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jueves 21 de noviembre de 2024

Los Benei Anusim: entre la historia y el sensacionalismo. Parte IV (a la bendita memoria de José Kaminer, erudito y apasionado de este tema)

IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO

El caso de la comunidad Cripto-Judía de México de origen portugués es sumamente interesante por las diversas circunstancias atípicas que lo caracterizaron. La primera tiene que ver con el propio origen de este grupo: en 1492, muchas familias españolas que tenían parientes en Portugal rechazaron el bautismo y se exiliaron de España, estableciéndose en el país vecino. Para su mala fortuna, en 1496 Portugal fue anexado a la Corona Española, y la prohibición para que cualquier judío residiera en el territorio se aplicó de inmediato. Sin embargo, esta vez no se les dio la opción del exilio: todos los judíos, sin excepción, fueron obligados a convertirse al Catolicismo. Por esta razón, el fenómeno del Cripto-Judaísmo estuvo más arraigado entre los “portugueses” durante los siguientes siglos, ya que al no haber pasado por un proceso de conversión voluntaria, el porcentaje de judíos que se asimilaron al Catolicismo fue mucho menor que en las comunidades de origen español. Esta situación fue tan acentuada, que en el México del siglo XVII ser de familia portuguesa era visto por muchos como sinónimo de ser “judío”.

Por razones comerciales, una gran cantidad de familias portuguesas se establecieron en Ámsterdam -que también era territorio de la Corona Española- durante el siglo XVI. Sin embargo, pese a los esfuerzos de la monarquía y la Iglesia Española, el Protestantismo arraigó poderosamente en la liberal sociedad holandesa, y pronto empezaron los conflictos religiosos. Apoyados por otros países protestantes, los holandeses obtuvieron su independencia de España en 1581, y casi de inmediato se decretó la libertad de cultos.

Esto permitió que la comunidad judía pudiera practicar libremente su religión, y en 1617 la comunidad portuguesa, supuestamente católica, obtuvo el permiso para levantar su sinagoga, y así se fundó la que habría de convertirse en una de las comunidades judías más prósperas y refinadas en Europa del Norte. Muchos de sus integrantes estaban plenamente involucrados en las empresas navieras holandesas, y fueron parte fundamental en la conformación de la célebre Compañía Holandesa de Indias, acaso la más poderosa flota comercial de la época.

Los judíos portugueses de Holanda tuvieron una significativa ventaja por encima de otras familias: durante el siglo anterior, cuando ellos mismos habían dejado Portugal para establecerse en Holanda, muchos de sus parientes habían emigrado también pero con rumbo distinto: América. A finales del siglo XVII, esta red familiar estaba presente en Ámsterdam, Londres, Paris, Nueva Ámsterdam (Nueva York), Veracruz, la Ciudad de México, las Antillas, la Guyana Holandesa y el norte de Brasil. Si uno consulta diversos registros, podrá constatar que hay un grupo de familias que se repiten invariablemente en todos estos lugares: Rodrigues (Rodríguez), Henriques (Enríquez o Cohen-Henriques), Machorro, Vieyra, Fonseca, Cardoso (Cardozo), Osorio, De Castro, Coronel, De Meza (Meza), Cano, Nunes (Núñez), Levy-Maduro (Maduro), Del Valle, Teixeira, Piña, Arias, Mendes (Méndez), Aguilera (Aguilar o Del Águila) o Pimentel (Piamenta, Pimienta). Aparte, otros de origen netamente español pero muy vinculado a este grupo portugués, como Vaez-Sevilla, Maldonado, Romero y Rivera (Ribera).

Este vínculo básicamente comercial también representó otra ventaja para este grupo: pudo mantener un contacto más estrecho con el Judaísmo en tanto religión, y todavía hacia 1638 se puede documentar que tenían un rabinato bien estructurado, bajo el liderazgo del matrimonio integrado por Antonio Rodríguez y Arias y Blanca Enríquez (identificada en los registros de la Inquisición como “la Rabina Dogmatista”).

Hacia la primera mitad del siglo XVIII, este hermético grupo de prósperas familias desarrollaba sus actividades con discreción y normalidad, y fue el conflicto entre Portugal y España lo que les vino a cambiar la suerte. En 1618 comenzó la última gran guerra entre protestantes y católicos en Europa, y España -el principal defensor del Catolicismo- se vio en serios aprietos. La Francia de Richelieu no estaba muy interesada en el conflicto religioso, sino en sacar todas las ventajas posibles, y aprovechó la coyuntura para animar a los catalanes a independizarse. Ante esta rebelión en su propio territorio, la Corona Española tuvo que recurrir a la armada portuguesa, debido a que sus propias tropas se encontraban combatiendo a los protestantes en el norte. Pero Richelieu aprovechó también esta coyuntura, y pactó en secreto con el Duque de Braganza para que proclamara la independencia de Portugal con el apoyo francés. Tomada por sorpresa, la Corona Española se vio combatiendo en tres frentes: contra los protestantes, contra los catalanes, y ahora también contra los portugueses. Cuando la paz se firmó en 1648, España fue el gran perdedor: la Catalunya del norte quedó en poder francés, Portugal quedó plenamente independizado, y pese al disgusto de la Iglesia Española, el Protestantismo se estableció sólidamente en todo el norte de Europa.

