EDUARDO HADJES NAVARRO PARA ENLACE JUDÍO
Queridos amigos, hace días que tengo el tema y el fondo de lo que escribiré en el presente comentario. Tengo un solo problema. No le encuentro el nombre adecuado.
Es tan complejo y simple, que finalmente opté por enviarlo prácticamente sin nombre y, de seguro, ustedes podrán determinarlo o simplemente, no darle importancia.
Vamos al grano. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo se enteraba horrorizado de la magnitud de los acontecimientos. La barbarie nazi había llegado a tal punto, que ni siquiera se nos ocurrió mirar la cuantía de lo obrado por Stalin y Mao.
Luego de tanta maldad, asesinatos, torturas y pesadillas imposibles de imaginar, menos aun de poder describir, se pensó que el siglo XX continuaría su curso, con relativa normalidad y se podría entrar en un período en que la paz, cordialidad, amistad y humanidad, podría tener cabida.
En un pequeño punto del mapa, en pleno Medio Oriente, un nuevo Estado había nacido y sus primeros pasos, fueron absolutamente atípicos. El 14 de Mayo de 1948, los judíos que vivían en Palestrina, hasta ese día, bajo el protectorado británico, aceptaba la resolución de las naciones Unidas (ONU) y daba nacimiento al Estado de Israel.
Por su parte, los residentes árabes de dichos territorios, desconocen este acuerdo, no creando el Estado Árabe respectivo y los países integrantes de la Liga Árabe (LA), no reconocen al naciente Estado, invadiendo toda la zona, o, más realmente, todo lo que alcanzaron a conquistar.
Sabemos que luego de un retroceso espantoso y sangriento en casi todos los frentes, Israel logra revertir las cosas, iniciando un avance arrollador, inesperado e impensado. De inmediato, la LA recurre a la ONU, logrando un “alto al fuego”, el cual es acatado por Israel. Tres grandes guerras han de repetirse en menos de 30 años, todas provocadas por la LA, la cual no pierde las esperanzas de revertir la situación, derrotando a Israel, borrándolo del mapa, hasta que finalmente, producto de la guerra de Iom Kipur, en 1973, la totalidad de los territorios que Inglaterra gobernó, luego del despojo de Transjordania, quedaron en poder de Israel.
Iba a escribir que hasta aquí, íbamos normal, pero de inmediato me doy cuenta que no es así. Veamos por qué:
a.- Cuando los países integrantes de la LA, desconociendo el acuerdo de la ONU, no crean el Estado Árabe y atacan al naciente Israel, ningún país integrante del organismo internacional reclama. Mucho menos, condena la triple falta árabe, a saber: no crear su Estado, atacar al que sí aceptó su resolución y no consultar el parecer de los habitantes árabes de dichos territorios.
b.- Cada vez que los integrantes de la LA se preparan para un nuevo enfrentamiento, precedido de grandilocuentes declaraciones de genocidio con la población judía, guardan ominoso silencio.
c.-La ONU y sus integrantes, no reclaman ni exigen la creación del Estado Árabe en los territorios que van quedando en poder de Jordania y Egipto, contraviniendo así, su propio acuerdo previo
De esta manera, el que se supone debería ser el más prestigiado organismo internacional, se va deslegitimizando, perdiendo autoridad moral, aun cuando hasta estos días, nadie se atreva a mencionarlo y menos, reconocerlo.
Una vez finalizada la guerra del 73, los países árabes, se acuerdan de la partición. Los árabes, oriundos de lo que debió ser el Estado Árabe, se acuerdan que no lo crearon y, además, se le ocurre a su nefasto dirigente, Yasser Arafat, que a partir de ese momento, ellos no se llamarían árabes, serían los “palestinos”.
Se inician las protestas, reclamos y ataques a Israel, culpando a éste, de lo que ellos no hicieron, cuando sí pudieron concretarlo. Salvo Israel y su gobierno ¿Algún otro país hizo ver esta anomalía? Sabemos que la respuesta es un categórico NO.
Más aun, muchos países legitiman con su aprobación, esta falta de ética, moral y lógica, conceptos estos que, al parecer, han perdido toda notoriedad y valor, frente a los intereses creados, los cuales, llegado el momento, resultan ser lo único importante.
Arafat y su grupo terrorista, Al Fatah, sabiendo que no están en condiciones de iniciar una guerra (si la perdieron los integrantes de la LA, bien apertrechados, inmensamente numerosos y muy entrenados, ellos no tenían ninguna posibilidad), dan inicio a una cadena interminable de atentados terroristas, perpetrados no contra objetivos militares, sino que casi en su totalidad, contra la población civil. Escuelas, hospitales, buses, sinagogas y centros de esparcimiento, pasan a ser sus principales objetivos.
