EL PAÍS
13 de febrero 2013.-El Gobierno de Israel se ha negado hasta ahora a revelar su identidad o confirmar su existencia. Los medios israelíes no han podido informar hasta hoy de su caso, porque un juez ha declarado el secreto de sumario. Recientemente, la oficina del primer ministro Benjamín Netanyahu citó a los directores de diarios, radios y televisiones nacionales para recordarles que deben evitar a toda costa la cobertura del caso. El llamado Prisionero X vivía aislado en una cárcel de máxima seguridad, en régimen de total aislamiento, sin acceso ni siquiera a un abogado, hasta que se ahorcó en 2010.
Esta semana, un reportaje de la cadena pública australiana ABC le ha puesto cara y nombre al Prisionero X. Ben Zygier, que empleaba los seudónimos Ben Alon o Ben Allen. Ciudadano australiano, padre de dos hijos, casado con una israelí. Espía del Mosad, una de las agencias de inteligencia de Israel. Detenido en una celda de la cárcel de Ayalon, en Ramla, diseñada para Yigal Amir, el homicida del primer ministro Isaac Rabin en 1995. El motivo que le llevó a ser detenido en esas condiciones es aún un misterio. Murió a los 34 años. Su cuerpo se envió a Melbourne tras el suicidio.
Ante la presión de los grupos opositores en el Parlamento, el Gobierno de Netanyahu ha permitido a los medios de Israel informar sobre ese informe en la cadena australiana, levantando parcialmente la censura aplicada sobre el caso.
“ABC entiende que fue contratado por la agencia de espías del Mosad”, asegura una información relativa al caso en la página web de esa cadena australiana. “Sus condiciones en prisión eran tan secretas que se cree que ni siquiera sus guardas sabían de su existencia”, añade. Finalmente, se le encontró “ahorcado en la celda con sistemas de vigilancia de tecnología punta que se instalaron para evitar precisamente los suicidios”.
Las autoridades de Israel informaron en su día a la misión diplomática en el país del arresto de Zygier, algo de lo que el Gobierno en Canberra nunca llegó a saber antes de la muerte en prisión. Este miércoles, el Ministerio de Exteriores de Australia ha ordenado la apertura de una investigación.
Fue la página web israelí Ynet la que informó primero de la existencia del Prisionero X, en una nota de 2010. Informaba ese diario de la existencia de un misterioso detenido en la celda 15 de la prisión de Ayalon. Nadie podía tener acceso a él. No le veían ni los demás detenidos en el centro penitenciario. Ynet citaba a un oficial de la prisión entonces: “Es una persona sin nombre, sin identidad, que está en un aislamiento total del resto del mundo”.
En cuestión de horas desapareció aquella nota en Ynet. El servicio de inteligencia interior de Israel, el Shin Beth, acudió a los juzgados para evitar la cobertura del caso por parte de los medios. Desde entonces, ningún medio israelí ha podido informar de la existencia del Prisionero X. El martes, ante el reportaje de investigación de ABC, el equipo de asesores de Netanyahu citó a los directores de los principales medios de Israel para recordarles la prohibición de informar sobre el caso.
“La oficina del primer ministro pidió a los miembros [de la prensa] durante el encuentro que cooperen con el Gobierno y retengan la publicación de información relativa a un incidente muy embarazoso para cierta agencia del Gobierno”, publicó ayer el diario Haaretz. Ese ejercicio de censura llevó a diversos legisladores opositores a pedir explicaciones al Ejecutivo en un debate en el parlamento, algo que ha permitido a los medios sortear la censura.
“Hay informes de que un ciudadanos australiano que estaba bajo custodia de Israel bajo una identidad diferente se suicidó en prisión”, preguntó Ahmed Tibi, de la Lista Árabe Unida, al ministro de Justicia, Ya’akov Ne’eman. “¿Puede verificarlo?”. “No puedo responder a esas preguntas porque el asunto no recae sobre la autoridad del ministro de Justicia”, respondió Ne’eman. “Pero si esas alegaciones son ciertas, habrá que investigarlo”.
Mucho se especuló hasta esta semana sobre la verdadera identidad del Prisionero X. La teoría más circulada en el pasado era la de que se trataba de un general de la Guardia Revolucionaria iraní, Ali-Reza Asgari, que había traicionado a su país y había colaborado con las agencias de inteligencia occidentales.
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