Como parte del conflicto de intereses con Portugal, España se propuso reventar las rutas comerciales integradas por familias portuguesas, y por esa razón fue que lanzó la que habría de ser la persecución inquisitorial más violenta contra un grupo de Cripto-Judíos en México. Se sabe que la motivación fue más política que religiosa por el hecho de que otros clanes de Cripto-Judíos, pero sin vínculos con Portugal o Amsterdam, no fueron perseguidos.

Hubo una situación que le facilitó el trabajo a la Inquisición: una serie de rumores surgidos de un misticismo exagerado había creado la expectativa de que el Mesías habría nacido en la Nueva España, y que era Gaspar Váez Sevilla, hijo de Simón Váez Sevilla. Para garantizar que, en caso de ser cierto el rumor, Gaspar tuviera una buena instrucción judía, los clanes rabínicos portugueses de Europa se encargaron de que dos rabinos fueran clandestinamente a México: David Machorro y su hijo, Salomón Machorro. David murió en el largo viaje, pero Salomón llegó a México en 1638 bajo el nombre falso de Juan Pacheco de León, y de inmediato se reportó con Antonio Rodríguez y Arias y su esposa, Blanca Enríquez. De ese modo, se conformó el grupo de líderes del clan: Simón Váez, Antonio Rodríguez, Blanca Enríquez, Pedro Tinoco (yerno de los dos anteriores) y Salomón Machorro. El entusiasmo que se desbordó en algunos miembros de la familia le facilitó los arrestos a la Inquisición, que a partir de 1642 comenzaron a atacar a este grupo. Se calcula que en total más de 150 personas fueron procesadas, más de 400 quedaron en la ruina por la confiscación de bienes, y entre 30 o 33 fueron quemados vivos. Pedro Tinoco y sus suegros, Antonio Rodríguez y Blanca Enríquez, murieron en prisión. Todos los miembros de la familia Váez Sevilla fueron exiliados a España, y el único que sobrevivió fue Salomón Machorro, sentenciado a cadena perpetua.

La Inquisición no llegó a fondo con el asunto: en 1648 la derrota de España en la Guerra de los Treinta Años definió el conflicto a favor de Portugal, y España poco a poco fue desactivando sus campañas anti-portuguesas en todas sus colonias. No se sabe a ciencia cierta cómo concluyeron los procesos, pero se sabe que a partir de 1650 las cárceles de la Inquisición estaban vacías, y está demostrado que para esas épocas los Váez Sevilla se habían posicionado como una familia con muchas influencias en las Cortes de España, de tal manera que la persecución de la Inquisición contra sus familiares se detuvo por completo. Después de eso, la Inquisición sólo volvió a procesar y ejecutar a dos Cripto-Judíos más -un año más tarde- que no tenían nada que ver con el clan portugués, y a partir de entonces empezó su lento declive hasta su desarticulación en 1813.

Los sobrevivientes del clan portugués se reorganizaron. Originalmente radicados en la Ciudad de México y Querétaro, optaron por trasladarse hacia otras zonas del país. Un grupo importante se estableció en el estado de Michoacán; otro se trasladó hacia el norte; finalmente, el núcleo duro descendiente de los principales líderes se ubicó en un circuito de poblaciones entre los estados de Puebla y Veracruz, donde ya había otras familias Cripto-Judías de origen español.

Según consta en documentos familiares que he podido revisar personalmente, el grupo cerrado integrado por las familias Machorro y Enríquez sobrevive hasta la fecha, y a su alrededor siempre aparecen los otros apellidos del clan: Méndez, Coronel, Vieyra, Fonseca, Cardoso, Núñez, Pimentel, Meza, Del Valle, Castro, Osorio.

He tenido contacto directo con muchas de estas familias, y para sorpresa mía, pude constatar que con ellos sigue funcionando el esquema del núcleo duro rodeado de familias más o menos asimiladas que describí en la primera nota de esta serie: la mayoría no sabe o no le pone mucha atención -o finge no hacerlo- al origen judío del grupo; sólo los que luego se identifican como parte del núcleo duro aceptan que son judíos sefarditas al cien por ciento. De todos modos, buscan y tienden a establecer parentesco sólo con “buenas familias”, o con “gente de razón”. No es difícil saber en qué consisten semejantes características: preferentemente, parientes (el nivel de endogamia sigue siendo muy alto en estas familias; llegué a leer constancias matrimoniales de inicios del siglo XX, escritas a mano -verdaderas ketuvot si las vemos en su contexto- donde gente de apellido Enríquez Machorro se casaba con gente de apellido Machorro Enríquez). Si no se trata de un pariente, gente “blanca” (y en las poblaciones donde se dan estos fenómenos, hablar de gente “blanca” es prácticamente lo mismo a hablar de familias de origen judío). En la zona que va de Orizaba a Córdoba, Veracruz, hubo otro factor que mantuvo la cohesión y la identidad de este grupo: allí se estableció la Fábrica Textil de Río Blanco, la más grande en su tipo hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, y un gran porcentaje de sus inversionistas o ejecutivos eran judíos franceses, ingleses o alemanes. Muchos de ellos se establecieron en México y emparentaron con el grupo de familias de origen portugués.

