Artículo de enero de 2013
LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
Las revueltas de la Primavera Árabe en Siria han derivado en una guerra civil que pronto cumplirá dos años; de acuerdo a la ONU, al finalizar el 2012 ya se habían contabilizado 60,000 muertos, un buen número de ellos civiles y una cantidad indeterminada de heridos.
Igualmente, más de medio millón de sirios se han refugiado en Irak, Jordania, Egipto, Líbano y Turquía; dos millones de personas se han desplazado internamente. La ONU estima que si no cesa la guerra, el número de refugiados sirios en el exterior sobrepasará el millón en seis meses; como resultado del conflicto bélico, cuatro millones de habitantes sirios viven en una situación precaria, cifra significativa si se considera que Siria tiene una población total de 22 millones.
La lucha armada se ha prolongado por el flujo de armas al régimen de Bashar Al Assad desde Irán, Rusia, China y Corea del Norte; incluso Irán lo ha apoyado económicamente y con el envío de tropas de elite; Rusia y China han respaldado políticamente a Siria en la ONU para evitar que terceras naciones intervengan militarmente en territorio sirio para que cesen las hostilidades. Aparentemente Bashar Al Assad no tiene intenciones de terminar el conflicto; ha adquirido nuevo armamento por 2,000 millones de euros.
Bashar Al Assad ha emprendido una represión sanguinaria contra los diferentes grupos de rebeldes, misma que se ha extendido a la población civil, incluyendo mujeres y niños; Siria se ha convertido en un infierno. Bashar Al Assad tiene donde nutrir su espíritu de crueldad; de su padre Hafez Assad que con mano dura gobernó a Siria entre 1970 y el 2000, sofocando cualquier intento de rebelión como el de la insurrección de Hama, en donde mató a 20,000 cristianos.
En este marco, los rebeldes también se han excedido en actos de violencia realizando ejecuciones sumarias de soldados del Ejército y masacrando a civiles; se han ensañado de manera particular con las minorías alauitas, a las que Bashar Al Assad pertenece, cristianos y drusos; las dos primeras han formado bandas de autodefensa para proteger sus vecindarios de los rebeldes antigubernamentales.
A la insurgencia de Siria se han integrado mercenarios, entre otros miembros, de la Hermandad Musulmana que gobierna Egipto y que tiene una gran influencia en la Franja de Gaza y en organizaciones afines a los radicales islámicos de El Kaida y el Salafismo. La mayoría de los mercenarios operan con autonomía y cierta coordinación con el Ejército Sirio Libre; el brazo armado más agresivo de los rebeldes es el denominado Nosra que se estima tiene 10,000 combatientes en Siria. Nosra está ligado con El Kaida en Irak y se ha reivindicado la mayoría de los ataques suicidas en Siria.
En la medida que los rebeldes avanzan en Siria, EUA “está cada vez más preocupado” de que las armas químicas que tiene el Ejército Sirio pudieran caer en manos de extremistas islámicos, razón por la cual colabora con Turquía, Israel, Jordania y la OTAN para supervisar los depósitos de las mismas. En este contexto, no se descarta una operación militar de EUA e Israel en Siria con cooperación de Jordania.
Por otra parte, tanto Israel como la Autoridad Palestina temen que los extremistas de Hamas que dominan en la Franja de Gaza busquen apoderarse del poder en Cisjordania en donde gobierna la Autoridad Palestina, lo que permitiría a Irán tener un puesto en “el corazón de Israel”.
En este ámbito, cabe destacar que aproximadamente medio millón de palestinos viven en Siria; su estancia en ese país se remonta a 1,948, cuando fueron desplazados por Israel de Cisjordania. No obstante que el régimen de Bashar Al Assad ha enarbolado la defensa de la causa palestina, en la práctica los ha marginado en Siria en donde viven en campamentos de refugiados en una situación muy precaria. A raíz de la guerra en Siria miles de palestinos han huido a la frontera Sirio-Libanesa; sin embargo, Líbano está siendo el escenario de choques entre musulmanes suníes que apoyan a los insurgentes sirios y los alauitas que simpatizan con Bashar Al Assad.
Se prevé que de caer Damasco, sede del poder político de Siria, Bashar Al Assad y sus seguidores y protegidos de la secta alauita (4.5 millones de personas) podrían “atrincherarse en las montañas del norte y en las ciudades costeras de Latakia y Tartus”, en esta última Rusia tiene una base militar, alargando la guerra.
A final de cuentas Bashar Al Assad será derrocado y EUA tendrá mayor oportunidad de establecer su hegemonía en el Medio Oriente; el problema es que Rusia no dejará que tan fácilmente la dejen fuera del juego.
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