SARA COHEN SHABOT PARA ENLACE JUDÍO
DESDE HAIFA, ISRAEL
De las elecciones de la pasada semana me queda un sabor agridulce. En realidad, debería estar más bien contenta por haber logrado Méretz, el partido sionista de izquierda al que apoyo, doblar su fuerza y obtener 6 mandatos con los cuales podrán sus miembros continuar con mayor ímpetu el arduo trabajo parlamentario que los caracteriza.
Contenta también debería tenerme el fracaso de Netanyahu; el hecho de que a pesar de sus trueques y artimañas no haya podido hacer crecer su partido tan efectivamente como lo preveía y deseaba. El “Rey Bibi” ha sido prácticamente destronado, porque a pesar de seguir a la cabeza del país sabe que desde ahora estará supeditado fuertemente a los deseos y caprichos de quienes se encontrarán a su alrededor en el gobierno – mucho más de lo que lo estuvo en su cadencia pasada. Y sin embargo, contenta no estoy.
Es verdad que las cosas podrían haber sido peores, y que muchos temíamos la posibilidad de que las elecciones trajeran consigo una ola de nacionalismo y de intolerancia peor aún que la que ya habíamos vivido durante el pasado gobierno. Y sin embargo…
La amargura que me invade en estas elecciones no tiene que ver como en el pasado con el hecho de sentir que la población israelí está adoptando cada vez con mayor desfachatez y seguridad posiciones de ultra derecha, posiciones que nos alejan cada vez más de la posibilidad de llegar a un acuerdo con nuestros vecinos y de lograr una solución al conflicto que nos salve a nosotros mismos de nuestra vida como colonizadores. Esta vez es otra cosa; es más bien la sorpresa de entender que a más de medio millón de israelíes lo que les importa finalmente es que les compren un nuevo juguete, un juguete hermoso y brillante.
El éxito de Yair Lapid y su brillante y hermoso partido se remonta a hace dos años, cuando en el conocido programa de sátira política “matzav haumá” – “la condición de la nación” lanzaron su primera campaña – sin tener Lapid aún ninguna intención real de integrarse a la política. “Yair Lapid Mélej” – Yair Lapid para Rey, anunciaba la satírica campaña y continuaba en forma de canción de propaganda electoral: “Yair Lapid, guapo y fornido, Yair Lapid, sin pasado criminal y con cultura general, Yair Lapid, bueno para las mujeres, bueno para los bebés, Yair Lapid – Rey”. Esta sátira debería de haber quedado en eso – en una divertida sátira que hacía burla de la manera en la que los israelíes últimamente suelen escoger a sus líderes- como quien escoge una estrella de televisión o un triunfador en un “reality”. Pero ya desde hace algún tiempo en Israel la ficción parece superar la realidad y en estas elecciones esto sucedió claramente.
Yair Lapid y su partido podrían ser perfectamente descritos como “parve”. Por un lado, no parecen apoyar ideologías extremas, “ultras” de ningún tipo. Por otro lado, tampoco parecen ser muy claros para nombrar y explicar su famosa “alternativa”. Y es que lo cierto es que “Yesh Hatid” – el partido de Lapid – no tiene verdaderamente nada distinto que ofrecernos. Sus agendas en cuanto a la necesidad de apoyar y reestructurar la clase media israelí principalmente mediante un impulso masivo a que los sectores religiosos que no se enrolan en el ejército y no participan en el mercado de trabajo lo hagan, han sido formuladas de varias maneras por otros partidos, lo mismo que su apoyo a la renovación de las negociaciones con los palestinos. El problema de Lapid y su partido, es que sus lemas parecen ser sólo eso: lemas vacíos de contenido práctico o ideológico, porque Lapid no se encarga de explicarnos cómo es que vamos a obtener lo que él predica.
Desgraciadamente, es esto precisamente al parecer lo que convenció a miles de israelíes de votar por él: lo ambiguo de su mensaje, lo poco ideológico de sus contenidos, todo esto sumado a la envoltura hermosa y brillante por medio de la cual Lapid se presenta.
Deberíamos ya de saber, como adultos, que “lo nuevo” no es en sí mismo suficiente, no representa por sí mismo ningún contenido. Cada dos por tres somos llamados a comprar la “nueva” pasta dental. Esta pasta dental es generalmente exactamente igual en sus propiedades a muchas de las que ya conocemos. El ser “nueva” únicamente la hace ser probablemente más cara y más atractiva para el consumidor. Los israelíes apostaron en estas elecciones (no por primera vez, pero tal vez más claramente que nunca) por lo nuevo y lo brillante. Los israelíes no quieren ser molestados con “detalles” acerca de cómo realmente beneficiar a la clase media, o de qué manera actuar para llegar a un acuerdo duradero con los palestinos. Los israelíes votaron como hacen “shopping” y efectivamente eligieron en masa al producto más nuevo y más radiante del mercado. Queda ahora sólo esperar para ver si de Lapid y su partido quedará algo cuando deje de ser nuevo. Apuesto a que un “nuevo” partido suplirá en las próximas elecciones a Yesh Hatid.
Y por lo pronto, los israelíes seguiremos pagando los precios políticos y sociales de nuestra adicción al “shopping” y al “reality”.
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