A eso hay que añadir que Orizaba, dada su importancia como ciudad intermedia para el comercio terrestre entre el puerto de Veracruz y la Ciudad de México, fue un lugar muy buscado por inmigrantes árabes y judíos hacia principios del siglo XX. Debido a ello, muchos judíos llegados de Damasco, Alepo y Beirut se establecieron allí temporalmente, y eso enriqueció en muchos sentidos la vida de la comunidad Cripto-Judía de la zona.

La actividad de todas estas familias de origen judío fue tan sólida hacia inicios del siglo XX, que el actual templo católico de Río Blanco todavía es conocido por la gente local como “la sinagoga”, y la leyenda dice que fueron judíos los que lo construyeron para sus rezos, pero que una vez completo, la Iglesia Católica se los quitó. Hay algo de cierto y algo de falso en esta historia: efectivamente, fueron judíos quienes lo financiaron y construyeron. Pero nadie se los quitó: simplemente, eran las familias Cripto-Judías que hicieron allí su lugar de reunión.

Este grupo sobrevivió bien hasta mediados del siglo, cuando la mayoría de sus integrantes comenzaron a emigrar, principalmente a la Ciudad de México o a los Estados Unidos. Actualmente, sólo quedan vestigios en ese lugar, pero los núcleos duros se han conservado bien en otras ciudades.

Este es un vistazo general apenas de uno de los muchos ejemplos de cómo el Cripto-Judaísmo sobrevivió hasta nuestros días, en algunos casos prácticamente intacto.

Me parece un ejemplo interesante debido al origen portugués de estas familias, situación que generó ciertas ventajas que ya mencionamos: una mayor convicción por preservar la identidad y la religión judía, derivada de que las conversiones en 1497 fueron forzosas y no voluntarias, y una mejor conservación de las creencias y las prácticas, derivadas de que por lo menos hasta el siglo XVIII se mantuvo ininterrumpido el contacto con los parientes holandeses debido a razones comerciales. Finalmente, en la época en la que el grupo más hubiera estado en riesgo de desaparecer, pudo establecer contacto con inmigrantes judíos franceses, ingleses y alemanes, y un poco en menor grado con inmigrantes de Damasco, Alepo y Beirut.

Todo ello, a fin de cuentas, permitió la sobrevivencia del clan, aunque con una situación que se antoja bizarra: los núcleos duros prácticamente no tienen interés en integrarse a las comunidades judías formalmente establecidas desde hace un siglo. De hecho, prefieren mantenerse en la discreción y anonimato absoluto.

Hasta cierto punto, tienen sus razones: las agrias controversias que se dieron con otros grupos de origen Cripto-Judío -aunque no necesariamente de Benei Anusim al cien por ciento- les dejaron la sensación de que no valía la pena entrar en conflicto con la otra rama de su mismo pueblo. Si para ese entonces ya habían aprendido a sobrevivir en la clandestinidad, no había necesidad de alterar la vida. Por ello, muchos de ellos siguen encendiendo sus velas cada viernes por la tarde en un cuarto discreto y al que no entra nadie ajeno a la familia, limpian perfectamente de grasa toda la carne que consumen, juegan barajas por las tardes, y les gusta convivir con buenas familias, gente de tez clara y orejas grandes, ojos destacados y narices generosas. Si se trata de emparentar, no hay pierde: un primo o una prima son buena opción, la mejor opción. ¿Los apellidos? No importan tanto. Todos saben que pueden ser falsos o alterados. Importan más los nombres: en estas familias nunca aparecen referencias al santoral Católico Romano (pese a que la mayoría viven en provincia y se jactan de ser buenos católicos), sino nombres bíblicos: Ezequiel, Jeremías, Gerson, etc. Si, además, los nombres son de los antiguos reyes de Judá -David, Salomón, Ezequías, Joaquín-, dicen sus tradiciones que son familias de abolengo, probablemente descendientes de la Casa Real de Judá.

Tiene su lógica: hace casi 400 años que los grandes clanes rabínicos de Ámsterdam y Venecia se organizaron para que dos rabinos pudieran instruir a Gaspar Váez Sevilla ante la posibilidad de que, efectivamente, fuera el Mesías. Con ello, estaban reconociendo implícitamente que descendientes del rey David se habían establecido en América, y que estaban integrados al clan portugués emparentado con los ricos comerciantes de Ámsterdam (en cuya judería sefardita destacan familias que se asumen como parte de la descendencia del Rey David, como los Don Yahia).

¿Qué están esperando estos sefarditas para reconciliarse con el resto del Judaísmo? En la próxima nota expondré un poco de la mística que conservan estas familias, una mística nacida y consolidada en uno de los capítulos más complejos de la historia del pueblo judío.

Hasta el próximo jueves.

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