Del seguidismo al apoyo

LA VANGUARDIA /

La elección de Chuck Hagel como secretario de Defensa por Barack Obama ha podido sorprender y no porque sea republicano. Su predecesor también lo era y hay una larga tradición norteamericana de nombramientos de que no pertenezcan al partido del presidente, especialmente en el caso del Departamento de Defensa. Lo que es menos habitual es que cuando su nombre sonó por primera vez, las organizaciones proisraelíes desencadenaron un auténtico fuego de contención. Pero Barack Obama fue más allá, infligiéndoles una derrota política a la que ellos no estaban habituados desde hacia mucho tiempo. Esas mismas organizaciones ya habían sufrido una dura derrota cuando se celebraron las elecciones presidenciales. Habían hecho campaña por Mitt Rommey y, sin embargo, el 70% de los judíos norteamericanos votaron por Obama.

Las organizaciones projudías le reprochan a Chuck Hagel haberse opuesto a sancionar y castigar a Irán, no ser hostil con Hamas y Hizbulah y además haber utilizado el término lobby judío para describir a los grupos de presión proisraelíes de Washington denunciando su influencia excesiva sobre los miembros electos del Congreso. Pero por encima de todo le recriminan no adherirse totalmente a las tesis del Gobierno de Israel.

Desde luego que la elección de Obama no está exclusivamente ligada a la cuestión israelí. Con Chuck Hagel, un auténtico héroe de guerra ha llegado al Pentágono. Y resalta por contraste con los gallinas responsables políticos e intelectuales de esos de “ve tú a la guerra” que, bajo George Bush, enviaban con facilidad soldados a combates en los que ellos jamás hubieran participado (los tenemos igual en Francia). Como ha dicho Obama, Hagel sabe que la guerra no es una abstracción. También necesita de su fuerte temperamento para reducir un presupuesto militar desproporcionado que desequilibra negativamente la economía de Estados Unidos.

Con este simple gesto, Obama, ha mostrado que no pretendía subestimar el peso real de estas organizaciones y al mismo tiempo ha demostrado que su influencia electoral ha sido holgadamente subestimada. ¿Cómo han respondido los que se opusieron previamente al nombramiento de Chuck Hagel?

David Harris, director del American Jewish Comité, ha declarado que “nosotros no estamos en el terreno de la oposición, sino en el terreno de los preocupados”. Abraham Foxman, de la Anti-Defamation League, dice que Hagel no habría sido su primera elección pero que respeta las prerrogativas del presidente. De haber afirmado que no las respetaba, podría haber parecido un hecho singular aunque, sin embargo, ha sido un hecho frecuente durante los últimos tres años pues Obama ha sido humillado por el Gobierno de Israel y sus ardientes defensores en Estados Unidos como jamás lo había sido ningún otro presidente norteamericano.

¿Los grupos de presión se arriesgarán y tendrán la capacidad de provocar el fracaso de la confirmación de Hagel por el Senado? Si ocurriera, se abriría un debate público que podría ser desestabilizador para ellos.

En 2007, John Mearsheimer y Stephen Walt, dos prestigiosos universitarios moderados, publicaron un libro acerca del “lobby proisraelí y la política exterior norteamericana”. En él se preguntaban -para responder con una negación- si era siempre de interés nacional norteamericano apoyar a Israel a la vista de la política que desarrollaba su gobierno.

No se puede, sin embargo, concluir que Estados Unidos va a dejar de apoyar a Israel. Simplemente va a poner fin a un seguidismo ciego y contraproducente de un gobierno que no tiene en cuenta solamente el interés de la paz sino también los intereses nacionales de Estados Unidos e incluso los de Israel a largo plazo. Como ha escrito el editorialista norteamericano Roger Cohen, todo “esto va a llevarnos hacia un auténtico debate sobre en qué consiste realmente la amistad con Israel”, ya que para él no consiste en absoluto en un apoyo incondicional.

Washington va a continuar apoyando a Tel Aviv pero va a dejar de hacerlo incondicionalmente. Resumiendo, se trata de regresar a lo que se hacía antes de George Bush hijo.

Sin tener la preocupación de una reelección, ¿Obama presionará al Gobierno de Israel para que se comprometa por fin y de verdad en una perspectiva de paz? No se trata de dejar de ayudar militar, estratégica y económicamente a Israel. Se trata de dejarlo de hacer sin obtener ninguna contrapartida de Tel Aviv.

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