NONIE DARWISH/MINUTO DIGITAL.COM
Si ellos [Los Musulmanes] se hubieran librado del castigo por apostasía, Hoy no existiría el Islam.
Occidente se niega a estar preocupado; y cuando sus ciudadanos se preocupan, son reprimidos. Son demandados, atacados, amenazados con deportación y, a veces, asesinados.
El líder sunita más influyente de Medio Oriente acaba de admitir lo que muchos de nosotros, que crecimos como musulmanes en Medio Oriente, siempre supimos: que el Islam no podría existir hoy sin la matanza de apóstatas. Yusuf al-Qaradawi, presidente de la Hermandad Musulmana y uno de los líderes más respetados del mundo sunita, dijo recientemente en la televisión egipcia: “Si ellos [los musulmanes] se hubieran librado del castigo [a menudo la muerte] por apostasía, hoy no existiría el Islam”. Lo más llamativo de su declaración, sin embargo, es que no fue una disculpa; fue una lógica y orgullosa justificación para preservar la pena de muerte como castigo por apostasía. Al-Qaradawi sonaba desapasionado, indicando que no hay ningún conflicto moral, ni siquiera duda, sobre esta política en el Islam. Por el contrario, afirmó la legitimidad de las leyes islámicas en confiar en la vigilante justicia callejera a través del temor, la intimidación, la tortura y el asesinato, en contra de cualquier persona que se atreviera a abandonar el Islam.
Muchos críticos del Islam están de acuerdo con el Sheikh Qaradawi, en que el Islam no habría podido sobrevivir después de la muerte del profeta Mahoma, si no fuera por el asesinato, la tortura, la decapitación y la quema viva de miles de personas – convirtiéndolos en ejemplos para otros que podrían aventurarse fuera del Islam. Desde su implantación hasta la actualidad, el Islam nunca ha considerado inapropiada esta política, y mucho menos inmoral. En una encuesta reciente, el 84% de los egipcios está de acuerdo con la pena de muerte para los apóstatas, y no vemos ningún movimiento musulmán moderado contrario a esta ley. Que 1,2 mil millones de musulmanes parezcan cómodos con tal mandamiento arroja luz sobre la naturaleza del Islam.
A diferencia de los estadounidenses, que entienden los principios básicos de su constitución, la mayoría de los musulmanes no tiene ni idea de las leyes básicas de su religión. La mayoría de los musulmanes elige la ignorancia en lugar del conocimiento cuando se trata del Islam y, con frecuencia, se niega a comentar negativamente por miedo a ser acusados de apostasía. Mientras en Occidente se considera una virtud tratar de entender la propia religión, hacer preguntas al respecto y tomar decisiones en consecuencia, en el mundo musulmán hacer lo mismo es el último pecado castigado con la muerte. Aquello de lo que occidente se enorgullece, es un crimen bajo la ley islámica.
La principal preocupación de los ciudadanos musulmanes, en cualquier estado islámico, es permanecer a salvo, vivo y lejos de ser acusado de hacer o decir algo en contra de las enseñanzas islámicas. En tal atmósfera de miedo y desconfianza, el daño puede provenir no sólo del gobierno, sino de amigos, vecinos e, incluso, familiares, que están protegidos contra el enjuiciamiento por haber matado a alguien que consideran un apóstata.
No es una coincidencia que los países musulmanes tengan la más alta tasa de analfabetismo y de que carezcan de educación: en una cultura islámica que criminaliza no sólo la apostasía, sino también el hacer preguntas o dudar, la ignorancia es una virtud que lo protege a uno.
Las culturas islámica y judeocristiana son polos opuestos cuando se trata de sistemas de valores y brújulas morales – las divisiones fundamentales entre la moralidad islámica y la occidental. Ninguna religión distinta del Islam mata a los que la abandonan – probablemente un signo de la falta de confianza de los líderes islámicos en la capacidad del Islam para sobrevivir entre otras religiones que no matan para mantener en línea a sus seguidores.
En un original programa de televisión egipcio en el canal “Al-Tahrir”, en una discusión de los textos islámicos de Al-Azhar – la más importante Universidad Islámica del mundo, en El Cairo – a los estudiantes se les dijo que “cualquier musulmán, sin el permiso del gobernante, puede matar y asar a la parrilla a un murtad [apóstata] y comérselo”. Se confirmó que esta lección figura en los libros oficiales del gobierno egipcio para estudiantes de secundaria. El estupefacto invitado al programa de TV no podía creer que a los estudiantes egipcios del Islam se les enseñe que el canibalismo de los apóstatas está halal [permitido].
Políticas como éstas deben ser de gran preocupación para Occidente. Occidente, sin embargo, parece estar en negación. Se niega a estar abiertamente preocupado, y cuando sus ciudadanos se preocupan, son reprimidos. Son demandados [Geert Wilders, Lars Hedegard, Elisabeth Sabaditsch-Wolff, Mark Steyn, Ezra Levant]; atacados [Kurt Westergaard en Dinamarca, Lars Vilks en Suecia, Charlie Hedbo revista semanal en Francia]; amenazados con la deportación [actualmente, Imran Firasat , desde España a Pakistán, y Reza Jabbari desde Suecia a Irán, donde ambos, muy probablemente, serán encarcelados o condenados a muerte]; decretadas amenazas de muerte [Salman Rushdie, Geert Wilders, Ayaan Hirsi Ali, Wafa Sultan, M. Zuhdi Jasser] y, a veces, asesinados [Theo van Gogh].
En lugar de enfrentar con seriedad la amenaza del Islam, Occidente se ha vuelto insensible a todos los videos asesinos que se vierten fuera del mundo musulmán. No hay indignación en los gobiernos occidentales, los medios de comunicación o las ONG, acerca de lo que oímos y vemos y que se vierte diariamente desde Medio Oriente: las fotos de cientos de cristianos quemados vivos por musulmanes en Nigeria; los vídeos de apóstatas decapitados y quemados vivos que se encuentran por todo Internet; o los diarios recordatorios islámicos – de muchos dirigentes políticos, la televisión árabe y los púlpitos de las mezquitas, televisión árabe y líderes políticos – que, en su opinión, los judíos son descendientes de monos y cerdos.
Si queremos preservar las libertades occidentales para las futuras generaciones, es el momento de cambiar nuestra desestimación e indiferencia ante el profundo arraigo de estos puntos de vista.
Los occidentales han estado invirtiendo un montón de tiempo, esfuerzo y dinero tratando de entender el Islam, cuando todo lo que necesitan es escuchar lo que los líderes musulmanes están diciendo. Las prioridades de política exterior de Estado Unidos no deberían ser el apaciguamiento de una cultura islámica desesperada por aprobación, sino la protección de sus ciudadanos, de su cultura y de su constitución, de todas las ideologías moralmente en bancarrota y tiránicas.
*Nonie Darwish es el Presidente de FormerMuslimsUnited.org y autor de “El Diablo Que No Conocemos”.
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