LA VANGUARDIA
IRÁN acudirá el 26 de febrero a una reunión con el Grupo de los Cinco más Uno (EE.UU., Gran Bretaña, Francia, China, Rusia y Alemania) para tratar de desbloquear el conflicto nuclear que los enfrenta. Sabido es que el régimen iraní está empeñado en un programa atómico de enriquecimiento de uranio que, afirma, limita al uso civil pero que levanta fundadas sospechas de que tiene un objetivo militar, hasta el punto de que Teherán ha sido penalizado por la comunidad internacional con sanciones que no sólo limitan su programa, sino que le están provocando serios problemas económicos. Irán acudirá a la citada reunión, que se celebrará en Kazajistán, con la intención de dar garantías de esa limitación al uso civil. No es la primera vez que asiste a una reunión de este tipo para luego hacerla fracasar, ya ocurrió el pasado mes de junio en Rusia. De ahí el escepticismo occidental.
Coincide este anuncio con la visita que el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha efectuado a El Cairo, donde se reunió con su homólogo, Mohamed Morsi. Es la primera visita de un representante iraní a Egipto desde 1979, cuando el recién estrenado régimen de los ayatolás rompió sus relaciones con este país después del pacto del presidente El Sadat con Israel. Aunque la reunión entre los dos mandatarios se vio rodeada por abundantes críticas, especialmente las religiosas por la persecución de la minoría suní por parte de la mayoría chií en Irán y aunque las diferencias entre los dos países son aún grandes, especialmente en lo relativo al apoyo iraní al régimen sirio de El Asad, no debe pasarse por alto la importancia de este encuentro. Irán busca una reconciliación que rompa el aislamiento internacional que vive, especialmente el de países árabes suníes como Arabia Saudí y Qatar, mientras que Egipto quiere dar pasos hacia una apertura que marque distancias con su hasta ahora tradicional política prooccidental y proestadounidense. A ambos mandatarios les interesaba una imagen de acercamiento.
La amenaza nuclear iraní no es una broma. La semana pasada, la agencia de supervisión nuclear de las Naciones Unidas (OIEA) informó de que el régimen de Teherán está listo para una gran modernización tecnológica de su programa de enriquecimiento de uranio, lo que podría acelerar la capacidad de Irán para producir suficiente material que puede usarse tanto como combustible para un reactor como para ojivas nucleares. La información supone que la industria nuclear iraní está a punto de instalar un sistema de centrifugadoras de enriquecimiento de alta tecnología y de nueva generación en su planta de Natanz, en el centro del país, con capacidad para enriquecer material nuclear hasta cinco veces más rápido que los equipos que tiene ahora. Irán, con el anuncio de que acudirá a la negociación a finales de este mes en Kazajistán, trata de ganar tiempo para, al mismo tiempo, progresar en el programa nuclear. Un nuevo fracaso diplomático tensaría la situación en la zona y espolearía a Israel, que insiste en promover la solución militar contra el régimen iraní.
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