MOISÉS NAÍM/EL PAÍS
La canciller alemana, Angela Merkel, es sin duda una de las personas más poderosas del mundo. Rupert Murdoch es el dueño de News Corporation, uno de los mayores conglomerados mediáticos y, naturalmente, también es muy poderoso. Las respectivas fuentes de poder de estos dos personajes son diferentes, así como la manera en que utilizan la influencia que tienen, o los objetivos e intereses que guían sus conductas. Merkel es la líder de un gran país y Murdoch el dueño de una gran empresa privada. Más aún, el empresario insiste en que él no utiliza el poder de sus medios de comunicación para presionar a gobiernos o influir sobre la política. Sus críticos rechazan estas afirmaciones y advierten que hay sobradas evidencias de que Murdoch y sus medios de comunicación son actores políticos de primer orden. En Estados Unidos, sus detractores acusan a la cadena de televisión Fox de estar manifiestamente parcializada a favor del partido Republicano, y más recientemente, del Tea Party. En Reino Unido, Murdoch tuvo que presentarse hace unos meses ante una comisión del Parlamento británico que investigaba las practicas periodísticas de los tabloides. “Yo nunca le he pedido nada a ningún primer ministro”, afirmó. Sin embargo, ante esa misma comisión el ex primer ministro John Major reveló que, en una cena en 1997, Rupert Murdoch le pidió que cambiara la política de acercamiento hacia Europa que seguía su Gobierno. De no hacerlo, Murdoch le advirtió, le retiraría el apoyo de sus periódicos. “Esa es una conversación difícil de olvidar”, dijo Major. “No es frecuente que alguien sentado frente al primer ministro le diga: ‘Si no cambia su política, mi organización no lo apoyará”, añadió.
Ed Miliband, el líder del partido laborista británico, también declaró en esa comisión parlamentaria que, en su opinión, el conglomerado de Murdoch “tenía un sentido de poder sin responsabilidad debido a que controla el 37% del mercado de periódicos en Reino Unido, así como el canal de televisión BSkyB”.
¿Qué tiene que ver todo esto con Angela Merkel? Mucho. Y con el futuro de Europa mucho más.
Como se sabe, el primer ministro británico, David Cameron, acaba de anunciar que planea someter a referéndum la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea. Esta consulta popular se llevaría a cabo antes del fin de 2017. Antes de hacerla, Cameron tratará de obtener tanto concesiones específicas para Reino Unido como amplias reformas en la manera en que opera el acuerdo entre los 27 países miembros. En particular, Cameron ha indicado que desea recuperar el poder de tomar en su país decisiones que ahora se toman en Bruselas por los órganos de la Unión Europea. De la agricultura y la pesca a la política social, de las regulaciones del sector financiero y del medio ambiente a las políticas de inmigración o defensa, Cameron pretende iniciar una amplia y ambiciosa negociación con Europa.
Las interpretaciones sobre cuáles son los objetivos de Cameron y las consecuencias de su audaz iniciativa son muchas y variadas. Para algunos es una transparente treta para separarse de una Europa debilitada por la crisis y menguada en su peso en el mundo. Para otros, es un intento de extorsionar a Europa para obtener ventajas. Y para otros, como el ex vicecanciller alemán Joschka Fischer, es simplemente una locura que no le conviene ni a Reino Unido ni a Europa y que solo responde a intereses particulares y a los miopes cálculos políticos de Cameron. Y también hay quien piensa que para los británicos el costo de salir de la UE es prohibitivamente alto y que, al final, no votarán mayoritariamente a favor de la salida. Esto último, por supuesto, supone que la opinión publica británica será informada de una manera imparcial y completa sobre los costos y beneficios de continuar o no formando parte de la Unión Europea. Hasta ahora esto no ha sido así, y los tabloides británicos (no solo los de Murdoch) que más moldean la opinión pública han mostrado una furibunda, y con frecuencia tendenciosa, oposición la integración con Europa.
Del otro lado de todo esto está Angela Merkel, quien seguramente va a hacer cuanto esté a su alcance para no pasar a la historia como la líder bajo cuyo mandato fracasó el proyecto de unificar a Europa. A pesar de que el continente puede continuar su integración sin la participación de Reino Unido, no hay dudas de que el retiro de los británicos sería un severo golpe. Además, si el referendo de 2017 lleva a ese desenlace, los movimientos anti-integracionistas de otros países europeos ganarían fuerza y hasta se podría producir un contagio de referendos con ánimo separatista en todo el continente. Por esto y por otras muy buenas razones, Merkel hará lo posible por impedir la salida de Reino Unido.
Veremos quién tiene más poder, la canciller o el magnate.
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