Netanyahu

GEES.ORG

Llega la hora de rezar el Shemá en una congregación israelita. Una mitad se levanta; la otra, no. Comienzan a disputar y acaban gritándose. Así que el rabino, conforme a la tradición, acompaña a un miembro de cada facción a visitar al más anciano del lugar. Le preguntan: ¿no era la tradición levantarse? “No”, contesta. ¿Era sentarse, entonces? “Tampoco”, responde. Interviene el rabino: “Decídete, ¿no ves que siguen discutiendo?”. “Esa era la tradición”, concluye el sabio.

Nada raro, pues, que en la vigorosa democracia israelí –única efectiva de la zona y que alberga en su Parlamento diputados árabes anti-sionistas– haya una representación muy variada. Normal también que esto sorprenda a los progres filotiránicos, tan encantados con la sectaria inauguración obamita.

Así que el violinista Netanyahu tendrá que buscar el equilibrio que le permita seguir tocando en el dispar tejado de la sociedad israelí.

Empecemos por lo primero: ha ganado. Será primer ministro por tercera vez –lo ha sido más tiempo que nadie salvo Ben Gurión–, pero será la primera vez que lo sea como líder del partido más votado. En 1996 venció el laborismo y en 2009 la hoy relegada Tzipi Livni, casi tan centrista como su predecesor, el halcón Sharón.

El partido Hay Futuro (Yesh Atid), segundo, no es extremoso respecto a la negociación con los palestinos ni en seguridad –defiende la integridad de Jerusalén, por ejemplo–. Surge del exceso de protagonismo que para muchos israelíes tienen algunos haredim. Fundado por un periodista televisivo aficionado al boxeo y cuyo padre fue ministro en el Gobierno Sharón, su éxito se explica por la tolerancia estatal a que los ultraortodoxos no sionistas no sirvan en el ejército. Tanto Netanyahu como Bennett, cuarto y tan vistoso para los periodistas europeos, podrían estar de acuerdo.

Cierto que estos partidos nacen y mueren con rapidez en el paisaje político israelí. Incluso Kadima puede perder toda representación parlamentaria, cuando hasta ayer era el más votado.

El Gobierno deberá ser firme ante la inestabilidad de la zona y singularmente el Irán nuclear. Deberá conciliar posturas opuestas en temas domésticos, como el servicio militar, la mejora de una economía que crece al 3,3% y la disminución del precio de la vivienda.

La paz con los palestinos no figuró mucho en el debate electoral. Acaso la mayoría intuye que es el débil liderazgo palestino el que, reticente, estanca las negociaciones. Que prefiere especular con el proceso mismo y explotar los frutos políticos de la existencia del conflicto en lugar de alcanzar un acuerdo.

Como la victoria de Netanyahu era segura, a pesar de los problemas con la Justicia de su socio y ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, los israelíes se han permitido la pequeña frivolidad de atomizar la Knesset. Esto no debe chocar, pero tampoco debe llevar a la interpretación de que este baluarte de Occidente, en un área cada vez menos acogedora, está dispuesto a renunciar a defenderse.

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