Ely Karmon/El Imparcial
Pese a las ilusiones que se hacen los políticos y expertos israelíes y turcos en el sentido de que la resolución del asunto Mavi Marmara haría posible una alianza renovada entre los dos países, esto tiene pocas posibilidades de hacerse realidad mientras la retórica anti-israelí sirva para mantener en el poder al actual gobierno turco y mientras siga aumentando la influencia regional turca.
Esta semana, el gobierno de Turquía ha dado una respuesta enérgica a esos políticos y expertos israelíes, y a algunos turcos, que creen que es posible rehabilitar las maltrechas relaciones entre Israel y Turquía terminando con el antagonismo resultante de los acontecimientos relacionados con la flotilla Mavi Marmara de mayo de 2010. Si se creía que una disculpa oficial de Israel a Turquía, acompañada de la indemnización por daños y perjuicios a las víctimas, acabaría con las hostilidades, ahora tenemos pruebas claras de que esto es sencillamente imposible bajo la actual administración turca del primer ministro Recep Tayyip Erdogan.
Con motivo del bombardeo aéreo de un convoy de misiles avanzados tierra-aire de Siria a Hezbollah, en Líbano, un ataque que el ministro de defensa Ehud Barak ha insinuado que fue llevado a cabo por Israel, el ministro turco de asuntos exteriores Ahmet Davutoglu declaró que “si Israel atacaba cualquier país musulmán, Turquía respondería”. Además ha afirmado que el presidente sirio ha llegado a un acuerdo tácito con Israel, y ha sugerido que Siria debería haber tomado represalias contra el ataque israelí. (1)
Por su parte, el primer ministro Erdogan declaró que el ataque aéreo de Israel era completamente inaceptable, y lo describía como “otro reflejo del ’terrorismo de Estado’ israelí”. También dijo que quienes “han criado y alimentado a Israel como a un niño mimado deben esperar siempre ese tipo de cosas por parte de Israel”. (2)
Los cínicos comentarios de los líderes turcos contrastan visiblemente con el apoyo dado por Turquía a la oposición siria: el uso de su territorio para el contrabando de armas, el entrenamiento y la financiación, así como la coordinación de los saudíes con los cataríes del apoyo a los grupos islamistas sirios.
Turquía prefiere respaldar a los Hermanos Musulmanes sirios, enemigos acérrimos del régimen de Assad, con la esperanza de tener un firme punto de apoyo en la Siria del futuro.
Da la impresión de que en las acusaciones de los líderes turcos hay cierta hipocresía. Por una parte, critican a Siria por no defender su soberanía al no tomar represalias frente al ataque israelí del convoy; pero al mismo tiempo, Turquía exige que la OTAN despliegue misiles Patriot en su territorio — para defender a Turquía de los ataques de represalia sirios- y acepta el despliegue de un radar de defensa anti-misiles de la OTAN en su territorio. Turquía sabe perfectamente que ese sistema de radares está diseñado no sólo para protegerse a sí misma y a Europa de los misiles balísticos iraníes, sino también para defender a Israel de esa misma amenaza. (3) La denominada “defensa” turca de los intereses sirios y su retórica beligerante con respecto a Israel no están en modo alguno respaldadas por sus propias acciones en materia de política exterior, ni cuando actúan en Siria entre bastidores, ni considerando que Israel y Turquía tienen de facto intereses comunes en la OTAN.
La estrategia regional turca se apoya en dos pilares: el afán de convertirse en el líder del bloque musulmán suní y su victoria sobre el bloque chií, liderado por Irán. Desde su levantamiento violento, Siria ha ocupado el centro de la estrategia; mientras Irán intenta asegurar la supervivencia del régimen alauita —su principal activo en el mundo árabe-, Turquía ha intentado socavar el régimen de Assad y, de este modo, conseguir una significativa ventaja estratégica regional.
Erdogan se ve a sí mismo desempeñando un papel de liderazgo en el mundo musulmán, como una especie de sultán neo-otomano. (4) Así es como fue presentado durante una multitudinaria manifestación pro-turca organizada en Gaza por Hamás y la Fundación de Ayuda Humanitaria (IHH) en febrero de 2010, tres meses antes de que la misma IHH organizara la flotilla Mavi Mamara. (5)
Por esa razón abrazó el movimiento islamista Hamás desde la polémica visita de su líder Khaled Meshal a Turquía en febrero de 2006, desafiando los intereses de liderazgo de la Autoridad Palestina (AP), mucho antes de la operación “Plomo Fundido” israelí en Gaza o del incidente del “Marmara”. Hasta que la AP decidió intentar ser reconocida por las Naciones Unidas, Turquía no se acordó de promover también al presidente palestino Mahmoud Abbas, como para no perderse un acontecimiento de tanta relevancia, mientras continuaba apoyando activamente a Hamás en el área internacional.
El problema de Turquía en la arena árabe-musulmana estriba en su competencia con Egipto y su gobierno de los Hermanos Musulmanes, que quiere recuperar su antiguo esplendor como líder del mundo árabe.
Independientemente de la existencia de un pretexto oficial como el de problemas de seguridad, el gobierno egipcio no permitió que Erdogan visitara Gaza durante su visita —bien difundida y extremadamente popular- a Egipto en septiembre de 2011, pues deseaba evitar que allí también se dieran escenas de una acogida triunfal. Su llamamiento a los egipcios para que adoptaran una constitución laica provocó una inmediata reacción por parte del líder de los Hermanos Musulmanes Essam al-Arian: “Acogemos… a Erdogan como un destacado dirigente, pero no creemos que él ni su país, por sí solos, tengan que liderar la región o planificar su futuro.” (6)
En diciembre de 2012, el ministro de asuntos exteriores Davutoglu “rechazó categóricamente que la retirada por parte de Turquía de su veto a la participación israelí en actividades de la OTAN, estuviera vinculada a la decisión de la alianza de desplegar misiles Patriot en la frontera turco-siria” (7), y fuentes turcas insinuaron que Turquía había convencido a miembros de la OTAN “para que tuvieran más en cuenta que antes el papel de Egipto en la OTAN, a modo de contrapeso de Israel”. (8)
No obstante, el periodista egipcio Galal Nassar ha advertido en el periódico egipcio Al-Ahram de que la decisión turca de levantar su veto contra la participación israelí en actividades no militares de la OTAN indica que probablemente Turquía amplíe su cooperación bilateral con Israel. Egipto, por lo tanto, ha de considerar que esta evolución “naturalmente acarrearía un grave riesgo para la seguridad nacional egipcia y su dimensión árabe”. (9)
El apoyo de Erdogan a Hamás y a la cuestión palestina en general también tiene mucho que ver con la política interior, ya que refuerza la posición de Erdogan entre los círculos islamistas y nacionalistas turcos.
Es probable que la retórica anti-israelí en el contexto sirio tenga asimismo un aspecto interno: apaciguar al medio millón de alauitas árabes en la frontera sur de Siria con Turquía, así como a la comunidad alevita, en su mayoría laica, de Turquía, una importante minoría (entre el 10% y el 15% de la población) que se opone a la política de Ankara de enfrentarse al régimen de Assad.
El objetivo político primordial de Erdogan es cambiar la actual constitución de Turquía, establecer un sistema presidencial y ser elegido con mayores poderes en las elecciones presidenciales de agosto de 2014.
Dado que estas consideraciones seguirán teniendo mucho peso en la agenda política turca —tanto interna como externa- en un futuro próximo, en este momento resulta difícil ver un detonante real para que se produzca una verdadera mejoría en las relaciones turco-israelíes.
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