DAVID LUDOVIC JORGE/VENEZUELA
Controversiales fueron las imágenes que transmitió el lunes 22 de enero el canal estatal Venezolano de Televisión (VTV), en las que el rabino Isaac Cohén hacía una oración por la “pronta recuperación” del presidente venezolano Hugo Chàvez, enfermo de un supuesto cáncer que lo aqueja desde hace casi dos años.
El episodio se dio en el marco de la celebración de la Asamblea Plenaria del Congreso Judío Latinoamericano (CJL), celebrado el 21 y 22 de este mes en Caracas. Sus representantes fueron recibidos por miembros del Poder Ejecutivo: el vicepresidente Nicolás Maduro y el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas.
En la plegaria el rabino hacía votos para que el mandatario venezolano pudiera “seguir trabajando por ese gran ideal…”, palabras que fueron criticadas por Paulina Gamus, exparlamentaria y figura destacada de la kehilá venezolana.
“Me pareció excesivo e innecesario referirse a las características de su gobierno, que han sido nefastas para todos los credos. La política no tenía por qué mezclarse con las características religiosas del acto”, sostiene Gamus, tras calificar a la oración como un “ritual casi obligatorio”, impuesto por las circunstancias.
Espectro de opiniones
La percepción de Gamus es una de las tantas (favorables y desfavorables) que se obtienen al sondear al judío venezolano de a pie. Entre las opiniones más positivas está pensar que el carácter religioso del rabino le da el “deber” de rezar por la gente, más allá del factor político.
Del otro lado del espectro hay quienes critican este tipo de acciones, dado el antisemitismo del gobierno venezolano, cada vez más evidenciado con su acercamiento a países y grupos abiertamente hostiles a Israel (además de los cuatro años de relaciones rotas entre ambos países), los dos allanamientos al centro comunitario judío, los reiterados ataques de grupos pro oficialistas contra la principal sinagoga sefardí de Caracas (el último de los cuales ocurrió hace apenas dos meses), y una línea editorial abiertamente antijudía, mostrada en los programas de presentadores de VTV como Alberto Nolia y Mario Silva, en numerosos sitios web, e incluso en la estatal Radio Nacional de Venezuela, donde se ha llegado a promover la lectura del clásico libelo antisemita Los Protocolos de los Sabios de Sión.
Un antisemitismo que, además, ha sido denunciado nacional e internacionalmente, por organizaciones tanto judías (como la CAIV en su informe 2011) como no judías, entre ellas la ONG Espacio Público.
El mal necesario
La tercera tendencia de opiniones respecto a la oración del rabino Cohen es la de considerar esta acción como algo inevitable. Desde el inicio de la enfermedad de Chávez, la mayoría de las comunidades religiosas de Venezuela –especialmente musulmanes, católicos y evangélicos- han hecho públicas sus plegarias e incluso actos litúrgicos a favor de su curación.
Quienes “entienden” al rabino Cohén basados en este argumento, desestiman la validez teológica del rezo, pues no contó con las características litúrgicas propias de la religión: el rabino rezó en castellano y no en hebreo; no estaba presente un minián, no tuvo lugar en una sinagoga, etc.
Pero aparte de las críticas a la oración en sí misma, diversos factores de la kehilá venezolana cuestionan la presencia misma del rabino en el encuentro, que fue más “diplomático” que religioso. Recuerdan que las instituciones comunitarias judías de Venezuela siempre se han caracterizado por buenas relaciones con los gobiernos, y que buscan que el de Chávez no sea la excepción.
Esa fue la razón, por ejemplo, por la que en 2006 la CAIV rechazó que el Centro Simón Wiesenthal denunciara frases antisemitas pronunciadas por Chávez en una edición de su programa dominical Aló, Presidente.
Y esa parece ser la razón por la que casi siete años después, la dirigencia actual de la principal instancia comunitaria persiste en su optimismo e insiste en el diálogo. Aunque ese diálogo sea con autoridades cuya legitimidad es cuestionada e involucre un obligado acto religioso, y aunque esa actitud sea entendida como “pasividad” y obsecuencia por factores de la kehilá más abiertamente opositores a su gestión y críticos al antisemitismo oficial.
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