Israel reclama y, salvo Estados Unidos y algún otro país en forma esporádica, respaldan la causa palestina, culpando al agredido, cada vez que se defiende. La argumentación esgrimida para tan insólito respaldo, es tan extenso, como la imaginación más fértil pueda argumentar. Esto, nos lleva a una conclusión: mientras los muertos, víctima de tales atroces atentados, sean sólo judíos, el mundo no tiene por que preocuparse.
Estos ataques toman tal frecuencia y vigor, que muy pronto Arafat logra estigmatizar a su pueblo a tal punto, que cuando se habla de terrorismo y terroristas, automáticamente se piensa en palestino. Me da la impresión que en esos momentos, el único que se revela frente a tan injusta generalización, fui yo, al condenar a Arafat por ser el culpable de ello, en varios de mis comentarios de la época.
Llega a tal punto el incremento de los atentados terroristas en contra de civiles israelíes, que Arafat se ufana públicamente, de tener en Gaza una fábrica de suicidas, 60 mil según asegura, los cuales está dispuesto a exportarlos a donde él estime oportuno.
Aunque resulte majadero repetirlo, la mayoría respalda a los criminales, condenando por adelantado, a la víctima. Se pretende, desde esos días y hasta hoy, negarle a Israel, su legítimo derecho a defenderse.
Se condena la construcción del muro divisorio, sin importar que en la práctica, éste logre disminuir drásticamente el ingreso de terroristas, desde territorios palestinos, a los centros poblados israelíes. Mientras tanto, nadie se refiere a los cientos de muros divisorios que se van levantando en los más variados lugares de nuestra amplia geografía. Nuevamente, el doble estándar. Los muros que se construyen fuera de Israel, son absolutamente necesarios y justificados. Sólo es condenable el que se levanta para impedir el paso de los terroristas palestinos.
Recordemos que una de las primeras tácticas terroristas, aplicadas por Al Fatah, fue el secuestro de aviones. Mientras estos iban en contra de aviones de El Al o de otras líneas, pero con pasajeros israelíes, nadie le dio importancia. Se justificaba aduciendo que se trataba de idealistas o desesperados, que por culpa de Israel, no tenían su propia nación.
Considerando este absurdo una autorización para secuestrar aviones, se contagian “idealistas” de otras nacionalidades y de inmediato se transforma en un problema mundial. Los gobiernos se ponen de acuerdo. Se deja de proteger a los secuestradores.
No se les apoya ni moral ni logísticamente y luego, vemos que nuevamente los aviones pueden volar relativamente seguros por los cielos del mundo. Ahora, estos actos terroristas, pasaron a ser una excepción.
Por desgracia, los gobernantes no aprenden la lección. Veamos los campeones en defender el terrorismo palestino y condenar a Israel: la totalidad de los 59 países musulmanes. La casi totalidad de países africanos. Absolutamente todos los gobiernos de ultraizquierda (los mismos que en sus propios países, reprimen brutalmente cualquier intento de protesta). Muchos países de la Unión Europea que condenan el islamismo cuando los afecta a ellos, pero lo aplauden cuando la víctima es Israel. Países latinoamericanos que, sin querer ver la realidad, están dispuestos a darle su respaldo tanto a actos terroristas, así como a utopías como fue la aprobación otorgada recientemente al Estado Palestino, con las fronteras del 67, desconociendo que el estado reconocido, es en la actualidad, tan sólo una quimera y que la tal frontera del 67, se limita a ser el lugar en que se detuvo el ejército israelí, cuando la ONU salvó de la debacle más espantosa, a las tropas de Egipto, Jordania y Siria.
En estos últimos años, hemos visto como las guerras fraticidas y el terrorismo, están señoreando en Medio Oriente y África. Justamente en los mismos países que invariablemente, respaldaron el terrorismo palestino, en contra de Israel.
Ellos, con su ceguera moral, le dieron alas al terrorismo cruel e inescrupuloso ¿Con qué moral pueden reclamar que el terrorismo se vuelque ahora en su contra?
¿Qué puede justificar que el mundo entero condene un acto terrorista, si éste sucede en Estados Unidos, España o Inglaterra, pero se respalde o ignore si el lugar elegido es Israel?
¿Por qué un atentado terrorista pasa casi desapercibido si se comete en Irak o Afganistán, pero se condena cuando se da dentro de sus propias fronteras?
Hay un dicho muy antiguo, pero de una sabiduría infinita “Cada cual cosecha lo que siembra”
El mundo, guardó y lo sigue haciendo, un silencio vergonzoso, cada vez que Israel fue la víctima. Ahora, por desgracia, tendrán que acostumbrarse que el terrorismo ya no tenga fronteras.
Egipto, Libia, Yemén, Siria, Argelia, Mali, no son ni serán los únicos. Mientras los gobiernos sigan actuando totalmente apartados de la ética y la justicia, deberemos acostumbrarnos a que el terrorismo, se siga enseñoreando al punto de llegar a ser algo habitual en nuestras vidas.
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